(NOTA: Esta columna fue publicada originalmente en NotiCel el 19 de mayo de 2019 - https://www.noticel.com/opiniones/la-pobreza-energetica/1079048314 )
El inminente aumento en el costo de la energía
eléctrica es uno de los temas principales en la opinión pública en estos días, pero
nadie ha cuantificado el impacto directo que ese incremento en costos va a
tener en los ciudadanos. Nadie ha investigado ni ha dicho si la gente tiene el
dinero disponible para pagar el aumento de 29 centavos el kilovatio hora que
presentó el Gobierno en su plan fiscal, y que avaló e impulsa ahora la Junta de
Control Fiscal.
Por el contrario, parecería que el mensaje al
pueblo es: “Tengo que cuadrar caja y tienen
que aparecer mis chavos”. Ok, ¿pero si la gente no lo puede pagar? Tendrán que vivir a oscuras como hacen muchos
o pondrán un pillo de luz. Así hay muchos en todo el país, robando el servicio
a pesar de ser un delito, pero es que no tienen otra alternativa. Para muchos
la luz no es un lujo sino una necesidad de vida. Esta crisis es lo que se
conoce a nivel mundial como la pobreza energética.
La pobreza energética surge cuando las personas son
incapaces de pagar por la energía y esto los priva de tener los servicios que
ayudan a satisfacer las necesidades humanas básicas como el poder cocinar
alimentos, el tener luz en la oscuridad, tener calefacción en sitios fríos o
poder poner un abanico o aire acondicionado en lugares calurosos, el poder
tener una computadora para estudiar o trabajar, o algo tan básico como tener
electricidad para poder tener una nevera donde guardar la insulina.
En los países desarrollados se mide en la capacidad de
pago por el servicio y en los países del tercer mundo se mide a base del acceso
a las fuentes de energía moderna. En ambos casos hay desigualdad energética y afecta a sus
condiciones de vida. Hay 1,600 millones de
personas sin acceso a la electricidad en el mundo y cerca de 3,000 millones que
cocinan y calientan sus hogares con leña, madera o excrementos de animales. La
Organización de las Naciones Unidas fijó el año 2030 como la fecha límite para
erradicar la pobreza energética como parte de sus objetivos para reducir la
pobreza en el mundo.
En España más del 41%
de la población sufre de pobreza energética, lo que provoca 7,100 muertes
prematuras al año, según el Informe de Pobreza Energética 2018. En México, el 43% de
los hogares viven en pobreza energética extrema según la Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (CEPAL).
En los Estados Unidos un 31% de los hogares tienen problemas para pagar sus factura de luz. De esos, un 41% son hispanos según la Administración de Energía. La crisis energética provoca crisis sociales, según las denuncias de entidades cívicas como Consumer Energy Alliance. La situación es tan crítica en algunos estados, que cuando los dueños de viviendas desalojan a sus inquilinos por no pagar la luz, viene Servicios Sociales y les remueve a sus hijos porque están sin hogar.
En Puerto Rico no miden esa pobreza energética
y menos en estos momentos. Hay que añadirle ahora el desempleo y el subempleo,
los altos costos de los medicamentos, la amenaza de que en un mes los bancos
van a ejecutar 250,000 hipotecas, el incremento en el costo de vida que llegó con
la guerra de aranceles entre Estados Unidos y China, y encima, la amenaza real
de que van a recortar las pensiones a los jubilados del gobierno. No es fácil
para el pueblo, y los políticos se niegan a admitirlo. No quieren reconocer
esto porque no les conviene en términos electoreros.
Insisten en el discurso equivocado de que
Puerto Rico se levantó del huracán y asumen que la pobreza es vivir en un
barrio aislado en el campo, o quizás en algún arrabal, pero no es así. La cara
de la pobreza es variada y convive en todas partes. Hay personas en miles de
casas de cemento, viviendas de clase media y hasta en urbanizaciones de
renombre que en este momento no pueden pagar sus facturas y están a oscuras.
Para ellos el huracán está pasando ahora.
Hay pobreza energética en un barrio en Comerío
y en un caserío en Arroyo, pero también la hay en Miramar, en Garden Hills y
hasta en las casas de lujo en Dorado porque de lo que se trata es de los ingresos
disponibles versus lo que se puede pagar. Mucha gente se debate entre comprar
comida en lata porque es más barata o dejar de comprar medicinas para poder
pagar la luz. Aunque lo nieguen esto se nota en el aumento de familias sin
hogar o de hijos arrimados en las casas de sus padres. Los millenials
no se pueden independizar porque no hay con qué pagar la luz y que sobre para
vivir. Encima de todo, está la incertidumbre porque si te arriesgas a comprar
placas solares para salirte de la red, quizás te cobren más.
Y en el interín, nadie de los que están tomando
las decisiones quiere cuantificar el índice de pobreza energética porque su
objetivo es tomar decisiones unilaterales sin medir el impacto que tendrá esto
en la gente de carne y hueso, que es quien paga las cuentas.
Ahí es que se ve la hipocresía de la gente en
el gobierno y en la Junta. Dicen ser capitalistas, pero actúan como si fueran
Nicolás Maduro tratando de salvar su poder en Venezuela. Esto se trata de conceptos básicos de libre
mercado. Antes de aprobar un aumento, se tiene que medir y hacer un análisis
para ver si el mercado aguanta ese aumento. Lo más sensato es que por cada
kilovatio hora que aumente se sepa qué porciento eso va a representar de
aumento en la pobreza energética de los ciudadanos. Eso no es socialista ni
comunista, sino puro sistema capitalista y de mercado.
Yo no he escuchado a nadie hablando de ese
análisis para ver si el mercado aguanta el aumento de kilovatio hora. Ni en el
pasado ni en el presente. Ni la gente que brega con el tema energético como
Bhatia, ni a Seilhamer, ni Rivera Schatz, ni Johnny Méndez, ni mucho menos el
representante Víctor Parés. Es más, no recuerdo haber oído ni siquiera al
gobernador Ricardo Rosselló. De eso no habla porque cuando se trata de las
cosas claves, dice que no sabía nada o lo oculta, porque nunca ha sido
transparente.
Así se toman decisiones improvisadas que nos
trajeron a donde estamos, y todos esos mismos políticos las están repitiendo
hoy, con el agravante que estamos en una recesión peor. Nos quedan dos preguntas
simples que los siete miembros de la Junta, los legisladores y Rosselló tienen
que contestarle al pueblo antes de decidir un aumento: 1) ¿Están conscientes
que una pobreza energética extrema podría causar más muertes que el huracán
María? Esto es un hecho porque si estás enfermo y encamado, y no tienes nevera ni
tienes luz, ¿cómo vas a vivir?; y 2) ¿Están conscientes del genocidio que
ustedes van a provocar en Puerto Rico con estas medidas? Basta ya de tomar
decisiones improvisadas. Eviten la pobreza energética y la miseria del pueblo.
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