¿Son los
periodistas chismosos? Es una pregunta que me hago con mucha seriedad, pero
cada vez con más frecuencia. A veces me decepciono cuando no encuentro una
respuesta contundente ante la manera en que a veces se ejerce el periodismo.
Sucede en esos momentos en que se cruzan las líneas y la llamada “prensa seria”
se viste con la impostura de los programas televisivos de chismes y el llamado
periodismo del corazón.
Cuando en la
portada del diario, o en el titular de radio o televisión el énfasis es que JLo
quiere casarse por cuarta vez, o que Maripily volvió con el novio, o que Barea
está con otra, y temas por el estilo, me hago la pregunta. ¿Es eso noticia o es
un chisme? Entonces, quien la ofrece, ¿es periodista o es un chismoso?
Realmente es un empleado que labora en un medio que tiene que vender, así que
responde a los intereses del negocio, pero ¿dónde está la diferencia?
Los chismes y
rumores, como dice el periodista y profesor de comunicaciones Mario Roche, son un
déficit informativo que produce “información que parece verdad pero no lo es”.
Las audiencias de televidentes, radioescuchas, cibernautas o lectores consumen
el producto que dan los medios y lo usan como anestesia a sus problemas para no
pensar demasiado. Ese proceso de cómo la sociedad se la lobotomizado ante la
prensa banal, los malos escritores y las presiones editoriales que empujan
historias llanas que no fomentan el pensamiento crítico es una tendencia global
que ha sido muy bien analizada, entre otros, por Mario Vargas Llosa en su
ensayo “La civilización del espectáculo”.
Como parte de esa
movida muchos periodistas se intoxican con los rumores. Otros suelen adoptar
narrativas del mundo del espectáculo para contar las noticias como asesinatos o
juicios, como si fuera parte del show business.
Un periodista
es un informador que recurre a fuentes fiables y verificables. Un chismoso es
un enredador, murmurador y cizañero. Ambos suelen ser cuentistas y entrometidos,
la diferencia radica en el principio básico que establece el periodismo, que es
apegarse a la verdad con rigor. El periodista averigua y se entromete, pero
debe corroborar, no disparar de la vaqueta.
Los dos tienen
que informar en el menor tiempo posible para ganarle a la competencia, pero una
diferencia fundamental debería ser la exactitud del contenido. Sin embargo, las
noticias que cubre la llamada “prensa seria” a veces carecen del elemento
básico que es la corroboración. A veces especulan, publican falsedades y no
corrigen, lo que a su vez, crea una opinión pública.
Las redes sociales
tienen mucho que ver con esto porque sabemos de periodistas y medios noticiosos
que usan rumores de lo que ven en Facebook o comentan en Twitter, lo convierten
en noticia sin aún haber corroborado el dato. Publican y si se equivocan,
quizás pidan perdón después. ¿No es eso acaso un chisme? ¿Qué diferencia entonces hay
entre ese medio que tiró el chisme de Twitter sin corroborar y un programa de
“chismes” que sí corrobora y entrevista a los implicados? Ambos también
comentan y suelen editorializar.
El asunto se complica
porque de la misma manera en que los programas de cotilleo ya no tienen
farándula local para cubrir y se enfocan en temas sociales o políticos, la
prensa tradicional se mueve a los chismes. Quieran o no admitirlo, es una
realidad irrefutable.
A la confusión
también abona la presión económica en los medios que ahora ya no distinguen
entre lo que es ventas y lo que es noticia. Me refiero a las entrevistas
pagadas. Esas que se ven a diario de la faja milagrosa, la crema antiarrugas,
el colágeno o las alarmas de seguridad.
En algunos
diarios ampliaron los suplementos para publicar noticias “pagadas” a diario por
anunciantes. En la radio se confunden como segmentos de programas y en la
televisión hasta interrumpen el flujo
del noticiario para disfrazar como entrevistas a las integraciones de productos
de dudosa reputación, o no tienen la capacidad de investigar su procedencia
porque vienen impuestos por ventas. Todo esto afecta la credibilidad del medio
y del periodista.
Todas estas
tendencias abonan a que cada día surjan más voces atacando a los periodistas
serios. Casi todos son ataques son injustos, porque es la empresa mediática y
no el periodista, por eso el comunicador debe hacer la aclaración para el
público, de modo que sepa que es un comercial lo que dice y no una noticia
verdadera, o un tema serio y no chisme.
Nota: Esta es
la segunda parte de la columna “Chisme farandulero” publicada la semana pasada.
Nota: Esta columna fue publicada en
El Vocero el 26/8/14 http://elvocero.com/periodistas-o-chismosos-parte-2/
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