Juez Ramírez Lluch. (Foto NotiCel) |
La forma en que se suicidó el juez José Ramírez Lluch simboliza,
lamentablemente, el ahorcamiento de nuestra Judicatura. Ellos mismos se
han ahorcado.
Los jueces se han colgado por establecer castas entre unos pocos,
por promover la politiquería y por mantener mecanismos injustos que
abonan a la desinformación y no educan al país.
Y los medios
noticiosos, en vez de interpretar el dramático acto del conocido juez
como símbolo de un mensaje mayor sobre lo que ocurre al interior de los
tribunales, optaron por lo más fácil: enfatizar en el morbo, falta de
profundidad y crear un ambiente de circo con una trágica muerte.
Pero lo verdaderamente triste en todo esto ha sido el silencio de los
que mandan en la Judicatura que han preferido callar sin dar
explicaciones, permitiendo toda suerte de especulación. Luego, algunos
se fueron a dar golpes de pecho en sus salas o en el velorio del juez
sin darse cuenta de que no cargaron el féretro. El féretro los cargó a
ellos. Se demostró así la injusticia que impera en esta rama de
gobierno.
Precisamente en esta Semana de los Abogados (22-26 de
junio) en la que se debería celebrar la profesión legal en Puerto Rico,
el caso del juez Ramírez Lluch nos demuestra que aquí no se dice nada,
todo se filtra, no investigan a los que tienen que hacerlo y el
perjudicado, queda sin derechos.
¿Por qué se desinformó diciendo
que había una querella contra Ramírez Lluch? ¿Por qué no se explicó que
era una queja, no una querella? ¿Existe un informe? Si no estaba
completo en informe, ¿por qué se filtró? ¿Cuál fue el interés en filtrar
eso? ¿Quién lo filtró? ¿Se filtró porque era un caso de índole sexual?
Si fue así, ¿acaso no tenemos una jueza en el Supremo que es lesbiana?
¿Por qué a unos sí y a otros nos? ¿Le dieron al juez espacio para
defenderse o se le negó como impone el reglamento? ¿En qué se parece o
se diferencia la renuncia de Ramírez Lluch a la administración del
Tribunal de San Juan a lo que pasó con la anterior administradora en el
Tribunal de Bayamón? Son muchas las preguntas sin responder porque se
logró lo que la casta en el poder judicial siempre quiere: el silencio.
Si se fuera a comparar esto con otros casos, ¿por qué no hubo
filtración en el caso del juez de Aguadilla, Manuel Acevedo, contra el
que había varias quejas y querellas? Acevedo es hoy convicto por coger
dinero en el caso del contable Lutgardo Acevedo a cambio de que lo
absolviera en un caso de homicidio. ¿Será acaso que ese juez Acevedo
está hablando de lo que pasa en otras regiones judiciales? ¿Es cierto
que vienen más jueces a ser investigados? ¿Por qué el silencio de los
federales?
El foro de la opinión pública
La excesiva cobertura mediática del suicidio y los rumores sobre una
querella de naturaleza homosexual o bisexual, la alegación de
hostigamiento sexual en el ambiente laboral, la filtración de la noticia
y el silencio de los que dirigen la Rama Judicial demostraron lo
injusto que es el sistema para todos. De hecho, en conversaciones con 12
jueces de Primera Instancia y del Apelativo, que tienen orientaciones
sexuales distintas y de extracciones políticas diversas, todos
coincidieron que cuando ocurre una queja contra un juez, ese juez pierde
derechos.
Parte del problema es el desconocimiento generalizado
sobre el proceso cuando se investiga a un juez. En la prensa son pocos
los que han hablado de tema y en la Oficina de la Administración de los
Tribunales (OAT) ni en el Tribunal Supremo lo han explicado.
Desde septiembre de 2014 el Tribunal Supremo enmendó de forma unánime
las Reglas de Disciplina Judicial. El objetivo era promover la política
de “cero tolerancia a las violaciones éticas” y fortalecer la confianza
del pueblo en la Judicatura. http://www.ramajudicial.pr/ts/2014/2014TSPR105.pdf Cualquier
confidencia, incluyendo las anónimas, permiten investigar jueces.
También las reglas determinan que es la Directora de la OAT quien
determina si se investiga o no a un juez. http://www.ramajudicial.pr/sistema/supremo/Reglas-Disciplina-Judicial-enmendadas-(2014).pdf
El proceso es este:
1. Alguien radica queja contra un juez y se le dan 10 días a ese juez para que conteste su posición.
2. Se hace un informe de investigación.
3. Se le dice al juez si su caso se refiere a la Comisión de Disciplina
Judicial. En ese momento la queja, el informe, lo que el juez conteste y
la determinación, o sea, todo el expediente, es un documento público.
4. La Comisión determina si ordena que se presente una querella formal.
5. El juez aún no puede defenderse públicamente aunque el caso trascienda en la opinión pública.
6. La Comisión determina si hay causa para un juicio.
7. Entonces se radica la querella.
En estos siete pasos el juez no tiene derecho a defenderse, por el
contrario, está desprotegido. Como si fuera un toro que entra a una
corrida lleno de puñaladas, ese juez tiene que callarse. Aunque
públicamente la prensa hable de su reputación o de su carrera, aunque su
familia desconozca por qué se quejaron contra él, si la queja es de
naturaleza sexual o de lo que sea, si es cierta o no, el juez, no puede
defenderse de los ataques y cuestionamientos en el foro de la opinión
pública, según ese reglamento. ¿Dónde quedan los derechos del juez en
todo este proceso? Ni un asesino en primer grado está tan desprovisto de
derechos como los jueces cuando alguien se queja en su contra.
