Ángel Vázquez, en el monólogo "Hecho en Puelto Rico" |
Dicen que la autoestima es el valor que un individuo le da a su persona y a sus capacidades. Es pensar positivamente, estar motivado y tener diferentes perspectivas en la vida que te ayudan a sentirte mejor para encarar los retos que tienes de frente. Nosotros los puertorriqueños enfrentamos una de las peores crisis en nuestra historia en estos momentos, y tenemos nuestra autoestima colectiva por el piso, aunque no lo queramos admitir. Llevamos años enfrentando una crisis económica, social, criminal, y entonces llegaron los huracanes Irma y María, que nos siguen dando golpes, estando en el piso. ¿Cómo nos levantamos de esta? La única forma es sabiendo quiénes somos.
Así, con la ele por la erre, como hablamos los
boricuas, reafirmé la fibra que une a este pueblo que está grabada en cada
palabra, en cada canción, en cada gesto e intercambio con el público de “Hecho en Puelto Rico”.
Tuve ayer el privilegio y el honor de ver esta
puesta en escena escrita dirigida y presentada por el incomparable dramaturgo,
actor, profesor, cantante y más que nada, amigo, Ángel Vázquez. El monólogo se
ha presentado en más de 60 ocasiones y ha recorrido decenas de ciudades en los
Estados Unidos donde más de 11,000 personas ya lo han visto, pero ayer fue aquí
en Puerto Rico. La cita fue en el teatro Arriví, que estaba lleno a capacidad.
Personalidades de las artes, la academia, las
comunidades y la política se dieron cita a ver la magistral presentación, que
ha convertido a Ángel Vázquez, en un verdadero embajador cultural de nuestra
historia, uniendo a los que lo han visto aquí con comunidades puertorriqueñas
en ciudades como Tampa, Washington DC, Chicago, Nueva York, Minnesota, Boston y
Kansas City, entre otras. Ha sido un fenómeno cultural sin precedentes, y eso
sólo lo puede decir quien ha tenido el gusto de poder verlo en escena.
“Hecho en Puelto Rico” es un recorrido por nuestra
historia de pueblo, contada desde la óptica de un joven que se quiere ir a
vivir fuera porque ya no resiste este país, como le pasa a tantos miles de
puertorriqueños antes y ahora. Ese joven se topa con una herencia en forma de
carta que recibe de un abuelo al que no conoció. A través de la carta, el
abuelo va contando nuestra historia, el devenir por el mundo de los
puertorriqueños hasta crear la diáspora, narrando cada hito histórico por los
personajes históricos que en Puerto Rico no se veneran. Son algunos de los
personajes que quizás se recuerden en un día feriado o porque tienen un
residencial a su nombre, pero la gente desconoce quiénes son.
Ángel Vázquez va mencionado uno a uno: Eugenio María de Hostos, Antonio Paoli, José De Diego, Arturo Alfonso Schomburg, Pedro Albizu Campos, Julia de Burgos, José Celso Barbosa, Roberto Clemente hasta Rita Moreno, Juano Hernández, Ricky Martin, José Ferrer, Lin-Manuel Miranda, y cientos de otros entremedio. Es una fabulosa letanía de nombres ilustres, de biografías y relatos entremezclados en la vida de los personajes del monólogo, y que poco a poco van conociendo su verdadera historia, nuestra verdadera historia, como mirándose y mirándonos ante el espejo de nuestra realidad. Al final de cuentas, es esa vida-historia, historia-vida que nos une a todos los puertorriqueños y nos hace ser quienes somos.
El monólogo se apoya de elementos
audiovisuales, como fotografías y vídeos de estos héroes y música, con pocos
elementos en escena que se limitan a una silla, una mesa, una maleta y pocas
cosas. Lo que resalta es el mensaje. Ángel Vázquez recita, canta, baila, toca
tambores, cambia su tono de voz según el personaje, y poco a poco va llevando
al espectador del espacio del recuerdo al presente, evocando a través de
chistes, cuentos y relatos, lo que somos. Uno como espectador ríe, aplaude,
canta, y muchas veces también llora de emoción, al recordar a nuestros héroes y
lo grande que hemos sido, y que somos. Más que nada, uno piensa. Mucho. Eso ha
sido lo más fundamental del monólogo.
