Esta mañana en la Escuela Altinencia del Valle, en Toa Baja, volví a
confirmar lo maravillosos que son los maestros puertorriqueños cuando su
compromiso es sacar a los niños hacia adelante. Lo corroboré, y me consta que
no fui la única. Sé que el primerísimo actor que es orgullo de Puerto Rico en
todo el mundo, Modesto Lacén, también lo vio.
Niños vivos, curiosos, inteligentes. De
carcajadas sonoras y preguntas tajantes, buscando aprender de todo, como
esponjas. Absorbiendo lo que ven en su entorno. Pocos materiales, pero había abundancia
de compromiso en sus maestros. Eso sí había de sobra. Los maestros se afanaban por inculcarles a
esos niños el deseo de enterarse de las cosas más allá del salón de clases. Esos
maestros son el motor de la escuela, y su vocación docente se demuestra en la
forma en que logran capturar esas mentes infantiles para dotarlas del deseo de
aprender, aún en escasez y ante las más duras condiciones.
Hoy Modesto y yo tuvimos el honor de
visitar esta escuela elemental e intermedia, que ubica en el Barrio Campanilla
en Toa Baja.
Modesto ofreció un taller de actuación,
y yo uno de redacción y periodismo. Los grupos de niños eran de la llamada
"corriente regular" y los de educación especial. Lo interesante de
todo fue que estos niños viven aquí en Campanilla, en el Barrio Ingenio y en
otras zonas que fueron devastadas durante el huracán María.
Todos los niños participaron y hacían preguntas
inteligentes, inquisitivas y de profundidad. Al menos tres me cuestionaron el
por qué en las escuelas no hay dinero para sacar fotocopias, pero sí para los
afiches de los valores, demostrando que están al tanto de lo que ocurre en el
país. Los maestros sonreían con cada pregunta, con esa satisfacción que produce
el fomentar entre sus estudiantes la curiosidad y el tener criterio propio.
La escuela, de dos pisos, daba gusto. Estaba
totalmente limpia, sencilla, pero con los salones decorados con afiches y materiales
que los mismos maestros han ido comprando de su propio dinero. Todo lo que vi y
viví me dice mucho del compromiso de los maestros con ese rol de enseñar y
educar.
No es fácil ser maestro, y mucho menos
en esta época, con tantas presiones del mismo Departamento de Educación y toda
la problemática social que se vive en el país. Ser maestro ante tantos niños en
un área de pobreza y necesidad como es donde está enclavada esta escuela, es de
admirar. Sinceramente no sé cómo lo hacen. Me enternece ver como tienen tanto
amor para los nenes, sabiendo que su trabajo como profesor está en riesgo ante
la reforma educativa y las chárter. Pero sé que ese ambiente que ví hoy en esta
escuela se replica en todo el país. Hay que respaldar a los maestros y a todos
los niños, que son el presente y el futuro de Puerto Rico. Y esto no es un
cliché. Es una verdad.
Por eso, al terminar la mañana llena de
tantas vivencias hermosas, no puedo dejar de agradecer la oportunidad de poder
haber compartido con los estudiantes y con los maestros de la Escuela
Altinencia del Valle, en Toa Baja.
Aprovecho también para resaltar la importancia de apoyar al Festival de la Palabra. Llevo años apoyándolo, aún desde su concepción y no me pierdo sus eventos. Es importante respaldar todo aquello que ayude a nuestra sociedad como lo es el arte y la literatura.
A través de los años, son miles de estudiantes que reciben información, libros y participan en charlas o tertulias en el Programa Escolar del Festival de la Palabra. Una vez empiezan los eventos del Festival, también son miles de niños los que asistente a lecturas de cuentos y libros, adentrándose en ese maravilloso mundo de la lectura. Otros van a las presentaciones de películas en esa parte del Festival. Y este año, doy fe de los miles que recibieron libros y charlas en los refugios, durante esos terribles días y semanas seguidas al huracán. Este año el Festival de la Palabra será del 6 al 8 de abril en los predios del Conservatorio de Música de Puerto Rico y la YWCA, en Miramar.
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