Wednesday, July 6, 2011
Casey Anthony y Ana Cacho: dos casos mediáticos y dos crímenes impunes
Boquiabiertos y avergonzados quedaron la inmensa mayoría de los periodistas y analistas en los medios noticiosos en los Estados Unidos con el veredicto de no culpable ayer de Casey Anthony en el sonado caso por la muerte de su hijita de dos años Caylee. A la madre la habían acusado y linchado en la hoguera de la opinión pública, pero salió “no culpable”.
Y rápidamente acá en Puerto Rico recordamos que tenemos un caso similar con el atroz asesinato del niño Lorenzo González Cacho, con el cual sectores de la prensa y los medios de comunicación han llegado a conclusiones, apuntando y enjuiciado públicamente a su madre, Ana Cacho, quien aún no ha sido acusada.
¿Quién en verdad es el o la culpable?, se preguntan en el caso de Caylee al igual que el del niño Lorenzo. ¿Quién los mató? ¿Quién tronchó las vidas de dos angelitos mientras sus sendas madres seguían su vida normal y hasta se iban de fiesta como se ha reportado en ambos casos? ¿Es culpable la prensa de promover el que se llegue a conclusiones y de hacer su propio veredicto de ambas madres sin tener la evidencia presentada? ¿Han sido los medios noticiosos lo que promueven que se olvide el precepto de lo que es duda razonable?
En cierto sentido, sí. Los medios noticiosos, especialmente en la televisión, los asesores de comunicación y relacionistas de ambas familias en los dos casos han fomentado el circo mediático que se formó. Pero también el público es culpable por aceptar como verdad irrefutable lo que se cubre en los medios sin cuestionarlo, pensando en que la prensa es infalible o que publica siempre el 100% de la verdad, sin tener toda la información o descartando ángulos de la misma.
En ambos casos son muchas las similitudes: Pruebas circunstanciales y aparente trabajo mediocre de la fiscalía. Uso excesivo de los elementos emocionales en lugar de elementos racionales del caso. La contratación y despido constante de relacionistas públicos por parte de las familias y de las madres de los niños muertos, que necesitaban ese asesoramiento ante la avalancha de peticiones de entrevistas y camarógrafos frente a sus casas. Cobertura excesiva en los medios, especialmente en la televisión que a diario generaba “ratings” con ambos casos. Búsqueda y referencia constante al pasado sórdido de ambas madres, especialmente su afinidad por las fiestas. Aparición de otros personajes ligados a la historia, como el caso de detectives privados o hermanos molestos. Abuelas de carácter fuerte que la prensa presenta como “villanas”, como fue el caso de Cindy Anthony allá y de Ivette González acá. Cambio constante de abogados de defensa por parte de las acusadas. Pobre proyección mediática de la defensa en ambos casos. Apariencia de que las autoridades no investigaron bien los casos y no tenían evidencia, lo que ya fue comprobado en el caso de Casey Anthony, y que en el caso de Ana Cacho se cuestiona debido al hecho de que aún no se radican acusaciones. En fin, son esas y muchas más las similitudes.
“No puedes acusar a alguien hasta que esa persona no tenga su día en corte”, dijo, muy sabiamente el abogado de Casey Anthony, de origen puertorriqueño, José Báez, a quien la prensa americana criticó hasta la saciedad, rayando en el prejuicio ya que siempre lo catalogaban de abogado inexperto, seguido del mote de “hispano”.
En ese sentido, Báez dijo la pura verdad. Ya analistas y comunicólogos en los Estados Unidos coinciden en que el caso de Casey Anthony la prensa siguió el modelo de cobertura del caso de O.J. Simpson, y se dejó guiar por apreciaciones sin tener evidencia contundente.
El tribunal de la opinión pública no perdona que una madre no informe de inmediato que no sabe de su hija, y menos, que lo haga un mes más tarde. Tampoco perdona que se hallaran huellas de cloroformo y un alegado olor a descomposición humana en el baúl de su carro. Ni el hecho de que en varias ocasiones se corroboró que mintió. Ni las búsquedas de información por Internet que apuntaban a un asesinato, aunque luego, la abuela dijo en corte que fue ella la que hizo esas búsquedas. Para la prensa, Casey Anthony era la asesina.
Tampoco hubo un verdadero periodismo investigativo, sino más bien, especulativo. En los programas de televisión nunca se cuestionó la falta de evidencia que sustentara las alegaciones, y se centraron en demonizar a la madre. En parte, el circo mediático también lo fomentaron analistas como Nancy Grace de CNN o la abogada Greta Van Susteren de Fox, que noche tras noche asumieron e hicieron al público asumir que Casey Anthony era culpable. Anoche se reportó, por ejemplo, que Nancy Grace comenzó a criticar a todo el mundo y, con sorna, dijo que no le sorprendería si esta madre empieza a vender su historia para publicarla en libros o en una película.
