(NOTA: Escribir esta columna y publicarla al público fue duro. Fue difícil, porque partí de mi experiencia personal como mujer y como madre. Lo hice porque es así como veo la vida. Es mi punto de partida para observar el mundo. La columna fue publicada originalmente en NotiCel, el domingo, 11 de febrero de 2018 - http://www.noticel.com/opiniones/blogs/en-blanco-y-negro-con-sandra/grito-de-una-madre/699189217)
Hoy me levanté con las ganas de gritar. Esto es
el grito de una madre soltera que se levanta todos los días a luchar y a salir
adelante, como hacen miles de mujeres en cada rincón de este país.
Pensé bien en lo que somos las mujeres
puertorriqueñas, pero no nos cuentan. Somos las que sacamos la cara por
nuestros hijos. Las que cuidamos a los viejos y a los enfermos, a los
encamados. A las que nos golpean con la realidad de más trabajo por menos
salario. Abusadas, pero creamos, y sobre nuestros hombros se levanta todo un
pueblo. Pero no existimos para los que determinan qué es lo importante, que es noticia
o de qué se va a hablar en la opinión pública. En eso llevo más de una semana
pensando.
El lunes en la noche, después de un largo día
de trabajo que culminó en una intensa reunión con un grupo comunitario con el
que colaboro como voluntaria, llegue a casa con mi hija. Al rato, como a las 11, escucho a mi nena que empezó
a convulsar sin parar hasta el otro día. Le di sus medicinas y me amanecí
velándola, pero no quise ir al hospital porque arrancar de noche y muerta del
cansancio al Centro Médico no era. Con tanto asalto que hay, eso es peligroso. Así
que me quedé, y manejé la situación como siempre. Al otro día, y durante toda
la semana, he estado con ella de médico en médico o visitando especialistas. En
medio de las salas de espera en tantas oficinas que visitamos, trabajaba en mi
computadora cuando a la intermitente señal de Internet le daba por aparecer. Cuando
lo hacía, me ponía a escuchar, ver y a leer las noticias. Entonces pensé: ¡Qué
dura es la vida de las madres solteras en este país! ¿Cuántas personas estarán
pasando por esto como yo y por qué nadie lo dice? ¿Quién cuenta eso?
¿Sería yo sola?, pensé. Entonces me detuve a
observar a los demás en mi entorno. Veía a madres atendiendo a sus enfermos,
hijos o viejos. Veía médicos y a enfermeras con negras ojeras del agotamiento,
hablándole a mujeres con caras aún más cansadas. Niños llorando, otros convaleciendo
en camillas o en butacas, esperando su turno. Madres preocupadas con gente enferma
o dolida. Gente en necesidad. Las escuchaba hablar de lo mismo: que si la cosa
está mala, que el país es inseguro por la criminalidad, que no hay luz, que la
crisis económica no para. Y pensé: ¿dónde están esas historias de las mujeres
que levantamos este pueblo ante los demás? No están, y piensan que por eso no
existen.
En discusión pública abruma la politiquería
hueca y sinrazón. Que si la Primera Dama mandó una vela a los alcaldes sin
electricidad y si el alcalde de Yabucoa se quejó, era por politiquero. Que si
tiraron al medio al presidente de la Comisión Estatal de Elecciones sus
mensajes antiéticos en WhatsApp con la que hasta ese momento se proyectaba como
la pulcra Subsecretaria de la Gobernación, Itza García. Que si Rivera Schatz entró en un “royal
rumble” de lucha libre con el Gobernador, o que si el gobierno trae el dudoso negocio con fondos públicos de las criptomonedas y bitcoins, pero ahora lo disfrazan
con el discurso de “tecnología blockchain” y usan a Rosselló como portavoz para darle validez.
Todo eso se entremezclaba con la realidad
irrebatible de que el pueblo va por otro lado. A las madres y maestras lo que
les preocupa es la epidemia de Influenza que no quieren admitir. A las dueñas
de pequeños negocios les asfixia estar haciendo de tripas corazones para poder
mantenerse operando sin luz. A todos nos aterran las espantosas imágenes de un
carjacking a una familia en medio de una gasolinera, o la noticia de secuestros
a plena luz del día en los quioscos de Luquillo. Es un total desfase.
