Por las respuestas del senador Ted Cruz al comentarista Tucker Carlson, algo pasa en el gobierno de Trump que el pueblo no sabe. ¿Será la guerra? ¿Y Puerto Rico? (OPINIÖN)
Ayer el comentarista Tucker Carlson llevó contra la
pared al senador republicano Ted Cruz cuando le hizo varias preguntas sobre la amenaza
de una guerra entre Israel e Irán. La discusión entre ambos republicanos pone
de relieve la tensa crisis que se vive y el entender, si en efecto, Estados
Unidos se oculta tras Israel para seguir bombardeando y matando gente. Primero
en Gaza, ahora en Irán.
Se sacaron chispas cuando el republicano ni
siquiera pudo contestar cuánto era la población total en el país que quieren
derrocar.
“Van a llevar a cabo ataques militares hoy”, dijo
Cruz. A lo que Carlson ripostó: “Dijiste que Israel lo haría”
“Con nuestra ayuda. Dije nosotros. Israel está
liderando, pero nosotros los estamos apoyando”, dijo Cruz.
“Estás rompiendo la noticia aquí porque el gobierno
de Estados Unidos lo negó anoche. El portavoz del Consejo de Seguridad Nacional,
Alex Pfeiffer, hablando en nombre de Trump, negó que estuviéramos actuando en
nombre de Israel en ninguna capacidad”, increpó Carlson.
“No los estamos bombardeando. Israel lo hace”, ripostó
el senador.
“Pero usted dijo nosotros”, contestó Carlson.
Ese agresivo intercambio entre dos republicanos estadounidenses, blancos y con muchos poder, pone de relieve la pregunta que yace en las mentes de millones de personas en todo el mundo. Lo mismo que retumba en los pasillos de Washington al igual que en los cafés de Bagdad o en los cuarteles de Tel Aviv: ¿Estamos en guerra? La respuesta es tan confusa como el propio conflicto. Es compleja y peligrosamente ambigua.
Aunque no hay una declaración oficial y formal, ni vemos ejércitos cruzando fronteras en masa, la paz se desdibuja como una ilusión ante cada ataque selectivo y cada advertencia velada.
La crisis actual no se trata de un conflicto
convencional entre Irán e Israel como en el pasado. Ahora el escenario se ve
dominado por un actor en la sombra y una trama trágica que afecta a ambos
países de manera inevitablemente cruel y dolorosa. El verdadero enfrentamiento
se da entre Israel y la República Islámica de Irán; y como una maldición sobre
los habitantes del medio, el campo de batalla es Irak.
Durante muchos años consecutivos Israel ha seguido una política definida claramente: hacer todo lo posible para evitar que Irán establezca un puente terrestre a través de Irak y Siria para armar a sus aliados como Hezbolá en el Líbano. Es conocida como la 'guerra entre guerras' por los estrategas israelíes. Esto implica ataques aéreos precisos y operaciones encubiertas contra convoyes de armamento, depósitos, y bases operadas por milicias proiraníes en suelo iraquí y sirio.
Pero Siria cambió. Desde enero, el otrora insurgente Ahmed Huseín al-Charaa es el nuevo presidente de la República Árabe de Siria. Derrocaron al régimen de Bashar Al-Assad, quien tuvo que salir huyendo a Moscú, mientras Al-Charaa se paseaba por Europa y con líderes estadounidenses. Entonces queda Irán y su ayatola Alí Hoseiní Jamenei, quien está en pie de lucha. En cuestión de una semana le han matado a científicos y líderes, pero siguen dando la batalla.
En América y Europa sacan noticias de que Israel atacó una televisora en Irán y parece que están “ganando”. Pero poco a poco las noticias van cambiando y hasta los medios europeos han tenido que admitir los ataques iraníes que incluso han penetrado el domo de hierro en Israel, aunque las noticias no siempre las quieren difundir.
Para Israel es cuestión de vida o muerte. Es una prioridad nacional de sobrevivencia. Por eso, cada ataque percibido por las milicias es considerado como una ofensa que requiere represalias, en esa mentalidad belicosa de venganza. Mientras que para el gobierno en Bagdad esto representa una violación a su soberanía que es difícil de parar por estar ellos entre medio de su alianza con Washington y la abrumadora influencia de Teherán.
En este complicado juego de ajedrez geopolítico, Estados Unidos juega un papel de titán indeciso. El presidente Trump, al utilizar una retórica de “fuego y furia”, proyecta una imagen de fuerza impredecible. Sus afirmaciones — al decir “podemos atacar, pero estoy indeciso”— resumen la política estadounidense como una amenaza latente que busca disuadir a Irán, pero también revelan un temor real a ser arrastrados a otro conflicto de gran magnitud en el Medio Oriente. En Irak se encuentran desplegadas fuerzas estadounidenses, lo que las sitúa en la mira de las milicias y también actúa como un freno para una posible ofensiva israelí a gran escala que pudiera generar una gran inestabilidad en toda la región.
La pregunta entonces es ¿estamos en guerra o no? Pues no lo estamos en el sentido convencional de una guerra al estilo del siglo XX. Nos encontramos en medio de una guerra del siglo XXI; una guerra “proxy” o subsidiaria. Una guerra por poderes de baja intensidad, pero alta tecnología.
Se trata de una contienda que involucra drones, inteligencia artificial, ataques quirúrgicos y propaganda en redes sociales. No se libra una batalla en las trincheras tradicionales; más bien se combate en la “zona gris", donde cada bando actúa sin reconocer su responsabilidad oficialmente, de modo que la situación se mantenga justo por debajo del límite de una guerra total.
El riesgo aquí es cualquier error de cálculo. Un misil que falle en su objetivo, un ataque que resulte en demasiadas víctimas civiles o una represalia desproporcionada podrían desencadenar una crisis regional sin proporciones.
Y aunque los misiles caen a miles de kilómetros de distancia, las ondas de choque de este conflicto en la sombra se sienten incluso en el Caribe, específicamente en Puerto Rico. Como territorio no incorporado de los Estados Unidos, mi patria aporta un número significativo de sus ciudadanos a las fuerzas armadas. Cualquier escalada que involucre a las tropas de los Estados Unidos no es una noticia lejana; es una amenaza directa para miles de familias boricuas, que esperan con angustia noticias de que sus seres queridos podrían ser desplegados en un conflicto definido por decisiones en las que no tienen representación electoral.
Económicamente, la vulnerabilidad es aún más cruda. Un conflicto en Oriente Medio inevitablemente dispara los precios del petróleo. Aun con el barco lleno de gas que anunció hoy con vítores la gobernadora Jennifer González, el escenario es retante. Para Puerto Rico, que depende casi por completo de los combustibles fósiles importados para su frágil red eléctrica y su transporte, el impacto sería devastador, encareciendo desde la factura de la luz hasta la canasta básica de la compra. Este escenario subraya la dura realidad del estatus colonial: Puerto Rico asume los costos humanos y económicos de la política exterior de la metrópoli sin poseer las herramientas políticas para influir en ella.
La ausencia de una declaración de guerra no
significa que haya paz. Significa que el conflicto se ha vuelto más sofisticado
y, quizás, más peligroso. Para los civiles en Irak y Siria, cuyas vidas son
interrumpidas por explosiones que nadie reivindica, la pregunta no es si la
guerra llegará. Para ellos, y por extensión para las familias de los soldados
en lugares como nuestro Puerto Rico, la guerra silenciosa ya está aquí.
Por Sandra D. Rodríguez Cotto
No comments:
Post a Comment