Oscar López Rivera, 35 años preso por sus ideales. |
O da al Patriota
S ecuestrado por defender sus ideas
C on el tesón, empeño y
A mor sin limites ni
R endición o entrega absurda.
S ecuestrado por defender sus ideas
C on el tesón, empeño y
A mor sin limites ni
R endición o entrega absurda.
L os que te admiramos por
O ndear la insignia
P atria y orgullo
E narbolandola hacia el
Z enit de la victoria.
O ndear la insignia
P atria y orgullo
E narbolandola hacia el
Z enit de la victoria.
R iqueño símbolo del valor extremo
I nquebrantable fortaleza que no claudicó
V alores únicos de un Patriota
E ncarcelado sólo por
R eclamar el derecho que tiene su Nación
A la libertad sin restricción.
I nquebrantable fortaleza que no claudicó
V alores únicos de un Patriota
E ncarcelado sólo por
R eclamar el derecho que tiene su Nación
A la libertad sin restricción.
Escrito por mi padre,
Luis Felipe Rodríguez-Paz
Mi padre, Luis Felipe, es un ávido escritor.
Desde que tengo uso de memoria, recuerdo que él suele escribir acrósticos de
todo. De la vida, del amor, de nosotros su hijos, de mi abuela que era su madre,
de mi mamá, de Puerto Rico.
Un acróstico
(del griego ákros: extremo, y stikhos:
línea o verso) es una composición poética o normal en la que las letras
iniciales, medias o finales de cada verso u oración, leídas en sentido
vertical, forman un vocablo o una locución. Por extensión se llama también
acróstico a la palabra o locución formada por esas letras. No sé exactamente cuando fue que Papi escribió
este acróstico, y entiendo que lo hizo hace tiempo, pero sí sé que lo subió hoy
a las redes sociales. Lo comparto por ser hoy el Día de Acción de Gracias, una
fecha tan significativa para las familias puertorriqueñas. Lo hago, como hizo
mi padre, en solidaridad con Oscar López
Rivera y con su familia.
Puede que muchos no comprendan sus motivaciones,
incluso, que no estén de acuerdo con su ideal, pero lo cierto es que Oscar es
un prisionero político. Los Estados Unidos lo tienen preso por sus ideales. Por
eso considero que más que irónico, es sarcástico y hasta sádico que los
americanos, especialmente Barack Obama, celebren la vida de personas como
Nelson Mandela teniendo a Oscar en las entrañas de su sistema carcelario.
Oscar lleva más años en la cárcel (35) que los que pasó Nelson Mandela (27), cuyo
movimiento sí asesinó personas y cometió actos que algunos calificaron como
terroristas en contra del régimen de apartheid en África del Sur.
Por su muestra indiscutible de dignidad, de lo
que significa tener espina dorsal – algo tan poco común entre los políticos en
nuestro país – todo el que estudia y conoce el caso de Oscar López Rivera,
entiende que merece la libertad.
Por eso la lucha por su liberación ha unido a
personas de todas las ideologías políticas, corrientes religiosas y sociales de
Puerto Rico, y de muchos países. Todos los candidatos políticos en Puerto Rico,
y prácticamente todos los ex gobernadores y los presidentes de todos los
partidos políticos se han unido al reclamo. Oscar sigue
preso precisamente por ser una persona de ética y de dignidad. Quiero la Libertad para Oscar
“No one truly knows a nation until one has been inside its jails”, dijo Nelson Mandela.
"They will never be able to break my spirit or my will. Every day, I wake up alive is a blessing", dijo Oscar López Rivera en el 2006.
Oscar y su hija Clarissa, que lo visitó en prisión. |
En el año 2013 publiqué en el periódico El Vocero y en mi blog la columna “Sí
a la libertad” que comparto nuevamente aquí en honor a Oscar López Rivera.
“Oscar cumple hoy 32 años en cautiverio. Es el preso político de más antigüedad en Estados Unidos”
Hace 14 años conocí a Ricardo Jiménez. Fuimos a
una lúgubre barra del Viejo San Juan con mi amigo Vitán y mi entonces marido
William. Los tres hombres estaban ansiosos, con eso que ahora llaman ‘la
perse’, mirando de lado a lado. Yo pensaba que los hombres son más nerviosos
que nosotras. Me sentía como cuando estaba en Cuba entrevistando disidentes que
veían a los agentes de la Seguridad del Estado o a los chivatos (chotas) en cada esquina. Solo que acá se
trataba del aparato represivo del imperio más poderoso del mundo. Pedí un
whisky doble, como siempre, y empecé a conversar.
