Periodista independiente en Puerto Rico

Thursday, November 5, 2020

¿Es el fin del bipartidismo?

 

Dos caras el bipartidismo: Charlie Delgado Altieri (PPD) y Pedro Pierluisi (PNP)

Ya le enterraron la estaca en el corazón. Todavía no murió, pero el bipartidismo empieza a dar sus últimos aletazos con la elección del 2020. Hay muchos adoloridos, como cuando los soldados salen de una batalla heridos, y quieren levantarse. Resucitar. Pero es inevitable aceptar que el cambio apenas comienza.

Al Partido Popular Democrático que se fue de vacaciones en estos cuatro años, los electores le pasaron factura. Con la estructura que tiene el partido más antiguo, debió haber hecho su trabajo, pero no. No fiscalizaron. Se olvidaron de que hacer oposición significa fiscalizar. Con su silencio, los populares se hicieron cómplices del pillaje de este cuatrienio, que pasará a los anales de la historia como uno de los peores en Puerto Rico. Un cuatrienio en el que la corrupción sembrada en el mismo corazón de aquellos moradores de La Fortaleza, permitió desde el robo de víveres y ayudas, hasta las muertes de 4,645 puertorriqueños. Vieron a los asesinos y no dijeron nada. Los populares callaron.

 Sólo había excepciones que se cuentan con una mano y sobran dedos: Un Tatito Hernández, un Jesús Manuel Ortiz, un Ángel Matos y un poco, un José Aníbal Torres, pero el resto de los populares en silencio. Claro, la otra excepción era Carmen Yulín Cruz, pero la alcaldesa está en otra liga. Muchos populares no la querían ni la veían como popular. El resto del liderato de la pava estaba más pendiente a mantener sus salarios y sus puestos, que hacer el trabajo de oposición. Se conformaban con salir en El Guitarreño haciendo el ridículo, como hizo una vez Brenda López de Arrarás, y tantos otros. Si no era allí, intentaron volver el poder como Aníbal Acevedo Vilá, que ni los mismos populares lo querían.


Es evidente que la elección del 2020 no sólo fue una derrota electoral, sino que también demuestra la decadencia en el PPD. Es que 82 años pesan. Más, si se vive en la indefinición, y ya el ELA estaba moribundo. Lo mató PROMESA, lo enterró la Junta, el caso Sánchez Valle, Obama y hasta el mismo Trump. Lo ha ido matando su propia inacción.

Charlie Delgado Altieri se aferra a que cuenten los últimos votos, pero su elección representa la segunda vez corrida en la que el PPD pierde por menos de un 3%. Quizás es que necesitan definirse en algo nuevo. Quizás es que el PPD ya llegó hasta donde podía, porque con todo y caras nuevas que las había entre los candidatos para esta contienda, no convencieron a la gente porque nunca se escucharon. Eran desconocidos.

El Partido Nuevo Progresista celebró en grande la noche del tres de noviembre. Tenían que hacerlo para asegurarse el poder, plantando bandera ante las cámaras de WAPA TV que llevó a Pedro Pierluisi y a Jennifer González de recorrido, como hicieron cuando ganó Rosselló. Era como darle rewind a una historia que concluyó en tragedia.

Después de la contundente botada que el pueblo le dio al exgobernador durante el verano del 2019, la primera en la historia de Puerto Rico, después de la sucesión de tres gobernantes en dos semanas, y luego de sobrevivir calamidades como huracanes, terremotos y pandemias, la victoria de Pierlusi le dio un respiro a los penepés. Pero fue un respiro corto. Cuando cayeron en cuenta de su realidad, empezaron a temblar.

Pierluisi llega con menos de 1% de ventaja y el 32% de apoyo electoral. O sea, siete de cada 10 electores puertorriqueños votó por cualquier otra opción que no fuera el PNP ni Pierlusi. Eso es incluso menos que lo que sacó Ricky en el 2016 (un 41%), pero Pierluisi está en peor posición. No tiene un poder consolidado que le permita el banquete total que esperaban con los fondos de reconstrucción.

Perdieron un montón de alcaldías y poderosos puestos legislativos. No tienen mayoría legislativa. El PNP solo tiene a la Comisaría Residente, con una fortalecida Jennifer González, que no pierde una. Es como los gatos, que siempre cae parada, y la respaldan. Pero no hay duda alguna de que los empleados fantasmas en el Capitolio y los sueldazos de $5,000 por velar el salón café o de $10,000 a una pastora, pesan. El pueblo a $7.25 la hora o en Ley de Quiebras, no los perdona. Aunque sean estadistas. 


Por eso la victoria que cantaron en la noche del tres de noviembre, en el fondo le supo amarga a los azules. Sonreían para las cámaras, pero en su fuero interno saben que no tiene verdadero poder. Las minorías que son más que ellos, mandan. Como en el verano pasado, los azules saben que los otros son más y no tienen miedo. Por eso los penepés andan bien preocupados.

Ahora a ver a quién nombrarán al Supremo y al Apelativo antes de que Wanda Vázquez entregue el poder. A ver qué hacen ahora con los puestos que tenían amarrados por cuatro, seis, 10, 12 años. A ver cómo logran controlar la distribución de los billones para la reconstrucción, ese botín que los tenía con los dientes afilados, salivando. A ver cómo acomodan a los del chat y demás brothers en la televisión o en la radio, para que comenten y tiren bombas de aire. A que distraigan con su fake news. A que envuelvan. A que duerman. Es mucho dinero y hay muchos compromisos, pero muchos quedaron fuera. El pueblo los botó. Les duele admitir, como dijo Ricky, que no es fácil cogerse de pendejos a ellos mismos.

Así que el PNP tampoco puede cantar una victoria total. Aunque hayan ganado la consulta amañada, que no tiene validez ante un Congreso racista. A pesar de Florida y de Biden, saben que ese 53% del sí por la estadidad, no les da un cheque en blanco.

Los grandes ganadores de las elecciones son los que todos obviaban. Esos a los que el establishment de medios corporativos, empresarios y Junta, descartaban. Todos los chiquitos, que aún sin unirse en sus estructuras, son más y pueden mandar si se lo proponen. Sólo si se unen y evitan que los rojos y los azules diseñen una estrategia de control. Pero ojo. Hay que velarlos. Por ahí es que viene el bipartidismo.

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