(NOTA: Esta columna fue publicada originalmente en NotiCel el 7 de octubre de 2016 - http://www.noticel.com/blog/194559/agp-mono-sabe-palo-que-trepa-audio.html )
En un desesperado intento de desviar la
atención del país de los nexos con Anaudi Hernández y el esquema que lo tienen
temblando, el Gobernador Alejandro García Padilla sacó del clóset una verdad.
Tiró al medio a periodistas y jefes de redacción que le piden favores y
empleos, y que hasta ʺse molestanʺ si no acomodan a sus parientes en el
gobierno. Como en el refrán pueblerino, mono sabe palo que trepa. Soltó la
bomba pero no dijo los malditos nombres de los implicados porque su motivo es
ulterior. Quiere que le quiten el guante de la cara a él y a su gobierno.
Él no es bruto. Torpe, pero bruto no es. Tiró
esa bomba que tiene a los periodistas serios en brote pero a los que no lo son
y a casi todos los empresarios mediáticos, bien calladitos. Lo hizo a
rajatabla, y parecería torpemente, pero fue a propósito porque su intención es ponerlos
a todos en un mismo bote. Pretende decir que los políticos y la prensa son
iguales de corruptos. Quiere dar a entender que todo el mundo es parte del
traqueteo, que tanto en el gobierno como en los medios el ser “pana de Anaudi”
o del mismo gobernador y pedir favores a cambio, es un modus operandi.
Validó así lo que publicamos en
este mismo espacio la semana pasada en la columna titulada “Corrupción:
una realidad mediática”. El tema por fin salió a la luz pública, pero
se le fue la mano, porque aunque para algunos se vio como una advertencia o
amenaza solapada, para otros, parecía un llanto de un niño que quiere que lo
dejen quieto.
El problema es que
el gobernador no fue honesto. No dijo los nombres de esos que le piden favores
y mancha así a mucha gente honesta que labora en los medios. Algo así como cuando se dice que todos los
políticos son corruptos, pero eso tampoco es cierto ya que hay muchos que son
gente decente.
El gobernador lo que quería era despejar el
ambiente para que no siguieran indagando sobre los nexos de su hermano Gerry o
de su mano derecha, el Director de Asuntos Públicos, Jesús Manuel Ortiz.
Llevaba varios días bajo fuego, y no le gustó que la prensa publicara el álbum
de fotos de una de las muchas fiestas en la mansión de Anaudi.
Es que el tema de la fiestecita en la lujosa
mansión enterró todo lo demás. Estuvo en boca de cuanto comentarista radial
existe en AM y FM, fue la noticia de la semana en televisión. Opacó las
protestas contra la Junta de Control Fiscal y hasta el debate a la gobernación.
Inundó las redes sociales que además se colmaron de memes de García Padilla y
Anaudi, su hermano y Anaudi, Jesús Manuel y Anaudi, Mari Tere González y Anaudi,
Bhatia y Anaudi.
En fin, el tema era todo
lo que se vincule al escándalo del amigo de todos los políticos populares y también del PNP, porque el Anaudi y
Lutgardo Acevedo tenían comprados a unos cuantos en el bando azul. Así que el
Gobernador empleó las tácticas de manipulación para intentar
jamaquear a la prensa y crear un ¨Chilling effect¨, para que se congelen y lo
dejen quieto.
García Padilla sabía que los periodistas se
quedarían callados. En la conferencia de prensa no preguntaron. Hubo silencio
sobre el tema. Sé de al menos un
reportero allí en La Fortaleza que quería preguntar, pero no lo hizo porque
sabe que cuando llegara a su medio, el jefe de redacción lo iba cuestionar o
quizás no sacaba la noticia.
Lo preocupante en todo esto es el silencio de
las empresas y dueños de medios. Esta semana será el Radio Show y que yo sepa,
la Asociación de Radiodifusores no ha dicho nada en defensa de los reporteros,
locutores y medios de noticias radiales que ahora son corruptos según el
gobernador. Los canales de televisión
tampoco han dicho nada. Se unen para el cóctel de la Semana de la Televisión,
pero no para exigir respeto a los reporteros, periodistas gráficos y editores
en los telediarios y otros programas informativos a los que García Padilla
incluye en su comentario. Ningún periódico, que haya leído hasta ahora, ha
hecho un editorial denunciando al gobernador. No lo hacen porque la mayoría de
las gerencias mediáticas son parte del problema.
Estas situaciones ocurren porque hay una
autocensura en los medios corporativos. Las campañas políticas no acaban de
arrancar y por ende, no hay dinero proveniente de anuncios de la propaganda
electoral. Si a eso se une la crisis económica que mantiene bajas en la
publicidad mediática (como hemos analizado a la saciedad en este blog), se da
el escenario actual.
Los medios corporativos, como negocios que son,
hacen proyecciones de ventas anuales basadas en data y en experiencias anteriores. La mayoría de las
corporaciones mediáticas aquí esperaba ganar lo mismo o quizás un poco más que
el año pasado para esta época. Pensaban que nivelarían sus ventas de anuncios
con las elecciones, pero no están llegando a sus metas. Al no haber dinero corriendo, los medios se tornan más cautelosos. Hay temas que no quieren cubrir y que
no tocan para que evitar calentarse con potenciales clientes o con los
políticos que llegarán al poder en dos meses.