No era una entrevista, era una salida social y
cerca de su casa. Quería conocerlo y él a mí, porque leía lo que yo escribía,
pero me hizo difícil sacarle las palabras de la boca. Creo que era por su
costumbre a estar callado, vigilante tras años de sufrimientos. Después de
todo, él estuvo unos 18 años en la cárcel como prisionero político. Había
salido unos meses antes cuando el presidente Bill Clinton indultó a una mayoría
de los presos políticos puertorriqueños tras décadas de luchas y campañas por
su liberación.
En ese momento y a lo largo de todos estos años
he conocido a muchos de los otros exprisioneros y entablado amistad con algunos
de ellos. Fueron acusados de conspiración sediciosa, un invento para
representar que confabularon para derrocar por la fuerza la autoridad de
Estados Unidos sobre Puerto Rico. A todos les dieron unas sentencias desproporcionadas
al compararse a las impuestas a los delincuentes que han cometido los crímenes
más horrendos.
En aquella primera conversación con Ricardo
hablamos de la vida, la tristeza, la soledad del encierro, el deseo de ver,
vivir, sentir la libertad, y también de otros que quedaban en prisión en aquel
momento. De todos, el que quedó sin salir fue Oscar López. Y siguió encerrado,
vejado y martirizado por un sistema que intenta cortar las alas de la libertad.
Hoy Oscar cumple precisamente 32 años en
cautiverio. Es el preso político de más antigüedad en Estados Unidos.
Oscar no ha matado a nadie. Por 12
años estuvo encerrado en celdas de seis por nueve pies, metido allí casi 23
horas al día. La celda era toda de un solo color y por las noches, su sueño era
interrumpido cada hora por un guardia que con una linterna iluminaba la celda y
lo despertaba para verificar que él estuviese ahí. Solo salía de esa cueva dos
o tres veces por semana, como narra su hija Clarisa López.
El sistema pretende darle un escarmiento a
Oscar por creer en la libertad, al tenerlo en solitaria de manera indefinida,
al privarlo de los sentidos, al registrarlo frecuentemente como le hacían a
todos los otros presos. Solo que Oscar lleva ya 32 años en esas. La intención
es volverlo loco o que se quite la vida, pero no. Oscar valora la vida y es
ejemplo de lucha.
Por eso, personas de todos los ámbitos de la
sociedad puertorriqueña, de los partidos políticos más separados entre sí, de
distintas religiones y creencias, de todos los espectros de la sociedad local,
están de acuerdo con que ya es hora de que se deje en libertad a Oscar.
Como me pasó hace tantos años con Ricardo, me
pregunto si Oscar se adaptará al Puerto Rico del 2013. A este País en el que la
indiferencia ronda. En donde se impone una sociedad que te mide por el dinero o
conexiones que tienes, y no por lo que eres. Un País profundamente intolerante
en el que si no estás de acuerdo o difieres de lo que te quieren imponer en la
opinión pública, inmediatamente te ponen el sello de insolidario, intolerante o
traidor. ¿Se adaptará? Difícil. Es probable que el Puerto Rico que encuentre
sea bien distinto al soñado. Encontrará un mundo distinto, como si estuviera en
otro planeta.
Pero la verdad es que tiene derecho a vivir, a
ser libre. Sé, como sabemos muchos, que Oscar aportará al País y a la sociedad
como han hecho todos y cada uno de los expresos políticos.
Rafael, por ejemplo, es un ejemplar portavoz de
la comunidad gay y de los pacientes de VIH-SIDA en Chicago, a donde se mudó
tras quedarse solo en Puerto Rico. Sus familiares fueron muriendo en los largos
años de su encierro.
No podemos permitir que Oscar López pase un día más de encierro. Sí, a la vida. Sí, a la libertad.
(NOTA: Esta columna fue publicada en El Vocero
- el 29 de mayo de 2013 - http://www.vocero.com/si-a-la-libertad/)
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