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(Nota: Esta columna fue publicada en Noticel el 31 de agosto de 2016 - http://www.noticel.com/blog/194369/corrupcion-una-realidad-mediatica.html )
Si algo ha quedado claro esta semana es que la
corruptela y los traqueteos que arropan al gobierno y a la política han
percolado en los medios de comunicación. En los casi 20 años que llevo haciendo
análisis crítico de los medios e identificando tendencias que señalaban lo que
iba a suceder, nunca me hubiese imaginado lo que se ha vivido mediáticamente en
Puerto Rico esta semana. El caso de Anaudi Hernández y la protesta frente a GRF
validan que no estamos exentos a lo que pasa en otros países. La corrupción es
ya una realidad mediática. Pero ?de qué tipo de corrupción se trata? Ese es
otro cantar.
Veamos los hechos. Un violento grupo de jóvenes, algunos
socialistas, realizaron hace unos días una protesta contra la Junta de Control
Fiscal y paralizaron las operaciones de GFR Media. Querían afectar así la
distribución de los periódicos El Nuevo Día, Primera Hora e Índice, alegando que
esos medios tienen una línea editorial vendida a favor de la Junta Fiscal, y en
un hecho sin precedente en la historia de Puerto Rico, cerraron el paso a esa
empresa sin importarles el derecho a la libertad de prensa.
Después, durante el explosivo testimonio Anaudi
Hernández en la corte federal se dijo que el Comité de Finanzas del Partido
Popular Democrático se reunió en Radio Isla, y entre los múltiples nombres que
se dijeron, también se mencionó a Ferdinand Pérez, quien es analista en NotiUno
y en el Canal 40 Sistema TV. Luego el senador penepé Thomas Rivera Schatz le
increpó los contratos y vínculos del analista de WKAQ Univisión 580 y Wapa TV,
Luis Pabón Roca, quien es socio en un bufete de abogados con Irvin Faccio, ex
director de campaña del PPD, mencionado por Anaudi en un esquema piramidal para
recaudar fondos.
Los tres
eventos – [el testimonio de Anaudi, la protesta frente a GFR y los comentarios
de Rivera Schatz] – demuestran que los medios sufren un serio problema de
imagen. Auto-infligido, por cierto. Aquí
se descorrió el velo y ya es evidente que la percepción general es negativa
hacia los medios.
¿Qué impacto tiene todo esto en el consumidor?
¿Qué impacto tendrá en la manera en que se cubren las noticias políticas o en
la actual contienda electoral? ¿Es cierto que hay personajes que se buscan
espacios en los medios para lavarse la cara o lavarle la imagen a sus candidato
o partidos? ¿Será cierto que algunos medios contratan personas para usarlos
como instrumentos para conseguir contratos, favores o ser parte de pirámides?
¿Por qué esta situación se repite gobierno tras gobierno?
La polarización política es parte innata en los
medios. Total, la historia del periodismo en Puerto Rico siempre ha estado
vinculada a la política. Casi todos los patriotas – desde Albizu Campos, hasta
Muñoz Marín y José Celso Barbosa – fueron periodistas o crearon medios. Siempre
ha sido así. De hecho, ha habido medios vinculados a ideologías políticas como
lo fue el periódico El Reportero con los populares, Claridad que es
independentista o el mismo El Nuevo Día que se fundó originalmente como se
constata en su primer editorial para defender la estadidad, aunque con el
tiempo han ido cambiando de posturas.
Pero una cosa es decir abiertamente las líneas
editoriales y otra es pretender ocultarlo bajo mantos de balance y objetividad.
Los medios que le venden su credibilidad a los buscones, también son parte del
problema. ¿O es que acaso la reaparición de Lutgardo Acevedo no nos recuerda a
todos los personajes mediáticos y periodistas que eran sus portavoces en
anuncios y recibieron dinero suyo?
En los
Estados Unidos, algunos medios dicen abiertamente a qué candidato respaldan
para la presidencia. Aquí, lo hacen de manera que pretende ser solapada, pero
se ve a leguas. El problema con todo esto es que ya a nadie se le va a creer a
los medios. Se seguirá minando la credibilidad mediática en la medida en que no
digan sus nexos o endosos. El consumidor de medios migrará a aquellos medios
generales, regionales o digitales que presenten la verdad, sin ataduras.
