La suspensión del show de Jimmy Kimmel en ABC y de Stephen Colbert en CBS son señales de la represión a la libertad de prensa y expresión. ¿Qué pasa en Puerto Rico?

Jimmy Kimmel y Stephen Colbert, dos bajas en la TV estadounidense ante el clima de censura que se impone (Foto Getty)
Publicado en Substack con audio
La represión
se cierne sobre los Estados Unidos de Norteamérica, y, por ende, en su colonia
caribeña en Puerto Rico. Lo primero que quieren dominar es el derecho a
expresarse libremente, violando así la Primera Enmienda de la Constitución de
EEUU y la Carta de Derechos de la Constitución del ELA.
La suspensión
indefinida anoche
del programa Jimmy Kimmel Live! en la cadena ABC, tras los
comentarios del comediante sobre la muerte del activista de derecha Charlie
Kirk, ha desatado un debate que va mucho más allá del entretenimiento nocturno.
Se suma
además, a la cancelación
ya anunciada del Late Show with Stephen Colbert en
CBS/Paramount, prevista para mayo de 2026. En conjunto, estas medidas parecen
delinear un patrón inquietante: la moderación del discurso crítico hacia el presidente Donald Trump y sus aliados durante su segundo mandato.
Aunque los ejecutivos de las cadenas han atribuido estas decisiones a factores financieros o de sensibilidad editorial, la coincidencia temporal con un ambiente político cada vez más hostil hacia la prensa crítica despierta sospechas. La intervención del presidente de la FCC en el caso Kimmel, por ejemplo, deja entrever un uso estratégico del aparato regulatorio para moldear lo que puede o no transmitirse en televisión abierta.
REACCIONAN LOS PERIODISTAS
En su
monólogo del lunes por la noche, Kimmel afirmó que la "pandilla MAGA"
intentaba ganar puntos políticos con el asesinato de Kirk. "El fin de
semana tocamos fondo con la pandilla MAGA intentando caracterizar al chico que
mató a Charlie Kirk como algo más que uno de ellos", declaró Kimmel. Esto
bastó para que el presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC),
Brendan Carr, amenazara a todos los medios.
Carr advirtió
de posibles consecuencias si no se
actuaba para detener a quien opine distinto. Habló de “revitalizar” el
"estándar de interés público" de la FCC, amenazó a las empresas mediáticas
de que tienen que cumplir con reglamentos, dijo que figuras como Joy Ann Reid,
Stephen Colbert y Terry Moran se excedían, y que el presidente Donald Trump se
enfrentó con éxito a figuras históricas de los medios y que "su control
sobre la narrativa está flaqueando". ¿Suena parecido a lo que pasa aquí en
Puerto Rico? Así es.
Para el
periodista independiente norteamericano Matt Taibbi, el programa de Kimmel
venía bajando en audiencias por concentrarse sólo en defender a los demócratas.
Sin embargo, advirtió que las declaraciones del jefe de la FCC, “abren una caja
de Pandora”.
“Ante
la desaparición orgánica de los medios tradicionales, algo, que sin duda, está
ocurriendo, y además a la velocidad del rayo, no puede ser una historia sin
empañar. Lo que Carr describió reimaginaría a la FCC como un regulador de la
prensa con un rol de árbitro de la verdad, al estilo de la odiada OfCom
británica. Eso parece un gran salto desde la situación de la Administración en
febrero, cuando J.D. Vance arremetió contra los europeos en Múnich por olvidar
los principios básicos de la democracia, incluyendo la "libertad... de
cometer errores”, dijo Taibbi en la plataforma de Substack.
Mientras
que para el periodista independiente y abogado Aaron Parnas, la paradoja es sorprendente: los grupos que denuncian la "cultura de
la cancelación" la han practicado a gran escala. El resultado es un
ecosistema mediático limitado donde solo sobrevive el discurso seguro y
desinfectado, y el público se ve privado de todo el espectro de perspectivas.
“El caso de
Jimmy Kimmel Live no se trata solo de un presentador de un programa nocturno ni
de una sola decisión corporativa. Es una clara señal de alerta sobre la
fragilidad de los cimientos de la libertad de expresión en los Estados Unidos.
La capacidad de debatir, criticar y discrepar es la esencia de la democracia.
Suprimirla, ya sea por parte de censores gubernamentales o de los guardianes
corporativos, amenaza la infraestructura misma de una sociedad libre”, dijo
Parnas.
“Hoy es
Jimmy Kimmel. Mañana, podría ser cualquier voz que se atreva a traspasar los
límites trazados por quienes ostentan el poder”, agregó.
¿TOTALITARISMO EN CIERNES?
Hablar de
un sistema totalitario en los Estados Unidos puede parecer excesivo: no existen,
al menos por ahora, censura directa estatal, encarcelamientos de periodistas o
clausuras sistemáticas de medios opositores, como ocurre en regímenes
autoritarios. Sin embargo, lo que sí observamos es una presión indirecta
pero efectiva.