Aquí en Puerto Rico sucede algo parecido con el caso del niño Lorenzo. Por un lado, si no fuera por la cobertura mediática diaria de programas como el de SuperXclusivo, este caso se habría olvidado como tantos otros casos de asesinatos en la Isla, porque son ellos los que han mantenido viva la noticia que la prensa se ha visto obligada a seguir. Es por este programa que mucha gente ya da por sentado que Ana Cacho es la culpable, y por eso cuestionan la lentitud de Justicia por no radicarle cargos. Sin embargo, por los comentarios que se vierten allí o en otros programas – como el de Dando Candela que suele usar la familia de Ana Cacho para expresarse – se ha convertido una tragedia de la vida real que es la muerte de un niño en su propia casa, en prácticamente una telenovela diaria, de la que el público recibe pequeños datos pero mucha especulación, insinuaciones y sorna. ¿No somos acaso los espectadores parte del circo que esperamos a diario el nuevo ángulo de este caso?
En ambos casos, tanto en el de Ana Cacho así como en el de Casey Anthony, la prensa en términos generales ha fallado en no presentar los dos lados de la historia. Allá los reporteros entendieron o le creyeron los ángulos de la fiscalía y no a la defensa. Acá, la prensa tradicional comenzó más o menos igual, pero se han cuidado de no especular al nivel que hizo la norteamericana. Las especulaciones en el caso de Ana Cacho, vienen más bien de otros programas, no de la prensa regular, o de la estrategia mediática que usan los familiares del niño Lorenzo para proyectarse.
Allá la prensa tiene la experiencia del caso de O.J. Simpson que salió no culpable en el proceso criminal, a pesar de que para los medios, él fue el asesino. Acá, hay muchos otros casos, algunos bien recientes. Uno es el del ex senador Héctor Martínez y del empresario Juan Bravo, en el que la prensa y los analistas, en su inmensa mayoría alegaron e hicieron creer al público que no había caso y que saldrían inocentes. Por eso la sorpresa cuando bajó el veredicto de culpabilidad. El otro caso reciente fue el del ex legislador Luis Farinacci, a quien un jurado exoneró en el caso de violencia doméstica que incoó su aún esposa Liza Yajaira Rivera. La prensa pensaba que el ex legislador, expulsado por sus pares, era culpable, pero un jurado opinó lo contrario.
Es por eso que la prensa y los medios noticiosos deben actuar con cautela en los casos judiciales, especialmente en aquellos de naturaleza criminal. Se deben cubrir ambos lados de la moneda y basar la cobertura en la evidencia. En fin, relatar los hechos tal y como acontecen sin adornos, ni especulaciones.
¿Y cuál es la evidencia? En el caso de Casey Anthony era circunstancial y no se probó más allá de duda razonable. En el caso del niño Lorenzo, la prueba forense corrobora que fue asesinado, pero aún no hay acusaciones.
Desde el punto de vista de las relaciones públicas, son muchos los ángulos con los que también uno se puede acercar a ambos casos.
En el caso de Casey Anthony, la fiscalía se proyectó adecuadamente a los medios y logró convencerlos de su mensaje de que era inocente, aún sin tener evidencia. La defensa prácticamente calló. Optaron por defenderse en corte. Esto fue un riesgo calculado ya que hoy día parece que los casos se pueden ganar en los foros judiciales, pero perderse ante los foros de la opinión pública.
Acá, la manera en que la familia de Ana Cacho ha recurrido a los medios para dar entrevistas a ciertos medios en las que controlan las preguntas que se le formulan, y el uso de relacionistas para proyectar una imagen, también será materia amplia de discusión y análisis, porque han sentado pautas en la manera en que se trabaja la imagen en estos casos, desde el punto de vista de relaciones públicas. La forma en que cuidan su apariencia y su “look” cada vez que salen en cámara, es muestra de eso.
Otro ángulo que salta a la vista en materia de relaciones públicas, es el tema de la reputación. La reputación es una percepción que se tiene desde el exterior de la persona o individuo, y de sus cualidades. La reputación, en materia de relaciones públicas, se establece bajo cinco elementos fundamentales: la percepción que se tiene de esa persona; la actuación de esa persona en el pasado; las expectativas de futuro de ese individuo; la admiración o desprecio que despierta; y la comparación con otros. En ese sentido, pregunto, ¿podrá salvarse la reputación de Casey Anthony allá o la de Ana Cacho acá cuando pase el tiempo? Eso, sólo el tiempo lo dirá.
Es fácil odiar a una persona que se acuse de maltratar a un niño, pero hay que tener cuidado de que la evidencia demuestre lo contrario.
Y mientras todo eso sucede y el tiempo adjudica claridad a los procesos, quedan dos crímenes impunes y dos niñitos asesinados.
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