Guillermo Martínez. |
Guillermo fue la persona que me dio la
primera gran oportunidad de trabajo en el periodismo. Fue en el Noticiero Univisión
edición nacional para el 1988, justo cuando esa cadena que estaba entonces creciendo,
se habían mudado de Los Ángeles a la actual sede en Miami.
Lo conocí meses antes en Nueva York, en
un evento del National Asociation of Hispanic Journalists (NAHJ), entidad que
él ayudó a fundar. En aquel momento yo era estudiante universitaria y trabajaba
en el Canal 47 de Telemundo en Nueva York. Si, siempre fui adelantada. Lo que
ahora hacen muchos periodistas de aquí al irse a Estados Unidos a los canales
hispanos, yo lo hice al revés a mis 17 y 18 años.
Creo que Guillermo fue el único que notó
que yo era así de rara y por eso quería trabajara con él. Fue una
maravilla y aprendí muchísimo. En esa época y gracias a esa oportunidad,
pude trabajar con figuras como Jorge
Ramos, y María Celeste Arrarás que para ese momento era la
presentadora del noticiero de fines de semana. También conocí a Don Francisco
que lanzaba el programa Noche de Gigantes, y Cristina Saralegui era famosa.
En aquel gran edificio de Miami sólo
habíamos 5 ¡CINCO! puertorriqueños: Carlos Calvo que era camarógrafo, Malule González
que era ejecutiva, María Celeste Arrarás que era “anchor” y estrella, y Sonia
García y yo, que éramos estudiantes. El canal completo era dominado por mexicanos
y cubanos. Muchos de esos cubanos me fastidiaron la vida con su racismo
abierto. Increíblemente, como si en Cuba no hubiera negros o mulatos, me hacían
muchas cosas.
Con par de suramericanos, algunos de los
cubanos me decían “eres de Pueltolico” porque hablamos con la l en vez de la r.
A mí se me salía el monstruo, pero me di a respetar. Decían “uy, esa nena
boricua es brava”, pero eso es otra historia, bien dura. La realidad es que, aunque
las burlas nunca pararon, me hicieron fuerte. Además, siempre supe que tenía
apoyo del “boss”. Guillermo had my back. Nunca me quejé con él, porque siempre estaba
para apoyarme o darme tareas que me formaron como periodista. Además, yo no
tenía tiempo para sandeces ni distracciones. Iba a aprender y a formarme.
Aproveché el tiempo.
Tuve que dejar Miami para regresar a New
Jersey a graduarme de universidad. Cuando me gradué, decidí volver a Puerto
Rico, aunque tenía ofertas que me hizo Guillermo para trabajar en los canales
en Corpus Christi, en dos ciudades de Texas y California. Lo pensé, pero como
tenía una oferta en Telemundo aquí en Puerto Rico para trabajar en mesa de
redacción, decidí estar cerca de mi familia y lejos del prejuicio que enfrenté
en muchos sitios Estados Unidos. Irónicamente, cuando me mudé acá la directora
de noticias en Telemundo, una cubana, no me honró la oferta de trabajo. Fue así
como tuve que buscar en medios impresos y esa es otra historia.
Como al año de estar en Puerto Rico,
ya como reportera del periódico Caribbean Business, me tocó ir a Wapa TV a
entrevistar a los potenciales nuevos dueños del canal. Univisión estaba negociando
para comprar Wapa y entrar al mercado en Puerto Rico. Eso fue, si no me
equivoco, en el 1993.
¡Mi mayor sorpresa al llegar a Wapa fue
que uno de los que estaba en esas negociaciones era Guillermo Martínez! La
alegría que sentí al verlo fue increíble.
Nos abrazamos y besamos porque siempre
lo consideré un mentor. Kike Cruz estaba
presente aquella vez y creo que se sorprendió de la confianza que había entre
ambos, ya que aquí a Guillemo lo trataban como "don Guillermo".
En fin, muchas cosas pasaron a partir de
entonces, y que no voy a narrar aquí. Al final, la transacción con Wapa no se
dio. Años más tarde fue que los de Univisión compraron TeleOnce, canal que
vendieron más recientemente. Pero para ese entonces, ya Guillermo estaba en otros
caminos. Estuvo vinculado por años a The Miami Herald y a otros medios.
Mantuve contacto con Guillermo a través
de eventos de la Sociedad Interamericana de Prensa, del Overseas Press Club y
del NAHJ. Además de fundar grandes medios hispanos, fue líder en tantos otros.
Nos vimos una vez en Guadalajara, y otra
en Nueva York, en eventos que cubrí como reportera en El Nuevo Día cuando me
pasaba viajando por el mundo con ese medio noticioso. Guillermo siempre sabía en
lo que yo estaba trabajando. Siempre me sentí apoyada por él, como una especie
de guía profesional que nunca hizo críticas negativas hacia mi función. Por el
contrario, siempre me decía que siguiera trabajando y que me desarrollara en la
investigación, pero que no descartara que Puerto Rico era muy pequeño para mí y
que aquí me iban a rechazar por eso. Por años nunca le creí, pero ahora sé que tenía
absoluta razón en eso del rechazo a la independencia de criterio. A pesar de todo
eso, él sabe que yo opté por quedarme en mi país y no ser minoría en otro.
Aún así, reconozco que Guillermo siempre
fue clave no sólo en mi carrera, sino en las de cientos de periodistas y
ejecutivos mediáticos en toda Latinoamérica. Muchos periodistas que hoy son
figuras reconocidas en este campo le deben sus carreras a él.
No volví a trabajar por con él por cosas
de la vida, pero la amistad, la admiración y la gratitud que sentía hacia su
persona, siempre se mantuvo.
Que descanse en paz este gran mentor y
maestro de la vida.
SRC
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