Mural por el artista Antonio Torres Martinó que Otoniel Font tapó sin permiso. (Foto publicada en Metro) |
(NOTA: Esta columna fue publicada originalmente en NotiCel el 8 de abril de 2018 http://www.noticel.com/opiniones/blogs/en-blanco-y-negro-con-sandra/asalto-a-la-cultura/726108899 . Días después se supo que en la escuela Julia de Burgos en Carolina, que el gobierno le alquiló por $1 dólar al pastor Otoniel Font, borraron un mural que había realizado el artista plástico puertorriqueño Antonio Torres Martinó. La foto delmural que acompaña esta nota fue publicada en el periódico Metro)
“Titi yo
quiero pastel de moras”, me dijo un sobrinito hace un tiempo. “¿Pastel de moras? ¿Querrás decir bizcocho de
fresas o frambuesas?”, respondí, pensando que ese nene está aprendiendo a
hablar un español que no es puertorriqueño. Se la pasa viendo Discovery Kids o el
Disney Channel. Entonces caí en cuenta de que vivimos un asalto grande a
nuestra cultura. Son varias generaciones las que casi no tienen referentes
locales fuera del reggaetón – que si es de aquí – o el rap y ahora el trap,
pero Puerto Rico es más que eso.
Mi generación se crió con Pacheco y el tío
Nobel, que ninguno era de aquí, pero había otras alternativas de programación
local. Nos veíamos en las novelas, en programas de comedia y hasta las
traducciones de muñequitos eran a lo puertorriqueño. Ahora no. Ahora el mensaje
es que sin tetas no hay paraíso, que triunfa quien sea el señor de los cielos o
se crea narco, y que no se habla, sino que mejor se grita, como hacen en el
show de la Dra. Polo. ¡Y después se quejan de que hay bullying en las escuelas,
si eso es lo que ven los niños y adolescentes cuando llegan a sus casas! Pero
yo nunca he visto a los moralistas haciendo un piquete para que pongan esos
programas en otros horarios más adecuados.
No es que antes fuera mejor, ya que había mucho
prejuicio, pero por lo menos los referentes eran más nuestros. Se desarrollaba
toda una cultura popular que desde hace como 10 años la hemos perdido con una
rapidez y un silencio ensordecedor.
Menos TV local ha coincidido con menos dinero
para todo aquello que sea formación. Dejaron sin dinero al Instituto de Cultura
Puertorriqueña (ICP) y eliminaron toda subvención a otras 36 entidades
culturales como si quisieran borrarlas del mapa. El Coro de Niños de San Juan,
Ballets de San Juan, la Fundación Nacional para la Cultura Popular, el Centro
de Estudios Avanzados de Puerto Rico, la UPR, la Academia Puertorriqueña de la
Lengua Española, bibliotecas y muchos otros. Hasta eliminaron la Semana de la Puertorriqueñidad
de las escuelas públicas como preludio a las chárter, pero por lo menos las
maestras y directores escolares resistieron, manteniendo sus programas que exaltan
nuestra historia.
Entonces pasó el huracán María y llegamos al
2018 en crisis, que es la excusa perfecta para borrar de la faz de la tierra
todo vestigio de puertorriqueñidad. Eso es lo que se deduce al analizar lo que
nos pasa y que no se discute públicamente con profundidad y seriedad. Por eso
estoy convencida de la importancia de la noticia que NotiCel reveló
en exclusiva sobre las 44 agencias que el gobierno junto a la Junta de Control Fiscal planifican cerrar o
privatizar. Ese listado arrojó el asalto más grande a la cultura puertorriqueña
en décadas.
WIPR, el Centro de Bellas Artes, el
Conservatorio de Música y la Escuela de Artes Plásticas son cuatro pilares en
defensa de la cultura en general y de la puertorriqueña en específico, que serán
vendidos, pero es como si fuera un pacto de silencio. Nadie quiere hablarlo
abiertamente. Tampoco dan alternativas para actualizar los servicios que allí
se prestan. No. La única idea es venderlos.