La realidad que vivimos los individuos de a pie,
especialmente las mujeres, no aparece en la narrativa pública ni en bocas de
los políticos. En la opinión pública campean los macharranes que de lo único
que hablan es de estatus todo el día pero la gente está en otra dimensión.
La gente piensa en que sin salir de la deuda,
llegó el huracán y todavía no nos recuperamos. Que las ayudas no llegaban
porque las repartían entre panas o las dejaban para que las ratas la comieran. Que
la gente sigue muriendo o enfermándose y no los cuentan. Que los bolsillos sin
luz parecen Gremlins que se
reproducen por todo el país. Entonces anuncian la privatización de Energía
Eléctrica, y sin recuperarnos, nos dicen que vienen las escuelas charter.
Y ahí
fue que me llegó mi “aha moment” como diría Oprah Winfrey. Pensé: como madre
soltera de una nena con condiciones especiales que me sufro y vivo en carne
propia la crisis del país, que me las veo negras para ganarme la vida
decentemente, y que me frustra el sistema tan roto, ¿qué hago para enfrentar
este caos? ¿Me callo? Esa no es una
opción. ¿Lloro de la frustración? Admito que muchas veces lo hago. ¿Me monto en
un avión y me voy al carajo? Been there, done that. No me interesa. No me
quiero ir de aquí. No voy a tirar piedras ni a romper cristales en la Milla de
Oro porque eso no está bien ni resuelve nada. Tampoco voy a darle una bofetada
a los patanes del gobierno, aunque esté muchas veces esté tentada a hacerlo,
porque no vale la pena darle más poder del que tienen prestado.
Paso mucho por esos procesos de involución
ideológica para determinar el ¿qué hacer?, pero no me quedo en eso. Me muevo
porque si me quedo inmóvil me pasa como a la oposición política, que no se
mueve. Entonces, ¿qué se hace? En mi
caso, recurro a lo que hago cuando veo a mi hija con su condición. Respiro, me reorganizo, me recompongo, busco
energías, y sigo en la lucha.
¿Qué cómo lucho? Como puedo, combato la
inequidad. Ayudo a las comunidades que es donde de verdad se levanta el
país. Por eso denuncio. Escribo, para
que por algún lado salga eso de lo que no quieren hablar. Lo que ocultan. Y
hablo, aunque me ataquen e intenten difamarme como hacen sin éxito en las redes
sociales esos fotuteros pagados con fondos públicos. No hay de otra. No me
callo. Esa es mi estrategia de lucha.
Lucho desde mi trinchera.
Por eso no les compro las narrativas que
imponen los que quieren embobarnos. Y sí, me alegro de que Puerto Rico ganó la
Serie del Caribe del béisbol, pero me rehúso a darle demasiada atención al
divorcio de Karla Monroig y Tommy Torres, o a que le quitaron la franquicia del
Miss Universe a Desiree. Nada de eso importa ni mueve la economía. Nada de eso
mejora la vida en este país.
Al país lo mueve la gente. Las mujeres
valientes en sus comunidades, que fueron las que se tiraron desde el primer día
a trabajar después del huracán. Ese entramado social que está trabajando desde
siempre y que fueron los primeros en llevar ayudas y siguen haciéndolo después
que se acabó el show del COE y de FEMA, y que no han visto un chavo de Unidos
por Puerto Rico. Las mujeres en la base son el verdadero Puerto Rico que se
levanta. Son las que me dan esperanzas para bregar y no callar. Para seguir
gritando.
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ReplyDeleteSeñora Sandra. He leído dos veces este comentario suyo y me he estremecido también dos veces- Es usted una mujer muy valiente, como debe haber miles en Puerto Rico. Me solidarizo con usted y ese clamor que le ha salido del corazón y del sufrimiento de su hija. Desde la ciudad de Bayamo, en Cuba reciba mis respetos y consideración.
ReplyDeleteSeguir luchando, aún sin saber porqué o para qué es dar señales de vida. Esto es lo que mas aterra al gobierno.
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