Periodista independiente en Puerto Rico

Sunday, December 28, 2025

HONRANDO LA MEMORIA DE DON William Prats


Hoy despido a un hombre que me enseñó que los lazos del corazón no entienden de divorcios ni de tiempo. Hace más de 20 años mi vida tomó un rumbo distinto al de su hijo, pero Don William Prats nunca dejó de ser mi familia.
Fue un verdadero caballero, en el sentido real de la palabra, que me ofreció su respeto siempre, y un cariño incondicional durante más de dos décadas, sin importar las circunstancias de la vida. Era parte de mi vida. Era familia.
Fue un hombre admirable en todas sus facetas: un corredor de maratones incansable, un experto en telecomunicaciones que ayudó a conectar al país con fibra óptica, un padre ejemplar, un esposo como pocos, un abuelo amoroso, un suegro y exsuegro, más que nada, un amigo.
Siempre recordaré que don William era la única persona en la vida que sabía hacerme el café exactamente como me gusta. Un gesto sencillo, que encerraba un cariño inmenso.
Atesoro nuestras pláticas y ese amor compartido por los libros viejos, especialmente aquellos de fotografías y de la historia de Puerto Rico. Era uno de los estadistas más estadistas que he conocido en la vida, pero las diferencias ideológicas nunca nos distanciaron porque siempre nos unió un respeto profundo e inquebrantable.
Más que nada, fue un abuelo amoroso y presente, y eso para mí, es lo más importante en la vida.
Nunca hubo una graduación, cumpleaños, fiesta, recital o ‘field day’ al que lo invitáramos y que don William y Magda nos fallaran. Jamás. Por el contrario, eran los primeros en llegar. Pero también nunca falló en estar pendiente a su nieta Mariela con sus múltiples condiciones de salud, terapias y hospitalizaciones.
Fue un abuelo presente en la vida de mi hija Mariela, que como el mismo me decía, parece más hija de Magda que mía. “Se parece a su abuela, en todo”, solía decirme siempre y yo asentía, porque es la pura verdad.
Cuando Mariela comenzó su bachillerato en arte, don William vivía emocionado y me lo dijo. Para mi no había una mayor alegría que llamar a don William para preguntarle si iba conmigo y con su nieta a comprar materiales en Home Depot. Yo decía que ese era su “Toys R’Us” porque era su tienda favorita. Raudo y veloz nos íbamos a comprar cosas y él se lo gozaba. Pasábamos horas caminando por los pasillos y viendo cosas en Home Depot.
Hace como un año, Mariela tenía que hacer una obra “as is”, es decir, con materiales existentes, debía crear arte. Decidió hacer un laberinto (“maze”). Allá fue don William hasta el Home Depot de Montehiedra, y entre los dos cargamos tres rollos enormes de bambúas, porque su nieta no quiso las pequeñas ni las medianas, sino las más grandes.
Don William me ayudó a cargarlos, a meterlos en el carro y quería comprarle los tres, pero no lo permití. “Pues esta bien. Dos”, me dijo. Yo accedí y compré el tercero. Después don William y Magda fueron a la Escuela a ver la obra de su nieta, y el nos dijo que se sentía orgulloso.
Hace unos meses ya don William estaba enfermo, y fuimos a su casa a verlo. Magda y yo hablábamos sin parar, como siempre hacemos, pero de pronto todo se detuvo cuando lo escuchamos cantando. Le cantó estos versos a Mariela que jamas olvidaré: "Te quiero, mi amor. Y sí, mi alma, te quiero. Tú eres mi vida. Te quiero. Te quiero, Te quiero vida, de todo mi amor”.
Hoy fuimos al Centro Comprensivo del Cáncer a verlo. Magda nos dijo que era el momento y ya estaba por emprender su vuelo. Cuando llegamos, le hablamos. Abrió sus ojos, movió sus dedos, miró a Mariela, y le bajaron dos lágrimas. Todos allí lo vimos y Magda me dijo que se despedía de nosotras.
Gracias, Don William, por amar tanto a su nieta, y por haberme regalado su cariño y respeto hasta el final; por ser y estar siempre…
Descanse en paz.

(Publicado originalmente en Facebook)


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