A la vez, mantienen a los periodistas callados,
y muchos reporteros, por miedo a perder sus empleos, a veces claudican en su
misión de fiscalizar. Y digo a veces, porque no siempre pasa así. Hay
excepciones y hay excelentes periodistas, el problema es que cada día son
menos. Cada día tienen menos respaldo en estos medios corporativos. Todo ese silencio
repercute en la gente, que no se entera de las cosas.
Si a todo eso se añaden los mingos, realmente se ve el cuadro pésimo
que tiene el consumidor de medios ante sí. Un ejemplo de esta práctica de
amiguismos es lo bien que la prensa ha tratado a la mano derecha del
Gobernador. Jesús Manuel Ortiz la ha tenido fácil porque es amigo de la gente
en la prensa y porque ya no hay fiscalización. Si hubiera sido Rafael Cerame,
Pedro Rosario Urdaz o Cecille Blondet los que estuvieran en campaña para ser
legisladores, y en medio de eso les sacaran sus nexos en fotos con un corrupto
como Anaudi, seguro que la prensa tendría un “field day”.
Pero esta práctica no es nueva. Cuentan los que
saben que en los 60 y 70 había periodistas que tenían amistad con políticos,
pero siempre se guardaban distancias. Esto fue cambiando en los 80 y a mediados
de los 90. Con el pretexto de las fiestas en la Semana de la Prensa, fueron
muchos los alcaldes y legisladores que intentaban comprar conciencias de
reporteros. Pensaban los políticos que con las fiestas o los regalos conseguían
el silencio. Algunos lo lograron con esos periodistas que solían irse a bailar
con Jorge Santini y con Edison Misla en el restaurante Johnny’s de Hato Rey, o
se iban a La Placita y se topaban con Aníbal Acevedo Vilá. Pero no todos caían
en ese relajo.
La situación entre prensa seria y prensa
corrupta se confundió porque había ciertos agentes de propaganda con el título
de oficiales de prensa o relacionistas de políticos, que solían comprar
conciencias y creían que todos eran iguales. Les molestaba – y aún les molesta
porque algunos siguen laborando – cuando se topan con los periodistas éticos
que no se prestaban ni antes ni ahora para esos juegos. Ahí vienen los ataques
a la prensa seria o el cerrarle accesos a información. Una cosa es ser amigos o
tener contactos con políticos que todo periodista los necesita, y otra es
convertirse en mingos. Hay una gran diferencia.
Hoy, la situación es distinta. Casi no quedan
reporteros en muchos medios y la tecnología obliga a los que trabajan, a
hacerlo en condiciones francamente inhumanas, publicando en múltiples
plataformas múltiples, pero con peores salarios que antes, casi ningún tiempo
para investigar y la siempre latente posibilidad de quedarse sin trabajo si el
medio cierra. Pero ahora, a pesar de las barbaridades que circulan, de la
abundancia de trolls políticos y fanáticos fundamentalistas, las
redes sociales han venido a nivelar el ambiente.
Aunque parezca que los que decimos la verdad
somos una especie en peligro de extinción, siempre hay espacio. Ser libre tiene
su precio. La consecuencia en los medios masivos es el pretender ningunearnos
para que el estruendoso ruido que provoca ese intento de silenciarnos, no cale
en la gente. Pero eso no funciona. Ahora hay espacio en la web y en las redes
sociales para decir la verdad sin miedo a que se censure.
Y una verdad irrefutable que se tiene que
admitir es que existe corrupción en la prensa como en el estado, como dije una
vez en un foro de periodistas y frente a varios
políticos. La
diferencia es que a un legislador o a un político que vende influencias lo
meten preso si lo cogen en el acto, pero si un medio y empieza a publicar
noticias que le favorecen a uno de los negocios aliados o que pertenecen al
dueño, y gana dinero, no pasa nada. Eso es lo que se tiene que
parar y denunciar, por aquello de la transparencia y la honestidad.
Así que para aclarar las cosas, le exijo al
Gobernador que diga esos nombres de periodistas y jefes de redacción a los que
implicó de corrupción.
Le exijo al Gobernador que diga nombre a esas
personas que dicen llamarse periodistas o jefes de redacción y que no tengamos
que esperar a que salgan como parte de una comparecencia ante un Gran Jurado
federal, como está pasando ahora mismo con Anaudi.
Es hora de que se descorra ese velo de los
amiguismos entre políticos y los que dicen llamarse periodistas pero en
realidad no lo son. Pero que no se crea
el Gobernador y otros políticos que con esto amedrenta a la prensa verdadera.
No lo hace. No lo logrará.
La Asociación de Periodistas (ASPPRO) ya sacó
la cara por el gremio, pero es momento que el resto de la prensa y las empresas
mediáticas hagan lo propio. Hay que comenzar a limpiar la casa porque no sólo
mina la credibilidad de un pueblo hacia los reporteros que cubren la noticia,
sino también la de los medios. Después que no se quejen si las audiencias
abandonan los canales por Netflix, a la radio por Sirius, o la los periódicos
por las redes sociales. Hay que exigirle al gobernador que diga quienes son
esos que se hacen llamar periodistas pero usan el acceso que le da un trabajo o
una credencial para agenciarse favores. Esos no son periodistas. Son buscones.
Para el público, esto debe ser un momento
importante. El consumidor de noticias tiene que exigir una mejor calidad en el
servicio que le ofrecen la prensa y los medios de comunicación. El pueblo
también tiene que exigir quiénes son esos implicados.
Gobernador, la bola está en su cancha.
Recuerde, que mono sabe, palo que trepa.