En la misma semana en la que los titulares en
todos los medios, el tema general en las redes sociales y la discusión pública se
concentraba en el supuesto intercambio epistolar entre una maestra y un cantante
de trap, cuando en realidad todo apunta
a una de esas jugadas del marketing que nos asfixian y que las masas no quieren
ver, el teatro puertorriqueño nos dio una gran lección de lo que somos, del sistema
educativo que tenemos y de nuestra historia. Después de todo, como decía el célebre
dramaturgo estadounidense Arthur Miller, “el teatro es el único arte donde la
humanidad se enfrenta a sí misma”.
Y ese careo con nuestra realidad puertorriqueña
lo proporcionó la puesta en escena de la extraordinaria obra “La Maestra Yanqui”.
La obra, inspirada en hechos reales, narra cómo
fue el proceso de americanización de Puerto Rico en el 1904, cuando comenzaron
a traer maestros estadounidenses para enseñar en inglés y cambiar todo el sistema
educativo, despidiendo a los maestros españoles y a muchos puertorriqueños. Sin
duda, es una dolorosa y fuerte metáfora de la realidad que vivimos en el
sistema educativo actual.
Escrita y dirigida por el singular dramaturgo Roberto Ramos Perea
y presentada por el Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño, La Maestra Yanqui, nos
obliga a pensar en las raíces de nuestra realidad cotidiana, las rupturas y
nuevos caminos que se provocaron hace 120 años y por qué se sigue repitiendo la
historia. Es una metáfora de nuestra realidad actual.
La pieza está inspirada en una memoria de la poeta
y ensayista Clara
Lair, cuando tenía 14 años y estaba en la Escuela Modelo de Ponce. Ella se enamoró a lo adivino de un profesor y escribió
el cuento “El maestro”. Cuando Ramos Perea leyó el cuento, entendió que esa
narración sobre el proceso histórico tras la invasión y ocupación de los Estados
Unidos y la salida de los españoles de Puerto Rico, era motivo suficiente para
una obra. El trauma de los españoles y de esos puertorriqueños a los que de
momento los obligaron a enseñar todo en inglés, por maestros sin licencias que
ganaban sueldos dos y tres veces más altos que los boricuas fue una realidad que
había que contar.
La trama empieza cuando la joven maestra Jenny
Anderson llega desde Detroit a enseñar en Ponce, y empieza a presionar al
principal, que era el sevillano David Arcaya y al maestro puertorriqueño y
poeta frustrado, Arturo Mora. Los intercambios en el diálogo de los actores, especialmente
las reacciones de los estudiantes a la enseñanza en otro idioma, evocan un
tanto al histórico cuento de Abelardo Díaz
Alfaro “Peyo Mercé enseña inglés”, y mezcla la comedia con la brutal realidad
que les tocó a los puertorriqueños de ese momento.
La obra cuenta con un elenco en su mayoría por
actores nuevos o desconocidos por la masa, pero cuyos quilates demasiado
brillantes no merecen ser obviados por los medios masivos. El reparto incluía a
la actriz Yashay Pérez, Tiffany Rodríguez como Fini, Shenys González como Candelita,
Cybele Delgado como Clementina, Basilia Encarnación como Isolina, Belkis Colón
como Teresita, Carlos Mercado como Miguel, y Steven Rivera como Raulito. Una
mención especial va a para Claudia Sevilla, quien interpretó a la negra rebelde,
Petrita Albizu del barrio Tenerías de Ponce, a la altura que el apellido de ese
personaje requería.
Uno de los principales personajes femeninos es
el de Clarita, la estudiante que se enamora de su maestro y se lo perdona todo.
Este recayó en la actriz Myrnelis Flores, quien sobresale en su interpretación en
las escenas de amor y la excelencia en que llevó los parlamentos bastante largos.
Como la patria misma que lucha por defender su esencia ante el invasor, este
personaje de Clarita a veces se doblega y a veces mantiene silencio, con la
dignidad que sólo posee quien ama de verdad.
Ramos Perea comparte la dirección con el rol de
actor en el personaje del profesor español David Arcaya, principal de la
escuela, que sufre el desplazo por no saber inglés. Conocedor de geografía y la
música de Vivaldi,
este es un personaje culto, pero que también trae las contradicciones y
desigualdades del coloniaje español. Por ser sevillano ganaba un sueldo más alto
que el maestro puertorriqueño, pero cuando ya sabe que saldrá de la escuela, en
una escena cargada de emoción, llora y hace llorar al público cuando cuestiona
cómo les dirá a sus hijos que ya no es el principal, y que sus hijos son puertorriqueños.
Este personaje es el que más cuestiona las motivaciones de la maestra Yanqui y exige
al personaje central que defienda su cultura y su ser ante el invasor que lo
desplaza.
