Periodista independiente en Puerto Rico

Saturday, November 4, 2023

“1834 Por Maricón”, reseña de una obra magnífica


SUBSTACK

Anoche fui a ver la obra “1843 Por Maricón” y descubrí dos cosas importantes. La primera es que esta es una de las piezas teatrales dramáticas más trascendentales de los últimos tiempos, no sólo por el libreto que es sublime, sino por unas actuaciones excepcionales que dificulto puedan ser superadas. Y la segunda cosa que descubrí, aunque ya me lo temía, es que en Puerto Rico el discrimen contra los homosexuales está vivito y coleando. Es algo que no se ha ido, por más fachada e imagen de apertura que se quiera dar. La homofobia es real y palpable hoy en el 2023 como lo fue en el 1843.

La homofobia es la única explicación posible que encuentro para contestar el por qué esta pieza teatral no aparece hoy en las portadas de todos los periódicos del país ni ha sido reseñada, que yo sepa, por la televisión local. Es eso, porque no hay otra razón lógica, para entender el por qué no se habla de la belleza de esta pieza tanto en composición, como en ritmo, en parlamentos y lo sublime de las actuaciones.

Joaquín Jarque y otros actores en esta magínfica pieza

La sensibilidad prima en cada una de las líneas en ese parlamento hermoso y largo, y duro que escribió Roberto Ramos Perea para representar lo que posiblemente fue el primer proceso judicial en Puerto Rico contra un hombre mulato, acusado en el año 1843 por el terrible mal de querer a otro hombre.

Love is love is love. Amor es amor es amor, dice el refrán que usan en el marketing de la diversidad en estos tiempos, pero en el siglo 19, cuando se forjó gran parte de la identidad nuestra como pueblo, toma otros colores. Esta pieza basada en hechos reales, en un caso que se incoó contra unos homosexuales, explica quizás ese odio que todavía existe hacia las personas LBGTTQI+ y que se traduce en chistes de mal gusto, burlas o en casos extremos como el de Alexa, en asesinatos. Esta pieza lo explica. Va a la raíz de nuestro desarrollo como pueblo en esa identidad puertorriqueña que arrastramos aquí o en la diáspora. Es lo que somos, aunque no lo aceptemos.

Eso se saca a partir de las actuaciones, que tengo que describir como hermosas en todos los intérpretes que participaron en esta obra. Confieso abiertamente que estuve múltiples ocasiones con el corazón en la boca, y fue tan y tan real el dolor que experimentaron y que lograron interpretar los actores, que yo sentía como si estuviera presenciando la realidad, no el teatro.

Nelson Alvarado en el personaje principal

En esto tengo que dar un reconocimiento público al actor Nelson Alvarado, que interpreta el personaje principal del sastre mulato Francisco Sabat. Soy dura, y como periodista he visto de todo, quizás por eso me sorprendió tanto cómo me viví su actuación hermosa, al punto en que no hubo una sola escena en la que no me brotaran las lágrimas al ver su maestría en la interpretación. La sutileza de los movimientos de sus manos, el cambio en las miradas, sus cejas, su caminar, la fuerza de su voz encarnó a un ser vivo que fue ese mulato. Alvarado logró llevarnos a sentir lo que sufre una víctima de un proceso atroz, en el cual el personaje de la vida real fue torturado y encarcelado por el sencillo pecado de amar a otro hombre.

Junto con él, estaba su contraparte. El amante español que también vivió el ultraje de ser condenado por ser homosexual. Este otro personaje de José Colombo lo interpreta Israel Solla, un veterano de las tablas y de la Compañía Nacional de Teatro. A Solla y a Alvarado los he visto en múltiples obras, pero en esta pienso que fueron perfectos. Solla logró casi a la perfección el acento andaluz de un amante enamorado y frustrado con los tiempos que le tocó vivir. Sus movimientos en escena parecían un baile coreografiado a la perfección, y la sutileza de sus manos transmitían ese minuto al minuto de esa vida que buscaba aprovecharse lo poco que tenían para ser felices.