Precisamente por esa confusión general que
existe sobre lo que son las líneas y posturas editoriales versus los intereses
empresariales y la ética que debe regir a los periodistas, es que se abre el
flanco para los ataques. Por esos ataques infundados en los que se mezcla el
interés comercial con el trabajo periodístico cualquier se cree con el derecho
a insultar o a criticar sin tener el conocimiento.
Pero el peligro aquí es que la falta de
credibilidad fomente la violencia. Por eso todos los ciudadanos de este país se
deben sentir consternados y alarmados ante el tipo de protesta que se llevó a
cabo frente a GFR Media. Ese grupo que protestó por intereses políticos o
ideológicos demostró que son intransigentes, violentos y poco serios al negarle
el derecho a otros trabajadores de esos medios a ganarse la vida de una manera
honesta.
Cualquier ciudadano tiene el derecho y la
posibilidad de expresarse en contra de la línea editorial de quien sea, pero
otra cosa es atentar contra los trabajadores. Recordemos aquellas protestas
contra Wapa-TV que provocaron la salida de Kobbo Santarrosa de su programa La
Comay, que ampliamente analicé y por las cuales fui criticada por los sectores
más fanáticos en la ideología fundamentalista gay. Pero de ahí a interferir con
las operaciones de una empresa que están estrechamente vinculadas a las
garantías constitucionales del derecho a la expresión, derecho a la impresión e
incluso hasta la del derecho a la asociación, es otra cosa. Que los manifestantes tenían derecho a
manifestar, claro que sí. A lo que no tenían derecho era a tratar de impedir a
una empresa a publicar lo que le salga del forro, con las consecuencias que
ellos, como empresa comercial, habrá de asumir en ese proceso.
La libertad de expresión es una carretera de
dos vías y se tiene que respetar ambos lados. Yo la defiendo aunque lo que esté
en contra de lo que transmiten algunos medios. Eso es peor al totalitarismo.
Lo que pasa es que en Puerto Rico se han
cruzado los linderos. El problema real es la eliminación sistemática de los
periodistas para ser usurpados por
opinantes, como les llamo. Muchos de esos opinantes que casi siempre son
abogados o ex políticos tienen serios conflictos éticos, pero acaparan los
medios, especialmente en las radio, le niegan al público un balance en la
cobertura y se prestan para empujar sus
agendas políticas, ideológicas o económicas. Si a eso se le añade la abundancia
de gente que se hace llamar periodista pero son realmente personas compradas, o
amigos de políticos, entonces tenemos la tormenta perfecta para la crisis
mediática que hoy vivimos.
En el caso de Radio Isla, la gerencia de la
emisora presidida por Eduardo Rivero emitió un comunicado de prensa negando
tajantemente que se hubieran realizado reuniones para recaudar fondos para el
PPD o para el entonces candidato a la gobernación Alejandro García Padilla.
Esta información luego fue difundida en las presencia en Twitter de varios
reporteros y analistas de la emisora. Si bien es cierto que Anaudi es un
convicto y corrupto confeso, siempre queda la duda porque cuando menos, se sabe
que al que mienta en un testimonio en pleno juicio, se expone al menos a cinco
años de cárcel.
En el caso de Pérez que fue legislador del PPD
y miembro de su junta de gobierno, hace unos meses el mismo anunció
públicamente que se distanciaba de esos organismos para mantenerse como
presentador de sus programas en radio y televisión. Sin embargo, queda la
evidencia fehaciente de que en los medios hay otros personajes vinculados a la
política y usan esos espacios para adelantar agendas de los dos partidos de
mayoría.
Gran parte de la culpa en todo esto la tienen
los empresarios mediáticos que han ido traicionando o subordinando el rol
social de su medio a sus intereses mercantilistas. Por ese mercantilismo sacan
a periodistas y ponen al que supuestamente atrae las masas o al que evita que
le investiguen negocios, o al que es mingo del político, sin mediar otra
consideración que no sea cuántos chavos se van a echar en el bolsillo. Atrás
dejan el compromiso y la responsabilidad
social.
El que compromete su ética, no tiene nada más
que buscar. A la larga, pierde. Sea periodista, sea comunicador, sea analista
político o sea empresario mediático, todo el mundo sabe quién se vende y quien
no.
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