En ocasiones el personaje baja de la tarima y
se entremezcla con el público. Otras veces hace preguntas históricas, que sólo
algunos presentes pudieron contestar. En un momento en que relata la historia
negra de Puerto Rico, entraron en escena los hermanos Cepeda y una bailarina de
bomba. Finalizó el espectáculo con el personaje del nieto, escribiendo un
trabajo para su universidad en el que tiene que definir la palabra patria.
Entonces, ahí Ángel comienza a entonar “Patria”, la famosa canción del panameño
casi boricua Rubén Blades, y el teatro se paralizó al escuchar la inigualable
voz de Andy Montañez, que se le unió en la canción. Fue verdaderamente, un
manjar.
Considero que todo puertorriqueño debe ir a ver
“Hecho en Puelto Rico”. Como
conversaba con el primerísimo actor y amigo, Braulio Castillo, hijo, quien
estaba sentado frente a mí viendo “Hecho
en Puelto Rico”, este monólogo debería ser requisito de graduación para
todos los estudiantes del país. Y yo creo que la primera que debe verlo es la
Secretaria de Educación, la empresaria Julia Keleher, para que entienda quienes
somos. Lo deben ver todos, especialmente nuestros políticos.
“Hecho en Puelto Rico”, no es propaganda. Tampoco es el
sentimentalismo nacionalista en el que caen algunos trabajos aquí, que excluyen
las aportaciones de líderes estadistas o anexionistas. Por el contrario, lo
magistral de este monólogo es que reconoce al pueblo en un todo, como lo que
es, y respeta a todos los sectores. Por eso debería ser una pieza obligada a la
que deben ir los funcionarios políticos y del gobierno, de todas las corrientes
ideológicas.
Pensaba también en las injusticias que se
cometen aquí. Esta pieza debía contar con el respaldo comercial de diversas
entidades, pero no lo tenía. Ha puesto el nombre de Puerto Rico en alto en más
de 60 presentaciones ante comunidades boricuas en la diáspora, y no le ha
costado un centavo al gobierno ni al pueblo de Puerto Rico. En contraste, el
gobierno sacó $700,000 en medio de la crisis y se los regaló a Luis Fonsi, que
fue sólo uno de dos que cantaron “Despacito”. Si se olvidaron de Daddy Yankee,
¿qué van a saber de Ángel Vázquez? Pues es hora de que sepan que es un
verdadero genio. Un trabajo tan profesional, respetuoso y amplio como “Hecho en
Puelto Rico” tiene que ser respaldado por todos.
Lo único que puedo añadir es que no existen
casualidades sino causalidades. Este monólogo “Hecho en Puelto Rico” tuvo que ser pospuesto en múltiples
ocasiones por culpa de los huracanes. Dio la casualidad de que finalmente se
presentó anoche, precisamente en un día que la gente, casi sin saberlo porque
fue a último momento, lo tenía libre porque lo endilgaron como nuevo feriado
para los empleados de gobierno y no hubo clases en las escuelas.
Ayer era el día en que se conmemoraban los 101
años de que a los puertorriqueños nos dieron la ciudadanía estadounidense. Un
día antes, el jueves 1ro de marzo, se cumplieron 64 del ataque de los
nacionalistas al Congreso de los Estados Unidos.
Para mí, ambas son fechas claves que definen lo
que somos como puertorriqueños, y es una lástima, que el análisis de ambos
eventos siempre se haga con tanto coraje y sin respetar las creencias de todos
los sectores.
Los fanáticos independentistas y nacionalistas
conmemoran con coraje e insultan a los a “pitiyankis”, “asimilistas”,
“arrodillao’s” o cualquier otro epíteto con el que se dirigen a ese grupo
grande de nuestra población que creen en la unión permanente con los Estados
Unidos como los estadistas, y como los colonialistas populares o “populetes”.
Entonces, en la otra esquina, los estadistas insultan a los que creen en la
soberanía y el independentismo llamándolos “separatistas”, “comunistas”, o con
el peor insulto posible que escucho recientemente que es como mentarle la madre
a cualquiera: “independenjistas”. Son esas divisiones las que más ensombrecen
nuestra autoestima porque no permiten que caminemos juntos para resolver los
problemas.