Los comentaristas en la radio no tocan este
tema ni con una vara larga por dos razones sencillas: 1) Todos son hombres (muchos
son machistas) que ignorantemente suelen ver el arte como algo femenino, o sea,
descartable. Como machos que son los más que gritan, hablan y hablan y hablan de
lo suyo, sin importarle el interés de los demás, y se enfocan en su ideal o en
sus clientes, aunque la gente esté más preocupada por no tener luz; y número 2),
Ignoran la cultura porque piensan que no les da rating. Creen que a la gente lo
único que le interesa es la política y no quieren salirse de sus cajitas
preconcebidas. (Claro, amigo lector, si en par de días escucha a alguien
hablando de cultura, fue que reaccionó al leer esto y se dio cuenta de su
error).
Lo cierto es que el silencio ante estos ataques
a la cultura también va de la mano de la eliminación del periodismo cultural e
investigativo. Ya casi no quedan reporteros dedicados a estos temas en los
medios. Los pocos que quedan no dan abasto y los tienen arrinconados. Compiten
con el silencio de colegas que no reportan lo que pasa porque no se quieren
“quemar”, en caso de que necesiten trabajo con algún político.
Por eso es que nadie habla del caos que hay en
el Archivo General donde los documentos históricos y obras únicas de Puerto
Rico las “pierden” y se están dañando. Por eso nadie publica que a empleados en
agencias culturales que hacen los señalamientos, los mueven de sus puestos
usando alguaciles como si fueran criminales. Por eso no cuestionan a quién le venderán
WIPR, o por qué el actual director ejecutivo Rafael Batista (autoproclamado
“soldado cristiano”) pasó los programas religiosos de la mal llamada apóstol
Wanda Rolón y de una iglesia católica en la televisora del gobierno, cuando se
supone que haya separación de iglesia y estado.
Pero creo que además hay otro elemento que
pocos en el sector de la cultura quieren admitir. Me refiero a que las
instituciones culturales también están contaminadas con el virus de la
politiquería. O sea, no es una enfermedad del PNP o del PPD. Ataca a la
izquierda, al independentismo y a los soberanistas también.
Algunas de las entidades públicas bajo amenaza
de venta llevan décadas convertidas en cunas de mantengo cultural. Son las que
cada 4 años apoyan solamente a los suyos, los de su “piña” de bendecidos, descartando a muchos artistas con
verdadero talento o con propuestas innovadoras. Por eso también, mucha de la
oferta en estas instituciones a veces es repetitiva, y francamente, aburrida. Y
como el ciudadano promedio está tan abrumado por tanta necesidad económica, está
tan harto de la politiquería, y puede meterse a Internet o a cable TV, se
desconecta de lo local y dice “mejor que las vendan”.
¿Y con qué nos vamos a quedar? Con lo que
nosotros mismos generemos. El pueblo va a privatizar nuestra cultura como la
única alternativa de resistencia. Por eso insisto. No podemos permitir que
quien defina lo que somos son los que vienen con las leyes 20-22 o con los cryptocurrencies, ni los elitistas que
han dominado el espacio en vez del talento real. Hay que crear de maneras
alternativas. Hay que salirse de la politiquería y del mantengo, y apoderarse
de los espacios. Llevar el arte a las comunidades, como tantos artistas,
cineastas y escritores hicieron desde el huracán María, cuando visitaron
cientos de refugios, llevando más apoyo que el mismo gobierno. Y no me refiero
a quedarse sólo en decir “bomba” o “le-lo-lai”. No. El arte y la cultura no
pueden ser estáticos como a veces se pretende.
Si no se combate este asalto mediante la
autogestión y con creatividad, nos pasará como a Hawaii, donde destruyeron la
cultura local y la dejaron reducida a esquinas folklóricas y de turismo.
Tengamos presente lo que es obvio: El respetarnos como puertorriqueños no es la
prioridad del gobierno actual que se doblega ante lo estadounidense, pensando
que es mejor y le besan el trasero. Es evidente que nuestra identidad está bajo
ataque. Recordemos siempre que han tratado de eliminar nuestra cultura
puertorriqueña por más de 100 años, pero no han podido. Nos queda resistir como
nunca antes.
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