Anoche murió y no pude dejar de evocar el
momento en que lo conocí. Era una noche clara, de fiesta, y fui objeto de una
de las suyas. Hugo Chávez se apoderó de mí sin dejarme casi actuar.
El primer intercambio fue horas antes, en la mañana
de muchos eventos relacionados con la toma de posesión de la Gobernadora Sila
Calderón. Exuberante, bullangero, medio cafre y con arranques atípicos de la
clase política latinoamericana, tenía cautivado literalmente a medio
mundo. Para ese momento en el 2001,
todavía no era objeto de críticas ni había sido directo en sus ataques a los
americanos, así que seguía siendo una novedad y no un enemigo de tantos. Fue
años antes de que dijera en la ONU que Bush era el diablo “El diablo estuvo
aquí. Huele a azufre todavía", y que el rey Juan Carlos lo silenciara con
su “¿Por qué no te callas?”.
El día que conocí a Hugo Chávez fue en la rueda de prensa que ofreció con motivo de su visita a ese evento en el que se juramentaría a la primera mujer gobernadora en Puerto Rico. No era el único presidente latinoamericano que visitaba la Isla para el evento, pero era el que más interés generaba. En la rueda de prensa contestó todas las preguntas, fue amable y simpático, y sencillamente se echó a la prensa en el bolsillo con sus halagos hacia Puerto Rico.
Noté en ese momento su dominio del manejo de la
opinión pública. Era un maestro en eso. Los periodistas, los funcionarios
públicos y la gente caía redonda ante su encanto. Se sabía mover, qué decir y
cómo hacerlo para caer bien, con humor y chispa, características que pocos políticos
logran dominar. Pero en la noche, me la hizo y fui objeto de una de las suyas.
Mientras me dirigía hacia una de las
recepciones tras la toma de posesión, nos detuvimos ante la comitiva. “Parece
ser un presidente porque viene con escolta”, le comenté al grupo con el que
andaba quienes en ese momento eran allegados míos. La limusina se detuvo y
Chávez, en vez de esperar el protocolo habitual, se bajó, abrazó al chofer, le
dio la mano a cada uno de los policías en motora que lo escoltaban y a cuanta
persona iba por la acera.
“Pero si es usted, usted es la periodista y
viene de gala. ¡Qué guapa!”, me dijo mientras gesticulaba admirando mi vestido.
Yo no sabía qué hacer porque estaba al lado de mi entonces marido que tenía una
cara rara, mezcla de emoción por ver de frente al presidente pero a la misma vez
coraje por la osadía del venezolano.
Yo intenté presentarle al grupo, y Chávez, ni
corto ni perezoso, los ignoró, me tomó por la cintura y me hizo caminar
escaleras arriba hacia la recepción VIP de los presidentes y dignatarios. Yo no
estaba invitada, pero entré con él, como si fuera su pareja. Atrás, como cola,
iba mi entonces esposo y parte de mi grupo porque el resto se quedó en la
calle.
Y yo loca por salir de allí y por soltarme del
venezolano, pero no encontraba como porque el hombre era una estrella. Iba
saludando a todo el mundo, conmigo agarrada por la cintura y presentándome. Me
dijo, “vamos a bailar”.
Hasta ahí llegué y le dije que me tenía que ir
con mi marido de entonces a la fiesta de los plebeyos. “¿Y dónde es eso que
allá quiero ir?”, me contestó. Por suerte, empezaron a acercarse varios
dignatarios y literalmente hui del lujoso recinto para irme con los plebeyos.
Fue en ese momento en que me convencí que Chávez
era peligroso. Peligroso como igual de peligroso son los políticos, especialmente
los populistas, que dan una versión pero luego actúan en contra de lo que
predican, y la prensa les cree y los adula e idolatra.
Chávez fue un personaje fascinante y aterrador
a la vez. Algo así con el misticismo popular y mediático del que gozan y que se
han fabricado Fidel Castro y Barack Obama.
El primero intentó llegar al poder mediante un
golpe de estado y cuando finalmente se hizo presidente, comenzó sus alianzas
con los enemigos de los americanos, los hermanos Castro en Cuba, y con otros líderes
de países como Siria e Irán. En una
década hizo alianzas y logró un nivel de influencia en la América Latina como
pocos, consiguiendo crear un frente antiamericano y nacionalista con sus aliados
como Cristina Kirchner de Argentina, Evo
Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador, entre otros.
Chavez logró un poder real con el pueblo
venezolano porque sin lugar a dudas ha sido el presidente que más atención le
dio a la mayoría, que son los pobres. Con el apoyo del gobierno cubano, logró
democratizar servicios que antes no eran accesibles a los pobres, como la salud
y en parte, la educación. Sin embargo, a lo largo de su mandato, su país se ha
ido polarizando. La violencia impera en Venezuela, los derechos civiles se
violentan y muchas de las políticas de su gobierno bolivariano han sido
profundamente antidemocráticas. La nacionalización de empresas, el antagonismo
y los ataques que su gobierno ha hecho hacia la clase económica y comercial de
Venezuela demuestran una situación que raya casi en caótica. Su filosofía socialista afectó la economía y
la estabilidad en Venezuela, pero él y su partido seguían ganando elecciones.
Esto cambió.
En 30 días los venezolanos tendrán que enfrentarse nuevamente a unos comicios. El opositor Henrique Capriles representó una nueva visión política y ha dado esperanzas a muchos sectores, especialmente en el exilio. Sin embargo, habrá que ver si tendrá alguna oportunidad de ganar ante unas instituciones controladas por los chavistas. Habrá que ver si el vicepresidente, Nicolás Maduro, quien anoche asumió el mandato interino, logra aglutinar y mantener el poder.
Chávez perdió su
batalle contra el cáncer. Murió sin haber podido tomar posesión de su cargo, y
ahora todo luce sombrío. Se presagian momentos difíciles para Venezuela. Y mientras
tanto, dudo que surja otro personaje como él.
Publicada en NotiCel, hoy 3/6/13 - http://www.noticel.com/blog/138320/hugo-chavez.html
Publicada en NotiCel, hoy 3/6/13 - http://www.noticel.com/blog/138320/hugo-chavez.html
Excelente artículo amiga. Como bien dices, el venezolano era peligroso. Así como te embelezó y te hizo ir a un sitio donde no queríaa, ni estabas invitada, así ha hecho con el destino de los venezolanos. Algunos dicen que no hay mal que dure 100 años, pero empeizo a creer que si hay pueblos que lo resistan. Un abrazo!!
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