Y Jennifer González saca puntos repitiendo mensaje de miedo con Maduro que usó en las elecciones pasada cuando vio que Juan Dalmau seguía creciendo en votos
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| El presidente de los Estados Unidos Donald Trump y el presidente de Venezuela Nicolás Maduro |
Venezuela es la salida rápida para
Donald Trump, quien urgentemente necesita una victoria para a poder
consolidarse. Si uno lo analiza bien, ve que el presidente de los Estados
Unidos no ha pegado una.
Dijo que iba a salir en Ucrania el 24 horas y se fastidió. Dijo que iba a terminar la guerra en Palestina en días para construir un hotel en Gaza, y se fastidió, porque todavía está Netanyahu allí en pleno genocidio. Trump dijo que iba a retomar y quedarse con el Canal de Panamá, y se fastidió. Dijo que iba a comprar a Groenlandia, y no lo hizo. Dijo que iba a controlar a Canadá y convertirlo en el Estado 51, y perdió. Dijo que iba a triunfar con los aranceles y los países nos los aceptan mientras que, a nivel interno, la economía estadounidense se detiene y en los tribunales, el presidente ha perdido los casos. Hasta ahora, Trump sigue bateado de cero.
Y como si fuera poco, Trump enfrenta
escándalo tras escándalo con todas las revelaciones del caso del pedófilo
Jeffrey Epstein y entrañable y misteriosa su amistad. Ese tema lo persigue. Ayer
sacaron la tarjeta de felicitación con el dibujo de una mujer desnuda que Trump
envió a Epstein, y negó haberla mandado.
El mandatario republicano demandó al
diario The Wall Street Journal por informar de la existencia del documento que
ahora difunden los demócratas del Capitolio. Sin embargo, ayer mismo perdió
otra demanda que había radicado por difamación contra la periodista E. Jean
Carroll, a quien tildó de enferma mental al negar que él la había violado. El Tribunal
de Apelaciones le ordenó pagar una multa de $83 millones a esa periodista.
O sea, por cualquier lado que se mire,
Trump no pega una. Es en ese escenario que Venezuela y Nicolás Maduro se
convierten en la tabla de salvación.
¿Qué si un ataque armado sería
devastador? Claro que sí. Estimados de militares y expertos consultados
entienden que un ataque aéreo podría provocar sobre 15,000 muertes de
venezolanos en la etapa inicial. Nadie quiere eso, pero Trump lo necesita. A él
no le importa nada.
Para América Latina, una invasión de los
Estados Unidos es un recordatorio trágico de las prácticas pasadas, del injerencismo
de la CIA que apoyó dictadores como un Pinochet, quien llegó al poder en Chile precisamente
en una semana como ésta, un 11 de septiembre del 1973.
Los mandatarios de Brasil, México,
Chile, Colombia y otros han dicho que se oponen a una intervención de Trump en
Venezuela. Para Ecuador, El Salvador, República Dominicana, Perú y hasta
Trinidad Tobago –[cuya primera ministra pidió a EEUU que “los maten a todos” los
narcotraficantes]- están de acuerdo con la incursión.
Trump ya sentó la base de su retórica
del odio, de su discurso bélico. Voló una lancha de esas que vienen todos los
días por el Caribe, algunas traficando con droga, pero en este caso los reventó
y no dejó ni el ADN de los tripulantes.
Y dijo que ese operativo era para
combatir la droga en el Caribe, pero aquí en Puerto Rico hay más de 1,500
puntos y nadie dice nada. Ni la gobernadora. Esto demuestra que esto no es un
asunto contra el narcotráfico sino un asunto de supervivencia política para
Donald Trump.
Por eso Nicolás Maduro está desesperado.
Debe estar recordado lo que hizo el ejército de Estados Unidos cuando agarraron
a Bin Laden, o cuando mandaron un avión B-2 a Irán, o cuando arrestaron a su
antiguo aliado Noriega en Panamá. Comparado a la tecnología y vigilancia de
hoy, él sabe que los americanos deben estar velando cada movida que hace.
Anoche Maduro le concedió una entrevista
al expresidente de Ecuador, Rafael Correa, en RT
donde dijo que Trump lo que quiere son las reservas de petróleo más grandes del
mundo que están en Venezuela. También
dijo que “la gobernadora de Puerto Rico se suma a un plan militar"
Maduro sabe que tienen ocho barcos, un
submarino nuclear, aviones F-12 y 1,200 misiles apuntando a sus cabezas. También
sabe que lo van a dejar solo. China no se va meter a defender a Venezuela. Rusia
tampoco. Hay demasiados otros frentes. Maduro está solo. Y para Trump, ese
psiquis del venezolano es una ventaja.
Es en ese entramado que uno se pregunta,
¿y qué pasa con Puerto Rico? No tienen vela en esa pugna, pero se lo tienen que
chupar, reconociendo que traicionó hasta los propios venezolanos. Recordemos que
Trump hizo campaña con venezolanos y cubanos en Florida y allí fue donde primero
mandó a los agentes de ICE a deportarlos. Con la colonia de Puerto Rico puede
hacer lo que le dé la gana. Recordemos el paso del huracán María y su intención
de cambiarnos con Groenlandia.
Por eso, en parte, la gobernadora hace
buche. No dice nada de que no tocan a los 1,000 puntos de drogas que existen aquí,
pero aplaude a Trump y con su marido, recibió feliz al Secretario de Guerra, Pete Hegseth.
Además, ella sabe que sacará ventaja
política. Cuando vio en la campaña electoral que Juan Dalmau se le acercaba, y
las encuestas lo colocaban segundo, ella apretó el paso y rápido sacó la consigna
del cuco. Metió miedo diciendo que un voto por la Alianza era un voto por Maduro
y por Cuba para meter miedo.
Así que ella también coge pon en este momento.
Lo interesante es que tan pronto el Hegseth se fue de Puerto Rico, la
gobernadora puso pies en polvorosa y salió de viaje. Y me pregunto, ¿qué sabe
la gobernadora que no le ha dicho al pueblo de Puerto Rico más allá de
minimizar las preocupaciones por la polémica de EEUU con Venezuela? Hay que
seguir atentos a esta noticia en desarrollo.

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