Mucha gente
todavía cree que ser relacionista es organizar un coctelito, ser “lame ojo” de
reporteros o payolero en los medios. Piensan que son como magos y que con su
varita pueden solucionar cualquier problema que se tiene de frente con rapidez
y sin estudio ni análisis. Y muchos se creen que el relacionista está para
poner parchos, como si fuera un reparador de gomas de carros. Ni una cosa ni la
otra. Ser relacionista no significa ser solucionador de problemas por arte de
magia, ni mucho menos ser el que repara los rotos o los problemas cuando se
tienen de frente.
Estas ideas equivocadas
reflejan que hay una crisis de percepción y un gran desconocimiento. De hecho,
las relaciones públicas sufren una profunda crisis de identidad e imagen
pública porque no se explican bien, porque tienen eco en ciertas personas en
los medios de comunicación, y porque se confunden con la gran cantidad de
incompetentes, corruptos y antiéticos agentes de prensa y de propaganda que
abundan en este país.
Hay demasiados
malos que opacan la seriedad de esta profesión. Por eso es que todavía no se
entiende rol vital de las relaciones públicas en la comunicación de cualquier
organización y que el verdadero relacionista se tiene que preparar, educar
continuamente y que se rige por los más altos cánones de ética.
Precisamente
en la Semana del Relacionista, en la que se debe reflexionar sobre el rol de
esta profesión en la sociedad, dos noticias recientes ponen de relieve la
crisis de percepción que todavía persiste sobre lo que somos y no somos los
relacionistas
profesionales.
Madeline Ramírez |
Rony the Hyper |
De hecho en más del 90% de los municipios y en muchas de las agencias del gobierno central, e incluso del federal, los que laboran como relacionistas violan la ley. Desde el 2008 la ley 204 obliga a toda persona que practique como relacionista, director de prensa o comunicaciones, a tener una licencia y a mantenerse al día. El problema está en que la Junta Reglamentadora no ha metido mano. Hasta que no empiecen a recibir querellas y a multar a los que violan la ley, esto seguirá.
Seguirá porque
muchos de los que se oponen a la licencia, así como los que no entienden la
profesión, desconocen las presiones que amenazan este oficio.
Quizás por la
misma presión económica los empresarios, gerentes y jefes quieren resolver los
problemas de imagen rápido y contratan a quienes se venden como expertos sin
serlo. Piensan que porque conoce a periodistas o vienen del medio, esto les
resolverá su problema ante la opinión pública. Lo que no comprenden es que casi
nunca pasa así. Para que las relaciones publicas sean exitosas tienen que seguir
un proceso investigación, planificación de estrategias y tácticas, e implementación
de las mismas, y concluye con una evaluación de resultados. Hacer relaciones
públicas requiere una estructura, un plan. No es poner un anuncio o que algún reportero
te entreviste.
El otro
problema básico de esa mentalidad de quienes no entiende el rol del
relacionista es que no saben a quién le hablan. ¿Cómo pretenden llevar un
mensaje si no conocen al público que le quieren hablar? Se concentran en el
emisor del mensaje y no en el receptor. Les importa más lo que quieren decir
que preguntarle a la gente que es lo que quiere escuchar. Hay un disloque entre
el emisor y el receptor del mensaje porque no se planificó adecuadamente.
Por eso para
que las relaciones públicas sean entendidas, se requiere un cambio de
paradigma. Exige preparación y exige que se hable de esta realidad para que el
país entienda la diferencia entre los relacionistas y los payoleros, entre los
profesionales y los buscones, y entre los que se preparan y los que no. Ni magos ni tapa rotos. Esto es una profesión
seria.
Nota: Esta columna fue publicada en El Vocero el 9-30-2014 http://elvocero.com/relacionistas-publicos-magos-o-tapa-rotos/
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