Periodista independiente en Puerto Rico

Tuesday, October 28, 2025

El Eco Roto: Una Voz en la Tormenta y la Agonía de Jamaica

Recordando la corrupción de María, una periodista exige que la prensa rechace el silencio y se convierta en el "cordón umbilical" de Jamaica para la ayuda y la verdad en medio de la devastación de Melissa.

El aire huele a sal, a metal retorcido, y a una desesperanza tan densa que apenas permite respirar. La memoria de la tormenta, que aquí llamamos huracán María, no es solo un recuerdo; es una cicatriz profunda en el alma de Puerto Rico, y un eco que ahora, con escalofriante nitidez, resuena desde las costas de Jamaica.

Hace ya años, me encontré de pie en la oscuridad. El único hilo de luz y voz en un país paralizado. Recogí esas noches de vida y muerte al micrófono en mi libro de 2018, "Bitácora de una transmisión radial". (Trabalis Editores) No fue un acto de heroísmo, sino una obligación moral que me dictaba el corazón, la de ser el último faro en la noche para miles. Cada transcripción era un alarido de desesperación, una súplica, un susurro de vida. Y a veces, como bien recuerdo, mi voz se quebraba, se ahogaba en la impotencia de no poder dar más que palabras a quien lo necesitaba todo.

Lloraba en la penumbra de la cabina, no por el miedo personal, sino por la rabia de ver cómo la miseria se convertía en oportunidad para los corruptos. Recuerdo como si fuera una bofetada cada vez que escuchaba las mentiras oficiales, las cifras de muertos que bailaban entre el descaro y el cinismo, mientras nosotros, los periodistas, sabíamos que la verdad yacía enterrada bajo miles de escombros y cuerpos sin contar. Decían que eran 4,645 y al final, se transo por la cifra de 3,000 almas al final. Un holocausto en cámara lenta.

Y hoy, mientras en Puerto Rico volvemos a encender las luces y a contar nuestras bendiciones, mis pensamientos se hunden en el corazón de Jamaica. Melissa, otra fuerza de la naturaleza con nombre de mujer, ha pasado dejando tras de sí un rastro de destrucción incomprensible. Va ahora rumbo al sureste de Cuba, un país que tanto me marcó en la vida y en mi carrera de periodista.

Mi amigo Rubén me lo preguntó desde Boston: "Me pregunto si esta noche hay una Sandra Rodriguez Cotto transmitiendo sosiego e información por la radio allá en Jamaica..."

La pregunta se clava como una astilla helada. No dudo que hay otros, gente para mi anónima de la radio con la garganta seca y el corazón en la mano. Pero, ¿sobrevivirán ese monstruo?

Me imagino el miedo, la desolación. La desesperación por el silencio de los seres queridos. ¿Estarán pasando frío? ¿Hambre? Pienso en nuestros viejos, en nuestros niños, atrapados por la maleza y los caminos rotos. Esa necesidad incomprensible, ese abismo de no tener agua ni voz. Eso mismo lo viven ahora ellos allá en Jamaica y Cuba.

Y pienso que aquí es donde reside la importancia sagrada de la prensa en momentos de emergencia: no solo informar sobre la ruta de la tormenta, sino ser el cordón umbilical que une la vida. La voz que exige cuentas al poder, que fiscaliza la ayuda, que no permite que la corrupción se alimente del dolor ajeno. Es el deber de quebrarse la voz para que la ayuda llegue, de gritar la verdad, aunque el mundo esté a oscuras.

Y es precisamente desde esta profunda herida compartida que surge el llamamiento de solidaridad desde Puerto Rico. No podemos quedarnos quietos ante este eco de nuestra propia tragedia. La única manera de honrar lo que vivimos con María es recordar para actuar.

Cada puertorriqueño que experimentó la desesperación del silencio, que sintió el sabor del arroz con latas o la angustia de la fila por la gasolina, sabe exactamente lo que siente una madre jamaiquina esta noche. Esa conexión emocional no es solo tristeza, es un motor de empatía que debe convertir nuestra memoria en un llamado: tu dolor pasado es el puente para entender y aliviar su dolor presente.

Para una periodista como yo, el rol ahora es doble: ser un faro de conciencia y una voz para los que han enmudecido. Desde la cabina o la pluma, debemos informar sobre la situación crítica en Jamaica y, al mismo tiempo, fiscalizar la respuesta global. ¿Están llegando los recursos? ¿Hay transparencia?

Mi plataforma no debe limitarse a contar, sino a darle voz a la desesperación de Jamaica, exigiendo que su angustia no se convierta en una nota de pie de página olvidada por la indiferencia internacional. Hay que actuar con intención: canalizar la ayuda a través de organizaciones serias, donar con el recuerdo de lo que aquí se necesitó (filtros de agua, baterías, kits de primeros auxilios), y sobre todo, honrar su lucha enfatizando su resiliencia. No son víctimas; son sobrevivientes que, al igual que nosotros, se levantarán de las ruinas.

Que mi "Bitácora" no sea solo la historia de Puerto Rico, sino el manual de supervivencia y el llamado a la acción para todos los que, en la noche más oscura, necesitan saber que no están solos. El Caribe es un solo corazón latiendo en el mismo mar, y ahora, ese corazón llora por Jamaica.

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