Los medios
se enfrentan al dilema de autocensurarse para no perder anunciantes, licencias
o fusiones estratégicas, o arriesgarse a sanciones políticas y económicas. El
resultado es un enfriamiento del debate público, donde ciertas críticas pierden
espacio y las voces disidentes quedan relegadas a plataformas más marginales.
A nivel local hay una estrategia bien delineada de
los gobiernos para controlar a la prensa, desde el Verano del 2019. Lo podemos
ver de esta manera:
1) Uno es mediante la pauta de anuncios de
gobierno, que para los medios corporativos es un salvavidas ante la baja en la
publicidad regular.
2) Otra estrategia es financiar la “creación” de
medios digitales o podcasts, que son dirigidos por los cabilderos y
contratistas del gobierno, y se proyectan como “medios” pero en realidad operan
como gacetas pro-gobierno al estilo del periódico Granma en Cuba.
3) La otra alternativa es impedir el acceso a
documentos e información pública, lo que hace que medios tengan que demandar en
los tribunales. El Centro de Periodismo Investigativo y periodistas independientes
como José Luis de Prensa Comunitaria son entre los que más tienen que demandar
en los tribunales para lograr acceso a documentos públicos.
4) Otra estrategia es radicar piezas legislativas o
leyes que impidan el libre ejercicio del periodismo. Un ejemplo fue la mal llamada
ley “Fake news” que la ACLU impugnó a nivel federal y venció. Esta ley ponía, en un reportero, ya sea de los
medios corporativos, ya fuera reportero independiente o incluso blogueros,
sobre su cabeza el temor de que los acusen criminalmente de divulgar
información, y
5) Las campañas de descrédito en los medios cooptados
por el gobierno y en las redes sociales para intentar silenciar (infructuosamente)
a periodistas. Esto incluye el asfixiar a medios regionales.
OTRAS CONSECUENCIAS PARA PR
Todas estas
tendencias por las que brinca hoy la prensa en Estados Unidos están operando en
Puerto Rico hace rato. Pero aquí la tendencia es más peligrosa.
Aquí, la
dependencia de los medios respecto a grandes conglomerados y la publicidad
gubernamental ya configura un ecosistema mediático vulnerable, como hemos venido
investigando hace años (ver el
libro “Para entender los medios de comunicación en Puerto Rico” o su
versión original en inglés
“The News Media in Puerto Rico: Journalism in colonial Settings and in Times of
Crisis”).
La vulnerabilidad
de los medios locales se debe a varios asuntos.:
1) Uno es la dependencia que tienen los medios
corporativos grandes de donantes y anunciantes, lo que los hace susceptibles a
presiones económicas similares.
2) Otro es el marco legal. Aquí se supone que
impere la libertad de prensa garantizada por la Constitución de Estados Unidos y
del Estado Libre Asociado, pero hay factores como concentración mediática,
dependencia de contratos públicos, publicidad gubernamental que puede ejercer
presión indirecta.
3) Lo que en Estados Unidos se manifiesta como
presión regulatoria, en la Isla opera a menudo como “mafia institucional”, donde hay alianzas entre intereses corporativos y
políticos deciden quién tiene voz y quién no.
4) Autocensura local: Periodistas o medios
independientes podrían sentirse presionados a “no salir del molde” para evitar
represalias comerciales, legales, pérdida de acceso, o boicot de anunciantes.
5) Erosión de diversidad de voces: Esto puede
llevar a que voces críticas, minoritarias o disidentes tengan menos espacios,
lo que es peligroso para democracia local.
Si los
comediantes, comentaristas y periodistas más influyentes de la televisión
estadounidense pueden ser silenciados por cuestionar a figuras del poder, ¿qué
queda para los periodistas puertorriqueños que ya trabajamos con presupuestos
reducidos, presiones partidistas y un mercado concentrado? La respuesta apunta
a un escenario de mayor autocensura, pérdida de diversidad de voces y un
periodismo cada vez menos independiente.
LO QUE ESTÁ EN JUEGO
Lo que
ocurre hoy con Kimmel y Colbert no es un asunto anecdótico. Es un laboratorio
de cómo los gobiernos y corporaciones pueden moldear la esfera pública sin
necesidad de decretar censura explícita. Para Estados Unidos, esto significa
una erosión lenta pero sostenida de la confianza en los medios y en la
pluralidad democrática. Para Puerto Rico, significa la posibilidad de un cierre
aún más radical del espacio público, donde la crítica genuina se convierta en
un lujo y no en un derecho.
La libertad
de prensa no suele morir de golpe. Se desgasta entre silencios impuestos,
contratos publicitarios condicionados y presiones regulatorias. Lo que hoy
parece una simple “decisión empresarial” puede ser mañana el punto de no
retorno.
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