"Es obligado examinar por qué los medios han ignorado este tema después de haber sido parte o de haber provocado incluso boicots”
¿Y qué pasó con José Enrique? Esta es una pregunta que me vengo haciendo hace varias semanas y meses, recordando la discusión pública a finales del 2012 en torno a la agonía y el vil asesinato del publicista José Enrique Gómez Saladín.
El País se estremeció con la manera en que ocurrió la muerte y se generó toda una ola de indignación colectiva promovida desde las redes sociales con el lema #TodosSomosJoseEnrique. Miles de personas, incluyendo artistas, se tomaron fotos con el cartel que leía “Yo soy José Enrique” y la subían a Internet en solidaridad. Hasta se creó un boicot contra el programa de televisión SuperXclusivo porque en él se repitieron las especulaciones que dijeron primero en el FBI, en la Policía, y que salieron en otros medios noticiosos en torno a los posibles móviles del crimen. ¿Y qué pasó después de tanto ruido y boicot? Nada. El crimen sigue impune y la Prensa en general, callada. En las redes sociales que tanto se habló del tema, se mantiene un silencio irresponsable. ¿Dónde está la gente que habló y gritó tanto hace unos meses?
Desde una perspectiva de análisis crítico de los medios de comunicación, es obligado examinar por qué los medios en Puerto Rico han ignorado este tema después de haber sido parte o de haber provocado incluso boicots. ¿Por qué el silencio? ¿Es parte de una censura por temor a ser víctimas de otros boicots o quieren ocultar algo? ¿Será miedo o dejadez en la cobertura noticiosa? Como analista de los medios de comunicación me siento obligada a plantear estas preguntas que al día de hoy no tienen respuestas. Lo que ha habido es un silencio imperdonable. Me pregunto si este silencio y falta de seguimiento a una noticia que fue tan fuerte en diciembre es otra muestra más de la hipocresía en la que muchos viven aquí.
Yo no conocí al publicista. De hecho, cuando publiqué aquí la columna ‘Yo no soy José Enrique’ el 12 de diciembre pasado (http://www.vocero.com/yo-no-soy-jose-enrique-opinion/ ), creo que fui la única o una de las pocas voces que pedía cordura en medio de la vorágine fundamentalista que se generó en la que no se podía analizar ni discrepar sin ser atacado. Por expresar mi opinión entonces fui insultada, pero mantuve incólume mi solidaridad con la víctima y en la defensa a la total libertad de expresión.
No conocí a José Enrique, pero sí conozco a muchos de sus compañeros de trabajo y gente que lo quería. Dicen que era un compañero agradable y apreciado. Por eso me reafirmo en que su crimen no puede quedar impune. No puede quedarse en el olvido.
Tristemente ese silencio general se da en una sociedad que se hace inmune a la violencia y al crimen. José Enrique fue apenas una de las 978 personas asesinadas en Puerto Rico en el 2012, según cifras confirmadas por la Policía. En el 2011 mataron a 1,664 personas y así ha sido por la última década de esta guerra fratricida en la que nos matamos los unos a los otros.
Aquí todavía hay decenas de casos sin resolver, mientras familiares y amigos siguen llorando la ausencia de sus seres queridos. Casos como el del triple campeón de boxeo Héctor (Macho) Camacho, que todavía no se sabe quién lo mató. El naturópata español Carlos Iglesias Álvarez, el chef peruano Arturo Peña Giraldo, el banquero italiano Maurice Joseph Spagnoletti o el niño Lorenzo González Cacho son casos horrendos que siguen impunes. Otros, de gente no famosa, como aquella madre embarazada y sus hijos acribillados en San Juan Park; o la pareja de novios de Ponce, Gerardo Dávila y María Vázquez, entre tantos otros, siguen en el limbo. En fin, son muchos casos que todos, incluyendo la Prensa, poco a poco van olvidando. No se puede permitir que con el paso del tiempo se condene al olvido la memoria de los nuestros. El peor golpe, la injuria más terrible, es olvidar a nuestros muertos.
Esta columna fue publicada en El Vocero el 10 nde abril de 2013 - http://www.vocero.com/que-paso-con-jose-enrique/
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