Periodista independiente en Puerto Rico

Thursday, June 9, 2011

Los periodistas de televisión y su cabello: mi historia… (casi toda)


























Se supone que los periodistas de televisión luzcan impecables.

Junto a las destrezas periodísticas y reporteriles, deben ser expertos en maquillaje y peinado para transmitir una imagen pulida ante las cámaras. Por eso a los presentadores o como le dicen en Puerto Rico, “anclas”, (por usar un anglicismo del término del inglés “anchor”), les pagan miles o millones de dólares, si es que se trata de personalidades en las cadenas televisivas en los Estados Unidos.

El cabello es parte esencial de su imagen. Se buscan cabellos pulidos con blower y plancha porque lucen mejor en cámara. Por eso es común el recorte tipo paje, y aunque ahora el pelo largo está de moda, siempre lucen mejor cortes al hombro, en el caso de las mujeres.

Se supone que los periodistas de televisión estén siempre bien puestos, elegantes y con los pelos exactos. Bueno, casi siempre. Si se trata de cubrir desastres naturales, como lo son los huracanes, casi todo está permitido. Y ahí es cuando la cosa se pone buena. Algunos optan por ponerse una gorra en la cabeza, otros, una chaqueta que le cubra el pelo. Y a otros, no les queda más remedio que reportar debajo de una sombrilla para guarecerse.

El tema del cabello y los periodistas de televisión siempre me ha fascinado. Pienso que por venir del Caribe donde todos tenemos algo de pelo rizo o como dicen muchos, “pelo malo”, el lucir exactos ante las cámaras es toda una aventura.

Mi primer trabajo fue en el Noticiero Univisión, a nivel nacional, para el 1989. Cuando llegué a Miami habíamos sólo cinco puertorriqueños en todo el “network” – María Celeste Arrarás, Carlos Calvo, Malule González, Sonia García y yo. Fue un shock para mí, sabiendo que en el canal local de Nueva York había abundancia de puertorriqueños y dominicanos.

Lo primero que me ordenó Guillermo Martínez, entonces Vicepresidente de Noticias a nivel nacional, fue que hiciera una prueba en cámara. Pero varios directores del noticiero, maquillistas y algunos reporteros y anclas famosos que aún hoy están en cámara me recomendaron que por nada del mundo me atreviera a salir con mis rizos. Yo tenía una maranta tipo Amanda Miguel, y con apenas 18 añitos, era bastante impresionable.

Como era la única negra o mulata en todo el canal en ese momento, claudiqué. Tuve que domar mis pasas y por primera vez me hice un alisado. En realidad fue un “reverse” que vine a hacerme a Puerto Rico porque no conocía ni confiaba en ningún estilista de Miami.

Ahí experimenté uno de los peores momentos en mi vida.

De primera intención el pelo se veía bien. Me recortaron y lucía el paje tradicional que usan las reporteras de televisión porque es el estilo más fácil de cuidar, con el poco tiempo que esta profesión, que se supone sea bien complicada, te impone. Quedé exacta.

Hice la prueba en cámara un día martes y empecé a hacer mis “pininos” en el noticiero nacional. Hice dos reportajes y me felicitaron.

Como a los tres días, empezó la pesadilla.

Me picaba cabeza. Sentía paja por pelo. De pronto, se me cayó todo el pelo de la coronilla. Crisis existencial. Corrí y me lo mojé, pero fue peor. Usé tres tipos de champú y parecía una esponja de fregar. Así que tuve que usar una de las técnicas tipo Donald Trump e inventé. Por suerte, mi pollina estaba larga así que me la peiné hacia atrás y agarré lo que pude de pelo con una hebilla. Fue una odisea que prefiero no quiero contar. Al día de hoy todavía me estiro las pasas pero no con alisado ni reverse ni iones, sino con la dichosa keratina. Soy esclava del blower. Eso es otro cuento.

Fast forward al 1995.

