“Oscar cumple hoy 32 años en cautiverio. Es el preso político de más antigüedad en Estados Unidos”
Hace 14 años conocí a Ricardo Jiménez. Fuimos a una lúgubre barra del Viejo San Juan con mi amigo Vitán y mi entonces marido William. Los tres hombres estaban ansiosos, con eso que ahora llaman ‘la perse’, mirando de lado a lado. Yo pensaba que los hombres son más nerviosos que nosotras. Me sentía como cuando estaba en Cuba entrevistando disidentes que veían a los agentes de la Seguridad del Estado o a los chivatos (chotas) en cada esquina, solo que acá se trataba del aparato represivo del imperio más poderoso del mundo. Pedí un whisky doble, como siempre, y empecé a conversar.
No era una entrevista, era una salida social y cerca de su casa. Quería conocerlo y él a mí, porque leía lo que yo escribía, pero me hizo difícil sacarle las palabras de la boca. Creo que era por su costumbre a estar callado, vigilante tras años de sufrimientos. Después de todo, él estuvo unos 18 años en la cárcel como prisionero político. Había salido unos meses antes cuando el presidente Bill Clinton indultó a una mayoría de los presos políticos puertorriqueños tras décadas de luchas y campañas por su liberación.
En ese momento y a lo largo de todos estos años he conocido a muchos de los otros exprisioneros y entablado amistad con algunos de ellos. Fueron acusados de conspiración sediciosa, un invento para representar que confabularon para derrocar por la fuerza la autoridad de Estados Unidos sobre Puerto Rico. A todos les dieron unas sentencias desproporcionadas al compararse a las impuestas a los delincuentes que han cometido los crímenes más horrendos.
En aquella primera conversación con Ricardo hablamos de la vida, la tristeza, la soledad del encierro, el deseo de ver, vivir, sentir la libertad, y también de otros que quedaban en prisión en aquel momento. De todos, el que quedó sin salir fue Oscar López. Y siguió encerrado, vejado y martirizado por un sistema que intenta cortar las alas de la libertad.
Hoy Oscar cumple precisamente 32 años en cautiverio. Es el preso político de más antigüedad en Estados Unidos.
El sistema pretende darle un escarmiento a Oscar por creer en la libertad, al tenerlo en solitaria de manera indefinida, al privarlo de los sentidos, al registrarlo frecuentemente como le hacían a todos los otros presos. Solo que Oscar lleva ya 32 años en esas. La intención es volverlo loco o que se quite la vida, pero no. Oscar valora la vida y es ejemplo de lucha.
Por eso, personas de todos los ámbitos de la sociedad puertorriqueña, de los partidos políticos más separados entre sí, de distintas religiones y creencias, de todos los espectros de la sociedad local, están de acuerdo con que ya es hora de que se deje en libertad a Oscar.
Como me pasó hace tantos años con Ricardo, me pregunto si Oscar se adaptará al Puerto Rico del 2013. A este País en el que la indiferencia ronda. En donde se impone una sociedad que te mide por el dinero o conexiones que tienes, y no por lo que eres. Un País profundamente intolerante en el que si no estás de acuerdo o difieres de lo que te quieren imponer en la opinión pública, inmediatamente te ponen el sello de insolidario, intolerante o traidor. ¿Se adaptará? Difícil. Es probable que el Puerto Rico que encuentre sea bien distinto al soñado. Encontrará un mundo distinto, como si estuviera en otro planeta.
Pero la verdad es que tiene derecho a vivir, a ser libre. Sé, como sabemos muchos, que Oscar aportará al País y a la sociedad como han hecho todos y cada uno de los expresos políticos.
Rafael, por ejemplo, es un ejemplar portavoz de la comunidad gay y de los pacientes de VIH-SIDA en Chicago, a donde se mudó tras quedarse solo en Puerto Rico. Sus familiares fueron muriendo en los largos años de su encierro.
No podemos permitir que Oscar López pase un día más de encierro. Sí, a la vida. Sí, a la libertad.
(NOTA: Esta columna fue publicada en El Vocero - el 29 de mayo de 2013 - http://www.vocero.com/si-a-la-libertad/)
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