Frente a la fiscalización de la prensa, sus recientes ataques a periodistas revelan la agresión como táctica y su verdadera cara, una que ninguna campaña de marketing puede ocultar.
La cara llena de odio, los gestos jaquetones,
los ademanes varoniles como invitando a pelear. Lo que todo Puerto Rico vio el
pasado jueves no fue a una gobernadora respondiendo una pregunta difícil sobre
la crisis de la violencia hacia la mujer. Lo que vio fue la verdadera
naturaleza de Jennifer González, desatada y sin filtros, contra un periodista
que solo hacía su trabajo. El espectáculo fue tan revelador como preocupante, y
nos obliga a preguntar: ¿por qué esta reacción tan desproporcionada?
La respuesta es simple: fue una cortina de
humo. Una estrategia deliberada y violenta para desviar la atención del
verdadero escándalo: la ineptitud de su gobierno ante un grave caso de
violencia de género.
Esa reacción nos dice que, para la gobernadora, el enemigo no es la violencia machista, no es la agresión contra una mujer frente a sus hijos, ni siquiera la filtración de documentos oficiales desde su propia administración. No. Para Jennifer González, el diablo es la prensa que se atreve a preguntar.
El Fracaso que se Quiere Ocultar
Hablemos de lo que realmente importa. En medio
de un caso donde la presunta víctima es la senadora conservadora Joanne
Rodríguez Veve y el supuesto agresor el cabildero estadista Carlos Mercader, un
documento confidencial se filtra desde la Oficina de la Procuradora de la Mujer
(OPM). La pregunta lógica de cualquier periodista es: ¿cómo ocurrió esa falla
de seguridad?
La respuesta del gobierno fue un ataque. La
Procuradora, Astrid Piñero, una ex mano derecha de la gobernadora, rompió todo
protocolo al enviar una carta amenazante al periodista y a su medio,
prácticamente culpándolos por la existencia de la filtración. ¡Es ella la que
tiene que rendir cuentas, no el periodista por preguntar!
Como bien denunció el veterano periodista
Rafael Acevedo, esa carta es “una amenaza a la libertad de expresión y un
ataque directo a toda la prensa” de una administración que se comporta como una
“caricatura trumpista”. Es un burdo intento de intimidación para que nadie
cuestione su negligencia.
Un Patrón de Conducta, No un Incidente Aislado
Esta agresividad de Jennifer González no es
nueva. Quienes la han observado por años saben que es un patrón. Muchos todavía
recuerdan aquel debate con Aníbal Acevedo Vilá, cuando se salió del podio y se
le cuadró de frente, en un gesto de confrontación física.
En
otra ocasión fue en el 2006 cuando ella le dio un premio al empresario de la
derecha cubana Julito
Labatud, a quien todos los documentos de FBI lo señalaban como implicado en
la persecusión de independentistas con las actividades delictivas de la ganga
de Alejo Maldonado y del grupo que asesinó al activista cubano Carlos
Muñiz Varela.
Otros la recordamos en la turba que fue a
atacar precisamente la Procuraduría de la
Mujer que entonces dirigía María Milagros “Tati” Fernós. El pretexto era
una bandera, la realidad era un motín contra un espacio que defiende a las
mujeres. Junto a la ahoga gobernadora estaban, entre otros, el hoy “zar” del
agua Carlos Pesquera, el hoy presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz; y
hasta el ahora “comentarista” Leo Díaz. No olvidamos que el Tribunal Supremo en
mayoría del PNP los declaró inocentes, aunque hicieron el motín precisamente intimidando
y atacando a esas mujeres – algunas víctimas – de la violencia machista.
Esa es la Jennifer González que reapareció el
jueves. Una figura completamente distinta a la imagen tierna que su equipo de
marketing y propaganda
construyó cuando se enamoró y retozaba en el césped para las cámaras, o
cuando anunció su maternidad. De la abundancia del corazón habla la boca, dice
el refrán, y lo que el país vio fue la crudeza de su carácter cuando la fachada
se cae.
La Guerra Contra la Prensa Libre
Lo que le ocurrió al compañero periodista Juan
Costa no es un hecho aislado, sino parte de una guerra declarada contra la
prensa libre, siguiendo el mismo manual de Donald Trump. Es la misma táctica
que usaron la semana pasada cuando le prohibieron la entrada a La Fortaleza al
periodista José Luis Lebrón para evitar que hiciera preguntas incómodas. Se
ataca al mensajero para desacreditar el mensaje y para aterrorizar a quienes
fiscalizan. El objetivo es claro: un gobierno sin preguntas es un gobierno sin
rendición de cuentas.
Los periodistas tenemos que estar claros: no
podemos ceder. Este burdo intento de manipulación y de intimidación no debe
silenciarnos; al contrario, debe motivarnos. Ahora es que hay que apretar y
fiscalizar más a esta señora y a su gobierno entero.
Son ellos los que tienen que responder. En vez
de enviar cartitas amenazantes, como hacen los bullies de escuela, la
gobernadora y su Procuradora deberían estar trabajando. Deberían estar
sirviendo a las miles de víctimas de violencia de género, proveyendo soluciones
a esta crisis y garantizando la seguridad en sus propias agencias. Su deber es
gobernar, no pelear con la prensa para esconder su fracaso.
Este es un momento definitorio para la prensa en Puerto Rico, y retroceder no es una opción. Pero que quede claro: frente al ataque, la respuesta de la prensa digna será una fiscalización más férrea. No daremos ni un paso atrás. Es nuestra responsabilidad combatir la propaganda oficialista y separar el grano de la paja, para que el país sepa quién informa y quién simplemente obedece.
El pueblo no es tonto; sabe perfectamente quién
le sirve a la verdad y quién al poder de turno. Esa distinción es la que hace a
la prensa libre vital para la democracia, hoy más que nunca. Hay que recordarle
al poder que no estamos aquí para ser sus amigos, sino para vigilarlo. Nuestra
lealtad es con el pueblo, no es con usted señora gobernadora.
(NOTA: Esta columna salió publicada originalmente hoy mismo en el diario cibernético !Ey! Boricua Favor de compartirlo en cualquiera de sus formatos porque no podemos permitir un ataque a la libertad del pueblo a estar informado a través de sus periodistas responsables. Gracias.)

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