Como el esgrimista que blande su florete pero
la punta se arrastra sobre la pista y sabe que está a punto de que lo
descalifiquen del combate, a David Bernier no le ha quedado más remedio que ir
al ataque. Tuvo que cortar cabezas en su
campaña que ya pasó el umbral de la crisis. Podría caer en una hecatombe si no
actúa. Estamos a 74 días de las elecciones y se le va la vida si se queda
igual.
Su campaña es un caos. Hoy le renunció su directora, la Lcda. Lisa Ortiz, luego de que su nombre saliera mencionado en el
escandaloso caso de corrupción de los allegados al principal recaudador del Partido Popular, el convicto Anaudi Hernández. Tiene guerra interna entre los legisladores porque
aún no le dan el poder – ni los votos - para sacar de la presidencia de la
Cámara de Representantes a Jaime Perelló, quien se aferra al puesto. Sabe que
tuvo su momento y estaba arriba, pero ahora va en free fall con más de 10 puntos por debajo de Ricardo Rosselló y
todavía no ha empezado bien el juicio. Es decir, si no actúa rápido, Bernier
sabe que lo eliminan.
Pero el problema de Bernier es complejo, como
así de complejo es la definición de status que siempre dan en el PPD. O son ex
independentistas, o son soberanistas, o son populares pro americanos o son como
él está, a favor del voto presidencial y la estadidad.
Su lucha es grandes porque de lo que se trata
es de la vieja guardia, la mafia interna en el partido, y los Millenials que llegaron, se han apoderado y quieren sacar a
todo vestigio de antes, incluso a los que tienen experiencia en el grupo de
Bernier. Es una pugna para determinar quiénes son los que van a guisar y quiénes
no, pero más que eso, es un problema de proyección, de comunicación y de
estrategia política. De lo que salga de este entuerto se sabrá si Bernier se
consolida o no como el líder.