Columna semana publicada en !Ey! Boricua y en Substack
Esta semana el mundo entero estuvo en un orgasmo noticioso, viviendo el minuto al minuto de lo que pasaba con el sumergible Titán en el que viajaban cinco multimillonarios que querían ver de cerca los restos del Titanic.
En todo el planeta la gente estaba pendiente a los medios noticiosos con curiosidad por saber qué más pasaba. Era como sentir placer, ese sentimiento positivo que se puede experimentar a nivel físico, mental o espiritual, y que está asociado a la felicidad, el bienestar o la satisfacción.
El placer
hace que el cuerpo libere endorfinas, es decir, hormonas que te hacen sentir feliz y relajado, como al final del ciclo sexual, ya sea que hayas tenido un orgasmo o no. Así se veía a la gente buscando noticias.
Pero también era morboso esa actitud de querer ver, sentir, oír, o vivir vicariamente eso que está proscrito para los pobres. Era el poder que tienen los que pueden pagar y montarse en un submarino a retar las reglas del universo para bajar a las profundidades más recónditas a ver el barco que se hundió hace 106 años.
Era esa sensación de acceder a lo prohibido, a eso a lo que solo unos pocos multimillonarios pueden, que es hacer lo que les dé la gana. ¡Qué cosa más estúpida!
Los cinco millonarios que se montaron en ese submarino, incluyendo muchacho que estaba aterrado pero que lo hizo para acompañar a su padre, demuestra hasta dónde llega el nivel de la estupidez humana. Sólo por decir que pueden montarse en una máquina que se creó para navegar bajo la superficie del agua y después, alardear de que lo hicieron.
Esa pretensión de que, por ser millonarios, se creen ser como dioses que pueden retar las leyes del universo, pero son igual de mortales como el resto de los seres humanos.
La cosa es que el Titán había explotado desde el domingo. Eso lo sabía la Marina de Guerra de los Estados Unidos que escuchó las explosiones con esas máquinas con la tecnología que militar ultrasecreta que tienen, pero siguieron buscándolos hasta el viernes para tratar de rescatar la nave.
Fue una tragedia de cinco ricos que generó más interés de las autoridades y más cobertura de la prensa internacional que, por ejemplo, el naufragio del barco de pesca repleto de inmigrantes que se hundió la madrugada del miércoles frente al suroeste de Grecia. Más de 300 paquistaníes murieron en el naufragio frente a las costas de Grecia, la última tragedia que pone de manifiesto la crisis de refugiados a la que se enfrenta la Unión Europea.
Esta misma semana la ONU hizo una alerta de que aquí cerca, a menos de 200 millas de Puerto Rico, hay hambruna. En Haití se está muriendo la gente o por las gangas o de hambre, y al resto del planeta ni les importa.
Y en Puerto Rico, como en todo el planeta, caímos también en ese juego. Por cada minuto que se le dedicó a noticia del Titán, era tiempo y espacio noticioso que se le robaba a temas que realmente son críticos, como la cantidad de viejos abandonados en nuestro país, los niños que están siendo maltratados y las mujeres que son víctimas de violencia, por mencionar sólo algunos.
Es todo entretenimiento, recreo, diversión, distracción, pasatiempo. Todo es el morbo o el placer o el jolgorio, y cualquier sinónimo que se quiera utilizar para entretener y no pensar en las cosas importantes porque son aburridas o son malas. O como suelen decir algunos jefes de noticias en ciertos medios: “eso es muy aburrido”, aunque sea la verdad.
Mientras se dedicaba tanta atención al Titán incluso en la prensa puertorriqueña, no se habla de la crisis fiscal en la que estamos sumidos. El Plan de Ajuste de la Deuda que por ahora lo pospusieron, pero no nos lo despista nadie, los aumentos que vienen en dos semanas en Acueductos y los que vienen en la dichosa Luma, son las realidades de las que no quieren hablar. Para los pequeños y medianos comerciantes a todo eso hay que añadir el aumento en el salario mínimo, que, según el liderato del Centro Unido de Detallistas, es una especie de tormenta perfecta para arrasar con es sector de la economía.
Y como si eso fuera poco, el Titán opacó también las noticias reales sobre los cierres de empresas que al gobierno le conviene ocultar. La semana pasada enumeramos los cierres de las farmacéuticas y fábricas Merck, Avon y Bristol Myers, que juntas dejan en la calle a la gente porque se pierden sobre 1,200 empleos directos y como 900 indirectos. Hace dos días se anunció el cierre de Viatris en Barceloneta, que deja fuera como a otras 500 personas.
El Titán también opacó la peregrinación que por años hacían independentistas y de un tiempo para acá hace también los estadistas al Comité de Descolonización de la ONU. Pero allí la estadidad quedó mal parada y hasta le apagaron el micrófono. Los demás, ni fu ni fa.
Y así fueron muchos otros temas más que quedaron en un segundo plano, tanto a nivel local como internacional. Quizás es que, como sociedad, a todos nos da más morbo, y una especie de placer, las cosas malas, o las imágenes o la violencia. Quizás son pretextos para hacernos sentir seguros en nuestras casas o cómodos en nuestras esquinas, para que no retemos ni cuestionemos.
Nos quieren como reses al matadero, no como individuos pensantes. Quizás es como dijo Kapuscinski, “cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”. Yo me rehúso a eso, aunque sea nadar contra la corriente.
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