(NOTA: Esta columna fue publicada originalmente en NotiCel el 23 de marzo de 2016 - http://www.noticel.com/blog/188148/campanas-sordas-y-ciegas-audio.html )
En Puerto Rico el español no es el único idioma
principal. Aquí hay más de 150,000 personas que usan otra lengua, pero eso,
ninguno de los candidatos políticos actuales lo entiende. Ni si quiera lo
reconocen porque para los políticos, esas personas no existen. Y si no existen, entonces, no ven la necesidad
de comunicarse con ellos. Representan votos, pero no los políticos no los ven.
Se trata de los 150,000 sordos y personas con
pérdidas auditivas que viven en Puerto Rico, según la más reciente revisión de
los datos del Censo, al 2016. Si a éstos se añaden el estimado de otras 120,000
personas ciegas que viven aquí, se trata de una población de unas 270,000
personas. Casi todos esos puertorriqueños se comunican mediante lenguaje de señas o leen libros en Braille.
Sin embargo, no hay uno solo de los candidatos
políticos en la contienda electoral que haya hecho el más mínimo acercamiento a
esta población. Es como si no votaran. Y si no votan, menos les importan.
El problema es que en un país donde la
emigración sigue subiendo, y en donde ya se anticipa que habrá una merma de
electores en noviembre, todo voto cuenta. Ya hay politólogos que apuntan a que
las próximas elecciones se pueden decidir por márgenes escasos, de menos de
5,000 votos. Entonces, ¿Cómo es que ningún político le ha dedicado un minuto a
este segmento de la población? ¿Por qué ninguno de los estrategas de la
propaganda política, o los comunicadores, han pensado en que tienen ahí una
población significativa de electores? ¿Por qué hay tan mala comunicación?
La respuesta a
estas interrogantes es sencilla y evidente: no los consideran porque los que
siempre han sido olvidados, ahora son más invisibles que nunca.
Eso explica por qué ni Rafael Bernabe, ni
Manuel Cidre, ni Alexandra Lúgaro, ni María de Lourdes Santiago, ni Ricky
Rosselló, ni Pedro Pierluisi, ni David Bernier, que se sepa, han dirigido ni un
ápice de sus campañas para comunicarse con estas personas en la manera en que
los pueden entender. Ni ellos ni los aspirantes a la Comisaría Residente en
Washington, ni los alcaldes, ni los legisladores. Nadie.