Emigración de talentos como asunto del año que termina
Cierro el año
con dolor, con una melancolía grande, porque veo cómo se escapa el Puerto
Rico de ensueño y se transforma en el del hastío. Ese cansancio y
frustración colectiva producto de las décadas de crisis económica, de
corrupción e incompetencia en los gobiernos, y de criminalidad e inseguridad,
hacen que donde único parece verse un rayo de esperanza es en el aeropuerto
internacional. En el 2014 el “me voy. Me voy de Puerto Rico”, como quizás no
pasaba desde los años 50, ha sido el lema entre los puertorriqueños.
Son muchos los
amigos y conocidos que se han ido del país. Gente cercana, relacionadas al
trabajo y a nivel familiar que se van pero esa sensación de
melancolía se cristalizó finalmente en mi ser esta semana con una conversación
que tuve con un joven de 24 años a quien quiero como si lo hubiera parido yo,
su hermano de 16 y el padre de ambos.
“Me voy el cuatro de
enero, después de despedida de año y antes de Reyes. Ya no aguanto más”,
sentenció T y no encontré qué más decirle.
Ya lo había convencido unos
años antes de no meterse al ejército. Eso de ser héroe de otra patria, como el
título de la película, va en contra de mis principios éticos e
ideológicos. Siempre he estado en contra de ese afán belicoso de nuestra historia colonial
que empuja a tantos jóvenes a carreras militares ante la falta de
oportunidades, sin saber que muchos terminarán muertos o enfermos, provenientes
de guerras con las que no tienen nada que ver. Los engañan con sueños de
estudios y de un chequecito que acá no consiguen pero terminan esclavos del
sistema, porque en la historia está claro que los puertorriqueños, como los
negros o los indios americanos, siempre son la carne de cañón en la milicia de
los Estados Unidos. La milicia es pa’ los pobres, no para los políticos ni
mucho menos para sus hijos. Ellos saben más que eso, elucubré yo.
No. Esta vez
no sabía que decirle porque ya no me quedaban más argumentos. Él llevaba
muchos meses de trabajos al salario mínimo y con eso no se mantiene
su familia, ahora que él es padre de una niñita. No importa que tenga un
bachillerato. No importa que esté dispuesto a trabajar en lo que sea, en el
horario que sea y en el pueblo que sea, la cuestión es que no hay trabajo. Y no
quiere vivir del cuento ni mucho menos de las ayudas del gobierno. Estudió
para trabajar.
-“Me tengo que
ir. En este país no hay nada”, me dijo T.
-“Eso es
verdad. Yo cuando me gradúe también me voy. Este país no sirve”, dijo su
hermano adolescente.
-“No digan
eso. Aquí siempre tienen a su familia. Puerto Rico es su patria, no
es una porquería”, les dije.
-“¿Pero patria
de qué? ¿Para qué? A mí la patria no me da trabajo, no me da oportunidades, me
tiene jodío”, dijo T.
-“Siempre hay
trabajo, es cuestión de no rendirse y de exigir sin cansarse, de exigirle a los
gobiernos. De buscar y crear las oportunidades”, dije yo. “Ustedes dicen eso
porque son producto de toda una generación que vive aquí pero ya no se siente
de aquí, que se ha criado en sistema que les ha borrado esa conexión con la
patria, donde un Xbox importa más que nuestra historia, porque el sistema les
ha borrado la identidad. Lo siento, lo siento tanto, porque es complejo esto de
la colonia y ustedes no lo van a entender. Así es el sistema”.
– “Eso no
sirve de nada”, me interrumpió el padre. “Puerto Rico se fastidió. Es increíble
como dejaron caer esto. Todos los partidos lo hundieron, el que está ahora no
sirve y lo que parece que viene es peor. Aquí en los 90 empeñaron todo. Desde
entonces se creó la cultura del malanteo, del tirador, que manda o
del listo, del tramposo, del que roba. Esos son los únicos que están bien. Aquí
se cayó la construcción, la banca, la economía, y ahora Obama nos acaba de
hundir con lo que hizo en Cuba. Aquello allá va a mejorar, las inversiones se
irán para allá y aquí nada. No quiero que mis hijos pasen necesidad aquí. Que
se vayan porque sé que allá estarán mejor”.
Los miles de
argumentos que esbocé por meses, por años, no me sirvieron antes y menos ahora.
No supe cómo defender el país cuando ya hay una decisión tomada para irse de
aquí. Ya el Censo lo señala. Son casi 50,000 personas que se han ido de un año
a otra y dicen que a este ritmo se irán 400,000 en una década. No importa si
se van con expectativas a Florida o a Texas y después no encuentran trabajo o
tienen que ser esclavos con tres turnos para poder sobrevivir, pero ese es el
sueño americano que le venden. Sienten que por lo menos hacen algo y acá, nada.
No me quedó de otra.
Guardé
silencio y respeté su decisión. Se va. Se va de Puerto Rico. Ojalá le vaya
bien.
Esta fue mi última columna del año 2014 para el periódico El Vocero, que se publicó el martes, 30 de diciembre de 2014. http://elvocero.com/me-voy-el-lema-del-2014/
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