En un mundo dominado por las marcas, entender la semiótica es
indispensable. Pero ¿qué es lo que significa la imagen de los candidatos
puertorriqueños, si no hay marcas definidas o que peguen? A seis meses de las
elecciones generales, ¿cuál es el “branding” o la marca de los políticos
boricuas?
Un vistazo a cómo se proyectan actualmente los principales candidatos
refleja que todos, por igual, carecen de una imagen fuerte y convincente.
Carecen de una marca vendible. Esto se podría constatar con la encuesta política
que publica esta semana el periódico El Nuevo Día, que arroja, como una de sus
múltiples lecturas, que ninguno de los
candidatos levanta pasiones ni tiene una marca definida.
En la encuesta, El Nuevo Día le dio un 31% del respaldo del público a
Luis Fortuño vs. un 38% a Alejandro García Padilla. Mientras que a los
candidatos a Comisionado Residente en Washington, es a la inversa. Al PNP Pedro
Pierluisi lo ubican con un 41% de ventaja sobre el 32% de Rafael Cox Alomar.
Sobre el puesto de Comisionado Residente, una conclusión de la encuesta
es que el pueblo se identifica con aquél que más represente la dependencia.
Evidentemente Pierluisi ha sido exitoso demostrando sus logros buscando fondos
federales, lo que la oposición no ha sabido ni ha querido mostrar como una
forma de mantener la dependencia del ELA. El resultado ratifica además la tesis
de que aquí se va a repetir el mismo escenario de 2004 con un Gobernador
Popular y un Comisionado Residente del PNP.
Hay que preguntarse cuál es la marca de cada candidato, y hasta el momento, no está claramente definida. Por lo menos, no se ha proyectado aún al público. Esto contrasta con las elecciones pasadas. En el 2008 Fortuño ganó el cargo con la promesa de traer un cambio. Copiándose de lo que hizo Barack Obama en su campaña presidencial en los Estados Unidos, Fortuño basó sus promesas en un cambio. Cuatro años más tarde sí ha hechos cambios, pero son cambios que la mayoría de la gente repudia o les desagrada. Mientras que a García Padilla no lo quieren porque no tiene una propuesta y no convence. El resto de los otros candidatos lucen como figuras etéreas que no se proyectan como productos o marcas vendibles aún
Branding en tiempos de lo light
Los candidatos políticos necesitan mostrar sus atributos y su
diferenciación para que, como sucede con las marcas, la gente decida si se
queda o cambia de producto. Esto lo saben desde hace décadas los estrategas de
propaganda en los partidos porque entienden el poder del mercadeo para
posicionar a su candidato como un producto coherente y vendible. Pero así como
las campañas han ido evolucionado en el campo de las marcas, igualmente lo han
estado haciendo a nivel político.
Las campañas pasaron de las palabras a la imagen y de las teorías
abstractas a los sentimientos. Los discursos de la época de Luis Muñoz Marín y
Rafael Hernández Colón pasaron a la historia. Igualmente, las largas listas de
promesas contenidas en las plataformas de cada partido, que tanto usaron Pedro
Rosselló y Sila Calderón, ya no importan porque los estrategas de propaganda
saben que al electorado no les interesa y son pocos las que las leen. Ahora las
suben – si es que las tienen hechas – a sus páginas en Internet, pero ni ahí
son lo más importante.
El candidato político tiene que construir una imagen o cambiar su imagen
en cuestión de meses. Enfatizar en lo bueno, obviar lo malo, callarse si no
tienen nada que decir o complacer a todos los sectores. Por eso a esta etapa a
seis meses de los comicios no se ven tantos candidatos besando a bebés y sí
saliendo en fotos en las páginas sociales, como pasó en días recientes donde
tanto Fortuño y García Padilla posaron con sus esposas en la Gala del Museo de
Arte. O sea, el producto es chic, dirigido a un nicho o sector del mercado. Más
cerca de las elecciones será más masa. Ya los veremos visitando más a La Comay
y a los programas de televisión de comedia.
Los candidatos, además, tienen que entender a los medios de comunicación
actuales y dominarlos. No es sólo tener una página en Internet o una cuenta en
Twitter, sino ser parte de la conversación y motivarla. No es ir a los
programas de radio mañaneros a reaccionar, sin traer frases que peguen y se
puedan recordar. Vivimos en un mundo donde prevalece la “espectacularización”
de la noticia, y por eso los políticos tienen que vivir ese espectáculo y ser
parte del mismo, pero con rapidez.
El Premio Nóbel Mario Vargas Llosa publicó hace unas semanas el ensayo “La
Civilización del Espectáculo” en el que teoriza que en el mundo actual, priman
las imágenes sobre las ideas. Analiza el autor peruano que a nivel global nos
hunde el periodismo “light” y el “desprestigio
político”, en parte porque el nivel intelectual, profesional y moral de la
clase política ha decaído. En parte, ese desprestigio de los políticos es la raíz
del escepticismo del público como consumidor o elector. Eso obliga a que los
candidatos traten de obviar las incongruencias entre sus actuaciones y sus
promesas.
El publicista y artista plástico puertorriqueño Radamés Rosado, plantea
que una marca “debe comunicar una promesa, unas expectativas” y que se debe ser
consecuente con las mismas, cuidando cada detalle. “Pero si todo el esfuerzo y
empeño que ponemos en anunciar la marca, contrasta con el producto, el trato,
el empaque, y la promesa, realmente estaremos haciendo el trabajo a la inversa.
Todo ese esfuerzo e inversión, se pueden ir al piso si existe una incongruencia
entre lo que se dice ser, y entre lo que se ofrece en realidad. Y el valor
percibido de su marca, por ende, pierde”, sostiene Rosado.
El tener un buen gobierno o haber salvado las finanzas no es suficiente
para ganar elecciones, y eso Fortuño debe reconocerlo. El ser la oposición,
tampoco es suficiente para ganar una elección. Tanto el PNP como el PPD tienen
que crear una marca sólida e inyectársela a sus candidatos, entender a los
medios de comunicación y dominarlos. En
realidad el cambio es: entender qué quiere el elector de hoy y dárselo.
A los políticos de hoy se les hace hacer una campaña basada en atributos. Por eso recurren a la campaña de fango. Ganará el que menos sucio quede ante la opinión pública.
ReplyDeleteAdelante y éxito.