Yo había regresado a Puerto Rico y trabajaba en prensa escrita. Primero en revistas y luego en periódicos. Estaba bien feliz, especialmente sabiendo que aquí habían muchos colegas y amigos con pelos más rizos que el mío. Kinky para ser exacta, y algunos estaban en televisión.

Tenía un trabajo bueno pero recibí una petición insistente del gerente general un canal para que fuera a hacer una prueba en cámara. Al llegar, redacté perfectamente la nota y el editor me felicitó. Cuando estoy frente a la cámara para leer la nota, la persona a cargo de noticias me dice: “¿Pero y por qué quieres trabajar en televisión si prensa escrita es más chic?”. Y yo, muda.

Entonces me espetó: “El pelo tuyo está estirado y más o menos se ve bien, pero es que yo busco una imagen más clara ante las cámaras”. Ahí, si tan siquiera haber dicho ni ji, me quité el micrófono y le dije que ni con talco yo podría verme más clara, y que el pelo era bueno y no malo porque el malo es el de los calvos que se cae”.

La persona se dio cuenta de su metida de pata y me llamó cuando ya salía del canal, pero le contesté que no iba a perder mi tiempo, si total, fueron ellos en el canal los que me habían llamado con insistencia por semanas. Yo no buscaba trabajo. Me viré, moví la pollina alisada, y me fui.

Como a los pocos meses pasó no sé qué huracán por aquí y me tocó cubrir la noticia. No me importó si se mojó el pelo. Me hice un moño. Cubrí, publiqué y gané premio por la cobertura. La noche de una gala de entrega de premios, irónicamente, esa misma persona del canal me felicitó por el peinado que llevaba.

Así que siempre vi y me convencí de que en Puerto Rico, la cuestión del pelo rizo en la televisión es difícil de explicar porque hay colegas con pelos espectaculares.

El pelo que más me gustaba y aún me gusta, de todos los reporteros en la televisión es el de Milly Gil. Bello. Es irreverente como es ella. Individual, única e inigualable. Eso y sus pulseras eran cosa rara, que en la televisión hispana en los Estados Unidos antes no hubieran tenido cabida.

Y también estaba la Solla. Ivonne. Preciosa. No importa si se estiraba el pelo o si se dejaba el mini afro o el “wet look”, o como valientemente hizo durante su cáncer, que apareció rapada ante las cámaras.

Luz Nereida Vélez aún hoy tiene el mismo color de cabello rojizo y logró imponer su estilo bastante parecido con el tiempo.

Hasta ahí. No recuerdo otras con pelos como el mío. Por lo menos no en la televisión.

Pedro Rosa Nales o, más recientemente, Julio Rivera Saniel, hombres al fin, no tienen el problema y se recortan cortito.

Irónico que todos los pelos distintos sean de negros o mulatos y que todos, aún hoy al 2011, se puedan contar con los dedos de la mano y sobren dedos. El tema racial y el pelo van siempre de la mano.

¿Por qué no se atreven a poner mujeres con los afros en brote? ¿Se imaginan? Estarían las doñas típicas “Housewives” llamando a la FCC para pedir que cancelen esos programas.

No importa si el pelo está chorreado y sin vida, si es lacio, pero si es rizo,….. ese es otro cantar. El lacio se acepta y se perdona. El rizo, jamás. Ese pelo rizo tiene vida propia y a veces es difícil de contener.

Así que en días como hoy, con tanta lluvia y humedad, me encanta mirar los noticieros locales y ver los cabellos florecer o morir.

… .y por si acaso, el mío despertó. Está ahora casi en su estilo natural y no tengo ganas de estirarlo.

Como diría Fortunato Vizcarrondo:

Yo tengo el pelo'e caíyo:
El tuyo ej seda namá;
Tu pai lo tiene bien lasio,
¿Y tu agüela, aonde ejtá?

2 comments:

  1. you've come a long way baby. Si definitivamente el pelo y el tema racial van de la mano. El alisado es el carimbo moderno.

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  2. ¡Pues a imponer moda! Hasta donde sé y entiendo, se contratan la inteligencia y la capacidad, no el cabello, que, punto y aparte, ¡te luce grandioso!

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