Javier y Mayra |
Esperé dos días para poder procesar las emociones, pero quiero compartirles aquí lo agradecida que estoy de la vida por haber conocido y compartido con Javier Varela Rivera. Javi, como le decíamos, falleció súbitamente y nos dejó a todos sus amigos con un vacío indescriptible, pero con la tranquilidad de que no sufre más y que descansó. A Mayra, a sus hijos y familiares, va todo mi amor de siempre. Son gente bien, bien, pero bien especial.
Mayra rápido embelequeaba, Mónica se ponía a
cocinar, y Javi me ponía una copa de vino en la mano sin chistar. No me dejaban
ni sentarme sin el vino, y muchas veces el whiskey, en la mano. Y así, mientras
nuestros hijos jugaban, nosotros estábamos en el momento, apoyándonos, escuchándonos,
o simplemente, riendo de la vida.
A veces era Mónica la que necesita apoyo, y
nosotros hacíamos de ese grupo de terapia, pero Javi y Mayra siempre estaban
ahí coordinando. Junto a ellos había un grupo interesante de fanáticos del
fútbol, casi todos abogados o jueces, y yo era la mosca en la leche.
Literalmente. Absolutamente la única negra en el grupo, y siempre lo decía,
entre risas. Ellos, como que no veían diferencia alguna y yo siempre en shock. Yo
no era abogada, pero me ponía a argumentar hasta el final con ellos hasta sobre
temas constitucionales. Javi siempre me decía, “estudia derecho” y yo le
respondía “no, hay demasiados abogados” o “me van a colgar en la reválida”, y
él reía. Yo era como la subversiva
izquierdosa que los respetaba, pero difería en cuanto tema ponían, así que
procurábamos que estatus y política no generara malestares. Javi siempre ponía
la paz o la perspectiva con una sapiencia increíble porque todo lo tornaba en
chiste o en lección de vida.
¡Es increíble como tantos amigos que tengo son
estadistas reventaos!, le decía. De verdad son gente que amo, y que siempre han
entendido y respetado que podamos coincidir en temas y diferir en otros, pero
con cariño. Muchos en ese grupo también eran familia de Javi y mía, como Rafa y
Margarita, que como suele suceder en este Puerto Rico tan pequeño, todos nos
conocemos por distintas cosas y nos queremos como familia de la vida. Puede ser
que con el tiempo y lo ajetreado que son nuestras vidas, uno se vaya separando,
pero el cariño siempre permanece.
Hubo un momento, hace unos cuantos años,
mientras Javi trabaja en el tribunal de Ponce, tuvo un percance de salud y no
lo transferían a un tribunal más cercano. Recuerdo que me dio un coraje de esos
horribles cuando me enteré, que es mejor que no se me pongan de frente, y
escribí bastante del prejuicio de una Judicatura profundamente popular y
discriminatoria hacia la minoría estadista. Los independentistas prácticamente
no existen entre los jueces. Los hay, pero son poquitos. Todo ese escenario fue
cambiando con los nombramientos más recientes, especialmente en el Supremo,
pero eso ha ido cambiando.
Yo sabía que Javi era uno gran juez
de familia. Era sabio, comprometido con los menores de este país, y con un
deseo verdadero de hacer la diferencia. Pero, como siempre sucede en este
archipiélago que nos obliga a trabajar casi sin descanso, pasaron los años y
poco a poco dejamos de vernos con la frecuencia de antes.
Javi siguió caminando de la mano con
Mayra, levantando a una familia hermosa, apoyando el fútbol y a sus amigos
siempre. Sé que me consideraba una “fajona” y que siempre habló bien de mi porque
veía mi vida con mi hija. Quizás por eso me dolió tanto saber de su partida.
Le comentaba a Mayra que Javier fue
un hombre extraordinario y que ella fue afortunada de tenerlo en la vida, y de
que haber levantado juntos una familia hermosa. Pero Dios lo necesitaba pronto.
Estoy plenamente convencida, por una cuestión de fe y porque me lo enseñó Sor
Piedad, una monja del colegio donde estudié, que cuando Dios llama a alguien
tan pronto, es porque su alma es necesaria para sus designios celestiales. Es decir,
va a cumplir una misión, y es, como todos nosotros, prestado. Su presencia es
requerida porque tiene una misión celestial que sólo Dios sabe, pero que todos,
especialmente Mayra, con el tiempo la verán develarse ante sus ojos.
Va a ser duro no contar con su
presencia inmensa, pero Javi se fue con la certeza de haber cumplido bien.
Mayra, no estás sola. Por más empinado que sea el camino, muchos te queremos, y
Javi siempre estará por ahí protegiéndote. Gracias por permitirme ser amiga
tuya, y por tener el honor de haber conocido a Javier.
Sandra
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