Sonia Rodríguez y Cybel Delgado

Después de esos dos personajes principales, destaco otros dos miembros del elenco que fueron un hilo conductor que nos llevó a amarrar y entenderlo todo con una excelencia interpretativa inigualable. Destaco en primer lugar a la actriz Sonia Rodríguez en el papel de la negra esclava liberta, Juana Almira, que se convierte en alcahueta de su hijo homosexual. A pesar de la ilegalidad, de la inmoralidad, es madre ante todo y todo lo da por su hijo. Cada golpe que recibió en esa obra demuestra no sólo la vida de los negros en Puerto Rico, sino la de una madre ante el horror de perder a su descendencia. Fue una actuación extraordinaria.

El otro personaje que destaco es el del fiscal Antonio López, que lo interpreta Joaquín Jarque. Aquí tengo que declarar una verdad. Conozco a Joaquín, lo aprecio en lo personal, y lo distingo como uno de los mejores actores de nuestros tiempos, pero tengo que decir que en esta obra fue como si fuera otra persona desconocida para mí.

Es que Joaquín Jarque se metió tanto en el personaje del homofóbico fiscal que temblaba de odio y hacía que una olvidara que era una actuación, de tan real que lo hizo. Destilaba ese odio que brota de entrañas enfermas hacia los homosexuales y cada palabra que emitía con su vozarrón característico nos hacía sentir lo despreciable que puede llegar a ser un ser humano que odia a otro. Fue excepcional y demostró así esa capacidad histriónica que tiene Jarque, esos 40 años de insuperable carrera actoral que constituye casi una obligación no perdérselo en escena. Hay que ir a verlo.

Una mención importante que no puedo olvidar es el personaje de la intrigante prostituta Margaritza Hernáiz, interpretada magistralmente por Cybel Delgado. Ella, junto a la actriz Melissa Reyes en el personaje de la prostituta Felipa Sierra, cargan con gran parte de la responsabilidad de que el público entienda las consecuencias de las intrigas y cómo el odio genera muerte. Aplausos a ambas actrices.

Jesús Aguad en el papel del torturador Domínguez, y Luis Javier López como el procurador, son parte del elenco, que incluyó a un médico, a soldados, a mujeres del pueblo y a otros personajes importantes que pintaron trazo por trazo de su actuación en escena, la realidad del Puerto Rico de hace 180 años.

Esta fue una obra larga, de casi tres horas de duración, pero uno no se puede despegar porque cada línea fue pensada y te lleva a sentir que estabas allí. Realmente es una pieza magistral que merece de una cobertura extensa de la prensa puertorriqueña, para que de aquí a 180 años, sepan que los puertorriqueños se encontraron y se representaron con realidad y maestría.

Sé que ya casi no hay periodistas especializados en el arte, mucho menos en el teatro. No pretendo serlo yo. Simplemente soy una espectadora que disfruta de la literatura, respeta a los artistas reales y el arte.

Escribo desde los espacios más recónditos de mi corazón porque nuestra cultura no puede morir, a menos que lo permitamos todos. Por eso hay que reconocer cuando se hace un buen trabajo actoral y de literatura como es esta obra.

El elenco, los técnicos y todo el personal de la Compañía Nacional de Teatro nos pone a reflexionar y a entender que quizás, muchos de los prejuicios que tenemos como sociedad se forjaron en ese siglo 19 cuando se formó nuestra identidad puertorriqueña, y todavía pesan.

La obra se presenta en la Sala Experimental Carlos Marichal por tres fines de semana, en funciones viernes y sábado, a las 8:30 de la noche, y domingo, a las 4:30 de la tarde. La entrada es libre de costo (190 butacas), con algunas restricciones, y por orden de llegada. Debido al contenido de la pieza no se admitirán menores de 18 años. Para más detalles www.institutoalejandrotapia.org o el Centro de Bellas Artes.

Aunque la prensa no la reseñe, es imperativo que se vea esta obra y quienes la vean, compartan lo excelente que ha sido. Es una responsabilidad de todo puertorriqueño que se respete a si mismo y a su historia. Quien quiera conocer un aspecto indeleble de nuestra formación como puertorriqueños tiene que ver 1843 Por Maricón. 

No comments:

Post a Comment