“Cuando es un asesino como Candelario Santana, es fácil pensar que merece morir”
Mientras muchos seguimos saboreando la alegría que nos dejó este fin de semana el equipo de Puerto Rico en el Clásico Mundial del Béisbol (incluso muchos como yo, que no nos gusta ese deporte, nos lo gozamos), pocos pensamos en que la alegría luce efímera. Se ve breve si pensamos que tenemos de frente la amenaza de que aquí nos impongan la Ley del Talión. Ojo por ojo, diente por diente.
O sea, mataste, eres un asesino, pero en vez de encerrarte, la Fiscalía federal quiere hacer que un jurado compuesto por siete mujeres y cinco hombres puertorriqueños, sean verdugos. Los fiscales harán como Pilato y el jurado mandará a matar. Ese parece ser el objetivo de las autoridades federales en el caso contra el convicto Alexis Candelario Santana en el que nuevamente insiste en pedir la pena de muerte.
Resulta difícil considerar el tema cuando se trata de un asesino de una larga historia delictiva, y quien mató de manera inmisericorde, fría y vilmente a 22 personas en varios eventos incluyendo la masacre de La Tómbola, en Toa Baja. Cuando es un asesino como Candelario Santana, es fácil pensar que merece morir. Es fácil decir que no merece que el erario pague por mantenerlo en una cárcel por el resto de sus días. Es fácil convencerse de que no importa, que no vale nada y por eso hay que pagarle igual que como él hizo; matando. Pero el tema es más complicado que eso. Hoy es él, mañana puede ser cualquier otro. Por un lado está el elemento moralista y de nuestra tradición judicial que abolió la pena de muerte hace años, pero por otro viene la insistencia de demostrar que aquí mandan los americanos.
Ese activismo de la Fiscalía federal a favor de la pena de muerte es evidente, pero hasta ahora, los jurados se han negado dar veredictos de muerte. Todo tiende a indicar que más allá de dar una lección al asesino, lo que quiere hacer la Fiscalía federal es demostrar la subyugación del sistema colonial del País. Sin embargo, los puertorriqueños han demostrado que repudian el matar para detener las muertes.
Se puede argumentar que en el bajo mundo existe la pena de muerte para aquellos que tiran ‘cañona’ o que no pagan sus deudas, por eso los ejecutan. Pero en nuestro ordenamiento jurídico y social, la pena de muerte está abolida. Desde el 1927 y posteriormente se incorporó en la Constitución del ELA. Los puertorriqueños sabemos que el derecho a la vida es fundamental, y que la pena de muerte atenta contra la dignidad humana por su naturaleza, y por los métodos que se usan para implementarla. Sabemos también que más que resarcir daños o representar la justicia, la pena capital implica venganza y no rehabilita a nadie. Lo que sí intimida, por la experiencia en otros sitios, son las estadísticas porque la mayoría de los condenados a pena de muerte son los pobres y las minorías, o sea, los más marginados.
En estos días el estado de Maryland abolió la pena de muerte. Ya son 18 los estados que la prohíben. Optan por respetar la vida de aquellos que no respetaron las vidas de otros. Quizás ese encierro de por vida sea el peor castigo de un asesino que siempre tendrá ahí a la conciencia hablándole. Este fin de semana leí que el nuevo sumo pontífice, el Papa Francisco, dijo al rezar su primer Ángelus que: “Un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo”.
Resta ahora por ver si ese jurado de puertorriqueños será misericordioso, o si sucumbe ante el intento de la Fiscalía de aplicar aquí la Ley del Talión. Pienso que si lo hacen, nos vamos a quedar tuertos.
NOTA: Esta columna fue publicada hoy 20 de marzo de 2013 en El Vocero - http://www.vocero.com/ojo-por-ojo/)
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