Tavin Pumarejo (Foto de Primera Hora) |
En la cadena de la vida, la muerte suele ser es
el eslabón más impactante. Y en el caso de la televisión boricua, el más reciente
eslabón en esa irremediable cadena, fue el deceso la semana pasada del
comediante y cantante de música típica, Tavin Pumarejo. Ironías de la vida que
su partida coincidió con la celebración de la Semana de la Televisión
Puertorriqueña, evento que ha pasado sin pena ni gloria.
Se celebra una semana pero podría decirse que ya
no hay televisión local. Hay repetición, poca innovación y miedo a perder lo
poco que queda. El resultado: mantener los mismos formatos de los años 60.
Justo cuando el mercado global tiene sed de contenidos para llenar espacios en
plataformas digitales o cuando se exporta exitosamente desde cualquier esquina
del mundo a YouTube o a cable TV, la televisión local está en el lado “safe”. Inmóvil. Las audiencias están
desesperadas por consumir cosas de aquí, que sean buenas, y los representen en
este momento histórico, pero eso no se da. Se programa para el “bottom line” de ventas, sin importar si
en un mes ese mismo producto deja de ser rentable.
Quizás por eso la muerte de Tavin Pumarejo caló
tan profundamente entre la gente. Porque Tavin nos recuerda a nivel colectivo
esa época de la inocencia. Es nostalgia ochentosa de los que crecimos con el
Show de las 12, el Barrio 4 Calles o Diana Carolina, épocas en que aquí se
producían programas de comedia y telenovelas. Cuando Iris Chacón todavía era
reina, los niños veían al Tío Nobel, y las madres a Pedro Zervigón. También impactó
a los más viejos, quienes se acordaban de Machuchal y de José Miguel Agrelot, y
todas las películas en blanco y negro, y programas en los que Tavin salió en
los 60 y 70.
Pero la televisión puertorriqueña se quedó
atrás. Optó por convertirse en una lata asimilada a lo hispano. Ese rol
unificador que tuvo por años la televisión en Puerto Rico, ese poder de
representar una época y unos retos colectivos, desapareció. Agonizó por la
dejadez. Murió aplastado por la falta de compromiso y visión a largo plazo. Por
eso cuando el Secretario de Estado
Víctor Suárez entregó la proclama que establece la
Vigésimooctava Semana de la Televisión en Puerto Rico del 18 al 24 de septiembre, en
realidad lo que parecía era un funeral.
Con una Junta de Control Fiscal arriba y en el
momento en que hay más puertorriqueños viviendo en la diáspora, habría que
preguntarse, ¿nos representa nuestra televisión actual? ¿Qué recordarán de esta
época nuestros hijos? ¿Habrá ese hilo conductor que tienen las generaciones anteriores?
¿O es que ya el equivalente de la Junta de Control Fiscal gobierna la industria
de la TV?
Me niego a aceptar esa visión que predomina
entre amplios sectores de la industria, porque la evidencia va en dirección
contraria. La gente quiere consumir lo de aquí. Así como hay hambre por la
verdad en las noticias, hay necesidad de producciones locales que retraten lo
que somos.
Un ejemplo de esto es el fenómeno del
comediante Raymond Arrieta. Su arraigo masivo obedece a que la logrado
cristalizar la necesidad del público. Ha hecho una mezcla, un “blend” de generaciones. Ha sabido rodearse
de gente brillante y de talentos como un Jorge Castro, un René Monclova, la
chispa de Miguel Morales, y gente joven que logran ese sancocho televisivo que
la gente apoya. Juega con esa nostalgia que evoca las viejas comedias como En
Casa de Juanma y Wiwi o los programas de
Paquito Cordero y Elín Ortiz. Como ha habido un auge de lo “retro”, Raymond y
su producción sabiamente han podido capturar esa necesidad como base, intercalando
con los temas de la juventud. Por eso su “Debacle” tuvo tanto o más rating que
los dos debates políticos que han pasado antes porque tiene la actualidad con
buen libreto.