Muchos de esos vilipendios rodaron como pólvora
después en mi red social de Twitter el jueves, mientras yo hacía planes para ir
a ver al día siguiente a “Hecho en
Puelto Rico”, y tuiteaba sobre los acontecimientos. Para mí la ciudadanía
estadounidense fue impuesta, forzada en nosotros porque le convenía en ese
momento histórico a los americanos en plena Primera Guerra Mundial en el 1917.
Pero yo reconozco que también aquí en Puerto Rico, hubo muchos puertorriqueños al
principio de ese siglo que pidieron esa ciudadanía y se enlistaron en el
ejército de los Estados Unidos para ir a la guerra. Eso no se puede discutir
porque siempre ha habido personas que quieren ser parte de la nación americana.
Sobre esos temas comencé una conversación en
Twitter bien interesante con un estadista al que aprecio mucho, respeto y
distingo, quien fue legislador, don Orlando Parga. La historia tendrá que
reconocer que don Orlado fue quien impulsó la celebración de la ciudadanía
americana, a mi juicio, tratando de que los estadistas aprendan también su
historia y las fechas de sus creencias. A la conversación con Parga se unieron
el ex candidato a la gobernación Carlos Pesquera y el historiador, estadista y
mi amigo personal, Mario Ramos. Bajo ningún concepto yo los iba a mover de sus
creencias ni ellos a mí de las mías, pero el intercambio fue con tanto respeto,
que, de verdad, me dio gusto. Demuestra que podemos conversar y llegar a
entendidos, pero me entristeció mucho ver los vilipendios y las humillaciones
en cada uno de los comentarios de los fanáticos políticos que intentaban
meterse en la conversación.
Y yo pensé que eso es parte de nuestro problema
como pueblo. No podemos llegar a acuerdos mientras se fomente o permanezca la
ignorancia. Los ignorantes gritan, insultan, agreden, discriminan, maltratan y
en su peor momento, hasta matan. Y ahora mismo, los puertorriqueños mismos nos estamos
matando. Este pueblo lo seguimos matando en la medida en que no se le educa ni
se fomenta el diálogo.
Ayer también hubo una actividad de celebración
de la ciudadanía americana a la que asistieron poquísimas personas, según los
visuales en el Capitolio. Ni siquiera el Gobernador Ricardo Rosselló asistió.
En cambio, el teatro Arriví estaba lleno a capacidad de cientos de personas de
distintas clases sociales, ideologías, pueblos, estados de la nación americana,
y público en general, viendo el monólogo.
Yo fui al ver “Hecho en Puelto Rico” con mi amigo Bill Ayala, un abogado puertorriqueño
de la diáspora, que casi no habla español, con cara de “gringo”, y con quien
estudié en la universidad Rutgers, en New Jersey. Políticamente no pensamos
igual, pero Bill salió encantado de ver el monólogo. Entendió su mensaje que es
la importancia de reconocernos, de saber quiénes somos para poder mejorar
nuestra situación.
Entre el abarrotado teatro divisé a varios
líderes independentistas y soberanistas. Saludé a varios de los exprisioneros
políticos que estuvieron allí como a Dilcia Pagán, ví a lo lejos a Oscar López
Rivera, y pude conversar brevemente con el líder nacionalista Rafael Cancel
Miranda. Don Rafael me dijo “esta obra es una reafirmación de lo que somos y de
nuestra dignidad. Debemos sentirnos orgullosos de este trabajo porque es importante”.
Yo concuerdo. El monólogo demuestra que todos necesitamos
aprender de nuestra historia porque conocerse es quererse.
Tener autoestima es quererse a uno mismo, sin
egoísmos ni siendo enfermizos, sino sabiendo que valoramos lo que somos, por lo
que hemos pasado, y lo que hemos hecho. Puerto Rico tiene que luchar por
recuperar esa autoestima colectiva y de la única forma en que se va a lograr es
conociendo nuestra historia. Un primer
paso, firme y contundente, para lograrlo, ha sido ver este monólogo de Ángel
Vázquez.
No existen casualidades sino causalidades. Los que
somos puertorriqueños vivamos aquí o donde sea, todos tenemos ese sello invisible,
indisoluble que dice “Hecho en Puelto
Rico”.
Sandra D. Rodríguez Cotto
3 de marzo de 2018
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