Time for transparency (Ilustración publicada en Food Safety News) |
(NOTA: Esta columna fue publicada originalmente en NotiCel el domingo, 28 de octubre de 2018 - https://www.noticel.com/opiniones/blogs/en-blanco-y-negro-con-sandra/el-derecho-a-saber/829127738 )
El derecho a saber está bajo asedio en todo el mundo. Vivimos en una era donde la información está al instante y accesible hasta en un celular, pero la libertad de prensa y de expresión enfrentan ataques virulentos por los gobiernos y sectores del poder que buscan limitar que la gente se entere de las cosas. Todo lo maquillan, todo lo tergiversan, y todo lo esconden, y a quien busque la verdad, le hacen la vida imposible, lo atacan, lo persiguen, lo discriminan, lo desacreditan, pretenden aislarlos y hasta lo matan. Estamos ante el umbral de un oscurantismo peligroso.
Dos ejemplos de esta peligrosa tendencia global
son el asesinato del periodista Jamal
Khashoggi, y la amenaza
de bomba a CNN
como parte de 14
paquetes con artefactos explosivos enviados a líderes demócratas y
liberales por un fanático con su guagua llena de parafernalia
pro Donald Trump. Se ve también en el fanatismo
tóxico en las redes sociales, que como le pasa al fuego cuando le echan
leña, se aviva con cada comentario y la retórica de odio de líderes políticos
encabezados por Trump.
Quizás sorprende que esto sea en los Estados
Unidos, pero Trump no hace nada distinto a lo que están haciendo líderes de
extrema izquierda y de la derecha en todo el mundo. ¿O no es acaso esa misma retórica
que vemos en países como Cuba o Venezuela, en donde se coarta la expresión y se
ataca a los opositores? Duterte
en Filipinas, Bolsonaro
en Brasil
y Ortega
en Nicaragua comenzaron atacando a los periodistas como ahora hace Trump, y ya
es evidente lo que pasa en sus entornos.
Periodistas que reportan los hechos, los que denuncian
la corrupción y los que analizan con seriedad son considerados el enemigo
de los gobiernos que quieren evitar que la gente se entere de la verdad. Esa
actitud envalentona a los seguidores que tratan de intimidar a periodistas,
como hizo el acusado de enviar los 14 paquetes de bombas esta semana cuando amenazó
por Twitter a una periodista.
El peligro es la muerte, porque representa
un ataque a la democracia y al derecho a saber lo que pasa. En los primeros
seis meses de 2018 han asesinado a 49
periodistas en todo el mundo, según el International Press Institute. En el
2017 mataron a 65, según Reporteros Sin Fronteras.
El discurso anti-prensa sigue en aumento. En México
mataron 22 reporteros de enero a septiembre de 2018, y en Europa
llevan siete.
Afortunadamente en Puerto Rico no se llega a
ese extremo, pero la polarización en la retórica anti-prensa se fomenta desde
el gobierno en las redes sociales, por sus trolls
pagados con fondos públicos y a través de sus portavoces en la radio.
En Puerto Rico los periodistas son atacados
verbalmente por esos portavoces y trolls, y varios oficiales en el gobierno los
ignoran o ni siquiera los invitan en ruedas de prensa para que no reporten lo
que pasa. A los empresarios mediáticos que
son incorruptibles, los políticos los presionan económicamente para que flaqueen
en sus líneas editoriales o los personas del sector privado fabrican demandas
para que cojan miedo y dejen de investigar. Eso está pasando ahora mismo en al
menos tres medios regionales y cibernéticos de la isla que son los que están
haciendo un periodismo más independiente y sin miedo. El objetivo es amedrentarlos
o drenarlos a nivel económico. Eso hay que denunciarlo.
Por eso hay que respaldar cuando la prensa se
ve obligada a demandar al gobierno para poder informar sobre temas vitales y
documentos públicos, como ha estado haciendo hace un tiempo
y prácticamente
solo, el Centro de Periodismo Investigativo.
En ese sentido los políticos y sus acólitos en
el poder tienen que asumir responsabilidad por sus acciones. La pregunta es: ¿Cuál
es el miedo a la prensa libre? Obvio. Es evitar que la gente piense por sí
mismos.
La propaganda y la destrucción de la prensa
libre busca el poder absoluto y evitar que las personas ejerzan su derecho a
saber. Trump, como otros políticos del mundo incluyendo a Puerto Rico, repiten
las mismas tácticas
que usó Adolf Hitler para destruir la prensa libre y conseguir el poder
absoluto en Alemania.
Hitler logró su meta en cinco etapas: 1) El
partido Nazi permitió que un líder abrasivo accediera al poder, 2) el
“establishment” conservador dentro del partido se amoldó a ese líder porque los
llevaría al poder político y no le hicieron caso a las críticas internas, 3) el
partido Nazi destruyó la credibilidad de los medios y la prensa para
silenciarlos, 4) los nazis quemaron el congreso y 5) tomaron el poder mediante
propaganda alegando que la raza blanca estaba amenazada por judíos y
extranjeros.
Según varios estudiosos, Estados Unidos vive
ahora la tercera etapa que es la de destrucción de la credibilidad de los
medios y la de callar a los opositores. Por eso se promueve la desconfianza hacia
la prensa. Si esta tendencia sigue y el liderato Republicano lo aplaude, es
cuestión de tiempo para llegar a la cuarta y quinta etapas que se vivió en la
Alemania nazi.
El bullying a la prensa que cuestiona, y el usar
Twitter para comunicar, evita que se hagan preguntas y permite que se oculte la
verdad. El rol de los periodistas, más que nunca es corroborar los hechos y dar
contexto y rigor para que no se manipule.
Pero la prensa y los medios tienen que hacer bien
su trabajo. Como establece la famosa Declaración
de Chapultepec que adoptaron todos los miembros de la Sociedad para
la Libertad de Prensa en el 1994: “La credibilidad de la prensa está ligada
al compromiso con la verdad, a la búsqueda de precisión, imparcialidad y
equidad, y a la clara diferenciación entre los mensajes periodísticos y los
comerciales”.
Los medios no pueden sustituir la decencia
básica y la información ética y veraz, por los prejuicios. Algunos caen en esa
tendencia por miedo a perder sus audiencias. Eso explica, por ejemplo, la
contratación en NBC de una presentadora que trajeron de Fox con un largo
historial de imprecisión y discrimen como lo es Magyn
Kelly. Al final, tuvieron que botarla
hace unos días por tildar de aceptable el “blackface”,
algo profundamente
ofensivo para los negros a través de la historia de los Estados Unidos.
Aquí ha pasado igual. Sólo es cuestión de
analizar sin fanatismo quién dice la verdad. Después de todo, no hay personas
ni sociedades libres sin libertad de expresión y de prensa. El derecho a saber
es un derecho inalienable del pueblo.
El problema es que estamos con la posverdad de moda y las "cámaras de eco" que pueden ser redes sociales como Facebook. Bolsonaro y Trump han hecho buen uso de estas para el mal de sus países. La gente, en esta era de la comunicación instantánea vive aislada. Los medios tradicionales, especialmente la prensa escrita impresa, han sufrido muchísimo. A gente como Trump, Bolsonaro, Ortega, Duterte y Orbán les conviene que la gente no esté informada.
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