En el caso del juez Ramírez Lluch, si la queja se filtró antes de que el
juez fuera notificado, se violó el reglamento. Pero si la información
se le dio a la prensa después, ¿fue eso justo para él? No hay que ser
abogado para cuestionar si esto es una violación constitucional. ¿Dónde
queda la dignidad del ser humano, su derecho a la honra y a la
reputación garantizados por la Constitución del Estado Libre Asociado?
¿Puede un juez defender su imagen propia si ya hay especulación en su
contra en la opinión pública? Y en la etapa en que ya hay una querella,
¿puede la OAT tan siquiera explicar el proceso?
Aquí lo que hay
que establecer es el balance entre lo que es la libertad de prensa y el
interés público a conocer los desmanes y prácticas al interior de la
Judicatura, y el derecho que tienen los individuos que son jueces a
defenderse. Ese balance no existe y quedó claramente demostrado con
Ramírez Lluch.
También hay que entender si esa enmienda que hizo
el Tribunal Supremo a las Reglas de Disciplina Judicial a la hora de la
verdad, ayudan o perjudican a los jueces y al pueblo. http://aldia.microjuris.com/tag/reglas-de-disciplina-judicial/
Silencio cómplice
Aunque el reglamento les impida hablar, la administradora de los
Tribunales, la jueza Isabel Llompart, el director de prensa de la OAT,
Daniel Rodríguez, y hasta la propia jueza presidenta del Tribunal
Supremo, Liana Fiol Matta, tenían que dirigirse a los periodistas para
evitar la especulación pública que se creó. En ese sentido, los tres son
responsables del circo mediático y del linchamiento público que se
intentó hacer al carácter del juez Ramírez Lluch.
Es un hecho
que los medios de comunicación y la tecnología se mueven con rapidez.
Además, en materia de manejo de crisis, siempre hay que responder aunque
sea para explicar que por reglamento no se puede decir nada. Lo propio
hubiera sido que explicaran el proceso. ¿Por qué no lo han explicado?
¿Quién dio la orden para que no hablaran con los periodistas? ¿Serían
los mismos que filtraron el informe?
La OAT permitió la
especulación y no fue sino hasta el viernes que le contestó a NotiCel
que a los jueces y juezas les cobija el derecho a la confidencialidad
sobre las quejas. http://www.noticel.com/noticia/social/177186/oat-se-escuda-en-reglamento-para-callar-sobre-ramirez-lluch.html#.VYYZvBb4cfA.mailto
Pese al silencio de la OAT para aclarar si el juez enfrentaba o no una
queja, la Jefa de Recursos Humanos envió el viernes pasado una promoción
del Programa de Ayuda al Empleado a todos los miembros de la rama
judicial, en la que ofrece consejería y ayuda para el manejo de
conflictos como medidas de prevención en el ambiente de trabajo.
Lo que no explicó esa Jefa de Recursos Humanos ni nadie en la OAT ni el
Tribunal Supremo es que si un juez se atreve a usar esos servicios del
Programa de Ayuda al Empleado se expone a que le radiquen quejas en su
contra, a que se cuestione incluso su salud mental y su capacidad para
permanecer en funciones. Por eso es que casi ningún juez usa ese
servicio.
La raíz del problema
La raíz
del problema de la Judicatura es la politiquería. ¿Qué es lo primero que
se pregunta cuando hay un asunto con algún juez? Se pregunta quién lo
nominó, si es popular o penepé. Teniendo esa persona la capacidad y la
templanza para ser juez, impera la politiquería. Por ahí vienen las
filtraciones en casos de opositores políticos o el arrastrar pies y
callarse cuando son de los correligionarios. Por eso la Judicatura
tiene que profesionalizar su estructura organizativa.
Ser juez
es una profesión digna, que requiere una formación personal e
intelectual. No todos tienen la capacidad de ser jueces. El que se
convierta en juez tiene que tener una sensibilidad y un compromiso
social como poseen muchos, pero son los pocos los que arrojan sombras
sobre todo el gremio.
Esos pocos forman una casta de poder que
pueblo no quiere ni respeta. Esa casta de intocables incluye a aquellos
jueces que no quieren que se enmienden los reglamentos porque tienen
traqueteos en sus regiones judiciales. Esos son los que permiten
construcciones de tribunales a costos millonarios aunque no haya fondos
públicos para pagarlos. Esos son los que una vez terminan de jueces,
usan ese prestigio para litigar. Esos son los que nombraron jueces
porque perdieron elecciones y no entienden ni la jurisprudencia al
momento de impartir justicia.
Pero esos no son todos. Hay una
inmensa mayoría de jueces que pasan sus primeros años en funciones
laborando en tribunales distantes de sus casas y de sus familias. Jueces
que viven en Carolina son enviados a trabajar a Ponce, atravesando la
isla dos veces al día en menoscabo, muchas veces, de su salud y de sus
propios hijos. También renuncian a la libertad de expresarse libremente
como lo hace todo ciudadano. Esas condiciones de vida no son
privilegios.
Las recientes investigaciones y convicciones de
jueces, así como el caso de Ramírez Lluch, deberían hacer al Tribunal
Supremo repensar las enmiendas que hicieron a las reglas de disciplina.
El pueblo tiene que confiar en sus jueces, y en el sistema, pero el para
que eso pase, el sistema tiene que ser justo. La Judicatura no puede
colgarse en el juicio público, ni mucho menos, ante la sociedad.
NOTAS:
Esta columna fue publicada en NotiCel el 24-6-15 http://www.noticel.com/blog/177332/se-colgo-la-judicatura.html.
Dos días más tarde, pubiqué otra otra en el blog con el título: Se entierra la Judicatura ante la crisis - http://enblancoynegromedia.blogspot.com/2015/06/se-entierra-la-judicatura-ante-la-crisis.html
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