Hay otros ejemplos destacados en la televisión
actual, especialmente en WIPR y Sistema TV, pero cada día son menos a nivel
comercial porque las televisoras insisten en programar con novelas turcas o
japonesas, o en la repetición constante de “estrenos” que pasan por
decimoquinta vez y que en realidad son películas viejas de cine que ya HBO han
quemado, o se conforman con lo más simple que no les cueste mucho en
producción.
Productores locales como un Luisito Vigoreaux,
una Gilda Santini o un Tony Mojena, que son los tres grandes que quedan, aún batallan
para que los auspiciadores los
respalden. No se reinventan porque no los dejan. Creatividad hay, pero no evolucionan
porque el momento de hacerlo que era cuando había presupuesto. Ahora que no hay
chavos, no se atreven a arriesgarse por temor a perder lo poco que hay. Pero
dejémonos de negación, capacidad tienen. Cuando a Tony Mojena le dan
presupuesto produce los premios Billboards o un Latin Grammy para Telemundo
mejor que cualquier productor que venga de los Estados Unidos o de cualquier
país latino. Pero el reconocimiento a nivel local no está porque las cadenas
sólo dan presupuesto a lo que genere ganancias instantáneas, no progresivas. Muchas
veces el productor quiere arriesgarse, pero la gerencia en la estación no lo
permite por el temor a perder dinero.
El problema es que mientras siguen produciendo
así, no hay visión para exportar contenidos como hacen en otros mercados y no
se potencia este negocio como una verdadera industria que atraiga capital y
desarrollo económico que tanto se necesita.
Lo triste es que hay mercado y hay necesidad
porque ahora mismo en todo el mundo se está buscando contenido. Netflix, Hulu,
Time Warner y las cadenas globales están buscando temas para transmitir en
celulares y tabletas, pero aquí y nos estamos quedando atrás. Y el idioma ya no es excusa. En la televisión
hispana en los Estados Unidos por ejemplo, la cadena Telemundo ajustó su
programación para atraer una audiencia más exigente y el resultado es que por
primera vez le está ganando en las encuestas a Univisión, como reportó lunes el
periódico The Wall Street Journal. http://lat.wsj.com/articles/SB11157124996790804300704582322433405723496?tesla=y
Pero en Puerto Rico insisten en lo mismo.
Parecería que mientras el consumidor está digital, todavía los ejecutivos y
dueños de las televisoras aquí están análogos. Si Puerto Rico exportaba novelas
y otros programas, ¿Por qué no se potencia ese modelo de negocios ahora? ¿Por
qué y para qué entonces estamos celebrando la Semana de la Televisión?
Por otro lado, la crisis económica debería
mover a los canales a producir mejor contenido porque muchas personas - especialmente
los viejos - se han visto obligados a cortar el servicio de cable. Por eso
consumen más televisión local, como lo confirmamos en este mismo espacio en marzo en una columna . En ese sentido, hay que analizar
las tendencias. Los gustos de las audiencias están cambiando por tener un
segundo televisor. Además, las televisoras secundarias tienen una oportunidad
de mover sus programas y competir así mejor con los canales principales pero,
por ahorrarse dinero, han bajado la potencia de sus transmisores y entonces la
señal no penetra en todas partes y pierden audiencias.
Lo otro es que se necesita más arte y
creatividad. Más cultura general. La televisión actual está siendo controlada
por personas que sólo son inversionistas o técnicos y no necesariamente
talento. El último intento conocido de esto fue Tommy Muñiz que supo combinar
talento y negocios, por eso su contenido es referente cultural de generaciones.
Esa diferencia en contenido es posible.
Esperamos que la televisión en Puerto Rico
despierte, se actualice y se mire a si misma como un negocio con amplio
potencial de exportación. Si no se
actualizan, como cantaría Tavin Pumajero, nos van a talar lo que queda de la
finquita.
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