Pero no hay la menor duda de que esta obra es
de su protagonista, el primerísimo actor Ernesto Concepción
en el papel del maestro Arturo Mora. Interpretó
hermosamente el personaje con toda la vulnerabilidad y ambigüedad que se tiene
como puertorriqueño. Es la eterna indecisión entre ser o dejar de ser o no ser
nada. Es esa duda, su titubeo entre el amor a lo que es, lo que fue bajo los
españoles y lo que se ha convertido bajo el dominio americano, lo que avergüenza.
Su cobardía ante los momentos claves cuando debe enfrentar a sus demonios, lo
consterna, y el miedo le provoca ataques epilépticos o de pánico que lo
derrumban, como si fuera una metáfora de lo que somos los puertorriqueños. Y así como somos, el maestro Mora nos hace
sumirnos colectivamente en esa cultura de la abstracción.
Este personaje es nuestro espejo como pueblo, porque,
así como ahora nos entretenemos con las eternas baile, botella y baraja, con
los Bad Bunny de la vida,
las visitas a los malls en donde se compra sin cesar o la búsqueda del permiso
para comparar cannabis medicinal y olvidarse de los dolores que provoca la
colonia, este personaje víctima de sus adicciones. Es la única forma de
enfrentar el monstruo de la colonia. Con
eso, o con amor. Las escenas de amor las interpretó con tanta belleza y
sensualidad, que Concepción consiguió que en el público se escucharan los
suspiros y comentarios en voz baja de muchas mujeres. Pero también logró demostrar
que en la vida todo es poesía. La escena cuando le recitó a sus estudiantes el
poema El Regreso, de José Gautier Benítez, arranca las lágrimas. Por eso hay
que ver a este actor en escena. Cautiva.
Un dato importante
de toda la pieza es cómo la música va uniendo temas y sentidos, y en esta parte
hay que destacar el talento del compositor Sebastián, de apenas 18 años. La
estética de sus composiciones sutiles y sugestivas, ayudan al público a
adentrarse en cada escena. Ese talento propio, también es herado de unos padres
super talentosos ya que el compositor es hijo de Ramos Perea y de la reconocida
actriz Ángela Mari.
La Maestra Yanqui subió
a escena este fin de semana en el teatro Francisco Arriví, y se presentará
nuevamente los días miércoles 24, jueves 25, viernes 26 y sábado 27 de octubre,
a las 8:00 de la noche. La entrada es gratis, ya que cuentan con el auspicio
del Instituto de Cultura.
Hay que felicitar a Ramos Perea por esta
extraordinaria obra, a Concepción, a todo el elenco y a la producción. Merece
ir a verlos. Merecen respaldo. Por eso escribo. Desde este foro, aplaudo al Instituto
de Cultura por hacer posible la puesta en escena y le pido que logren que se dure
algo más y pueda ser vista fuera del área metropolitana y en la diáspora. Merece
verse.
Es penoso que poco se escribe o se difunde en
los medios masivos de los trabajos buenos que se hacen desde el teatro
puertorriqueño. A veces sólo acapara cobertura lo chabacano, mientras que las
piezas bien escritas, con música excepcional, escenografía, vestuarios e
iluminación impecables, y actuaciones espléndidas como sucede en La Maestra
Yanqui, parecen no tener el respaldo de los medios masivos. Sin embargo, el ver
un teatro lleno a capacidad es la mejor señal de que el público busca contenido
alterno, de calidad artística, y que sabe apreciar el buen teatro.
Apuesto además a la continuidad de este
proyecto cultural del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo porque nos
permite reproducir la historia para poder entender el presente y mirar hacia el
futuro. Es importante el teatro hoy, en el 2018, cuando vemos cómo se replica mucho
de lo que se vivió durante la ocupación de los soldados estadounidenses, y
luego con la implantación de sus sistemas en la educación. En la presente
coyuntura histórica que vivimos, con una Junta de Control Fiscal dirigiendo las
finanzas diezmadas del gobierno y un sistema de educación en franco
achicamiento, es imprescindible, un imperativo, ver esta obra.
Es imposible saber hacia dónde vamos si no
tenemos la capacidad de reconocer de dónde venimos. Esta es una obra cercana y
una poesía viva. El teatro nos acerca a la vida, y como decía Federico García
Lorca, “el teatro es poesía que sale del libro para hacerse humana”.
Excelente obra lo que habría que agregar a tan buena reseña es el hecho de que la música fue compuesta por Hugo Sebastian un joven de 18 años, lo cual es muy esperanzador, especialmente cuando son pocos los jóvenes que están ofreciendo propuestas musicales de tan alta sensibilidad y calidad. Recomiendo a qué laegente escuché el CD del soundtrack track de la obra...exquisito
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