Periodista independiente en Puerto Rico

Sunday, February 9, 2014

Sexo y silencio

"...el silencio cómplice que por años mantuvo la jerarquía de la Iglesia Católica no sólo sorprende, sino que ofende hasta el más fiel seguidor".



Primero lo abrazó, y gentilmente le dio palmadas en la cabeza, ante las miradas y sonrisas de todos sus familiares. El niño, de unos 12 años de edad, bajó su cabeza y cruzó sus dedos en un gesto que los padres interpretaron como la timidez su hijo. Lo que no sabían era lo que pasaría después, en la noche y a puertas cerradas, y que llevaba tiempo pasando.
Horas más tarde, no fue un abrazo. Su mano velluda le recorrió el pecho, le agarró por las caderas, y fue empujándolo contra la pared. El hombre casi le arrancó su correa, con una mano le tapó la boca para ocultar gemidos y gritos, y le bajó el pantalón hasta que lo embistió. Lo penetró, descontrolado, mientras besaba su corta cabellera y el dorso de sus orejas en crecimiento. El niño no podía gritar. Sólo las lágrimas le bajaron por las mejillas.
Al culminar el acto se levantó y le dijo: “No le digas nada a nadie. Vete ahora y rézate dos Padres Nuestros y dos Ave Marías, y no vuelvas nunca más a pecar”. El sacerdote se saboreó su placer mientras el niño quedaba otras vez marcado de por vida, al ser víctima de nuevo de ese amigo de la familia.

Triste por demás este relato de sexo y silencio, que aunque es ficticio, no está muy lejos de la verdad en los casos que han salido a la luz pública sobre horrendos actos de violencia cometidos por sacerdotes contra menores, y que se están discutiendo en Puerto Rico en estos días.
No es que la pedofilia o pederastia sea exclusiva a los clérigos, ya que ocurre por igual entre ministros, rabinos, maestros, padres y cuidadores. Sin embargo, el silencio cómplice que por años mantuvo la jerarquía de la Iglesia Católica no sólo sorprende, sino que ofende hasta el más fiel seguidor.
La semana pasada y en medio de la vorágine por los casos de sacerdotes acusados y suspendidos en Arecibo, el Arzobispo de San Juan, Mon. Roberto González Nieves, confesó públicamente que supo en el 2010 de un cura de su arquidiócesis que había violado a un adolescente de 15 años, pero que hasta hoy el Vaticano no emitido decreto para expulsarlo. No pudo precisar dónde está ese enfermo sexual porque ya no está bajo su jurisdicción, agregó que la Iglesia local ha compensado a víctimas, y también dijo algo cierto; que en Puerto Rico hay como 750 sacerdotes pero no todos son depredadores sexuales.
Si bien es cierto que no se puede generalizar, y que tanto González Nieves como el propio Papa, han expresado que la Iglesia Católica no tolera el abuso, no es menos cierto que el silencio de años demostró que no han establecido mecanismos para prevenir estos casos ya que por años se tardaron en hacer las denuncias. Ese silencio se veía en algunos países – según se probó en las cortes – como una política de encubrimiento. Por otro lado, los pagos compensatorios, que provocaron la bancarrota de muchas diócesis en todo el mundo, también se veían como una especie de chantaje a las víctimas.
No fue sino hasta la década de los 90 que ante la presión de cientos de denuncias públicas de casos en Estados Unidos, Alemania e Irlanda que se abrió la caja de pandora al resto de los países. Ahí fue que la jerarquía católica actuó. En total, el Papa Benedicto VXI ha expulsado sobre 400 clérigos de todo el mundo.
Hay una responsabilidad reparadora de la Iglesia con las víctimas aunque no hay dinero que repare el daño hecho a un niño o niña en pleno desarrollo.
En gran medida los medios han sido responsables por dar a conocer estos casos. Es una función básica del periodismo el fiscalizar e investigar para tratar de sacar a la luz pública todo aquello que sea de interés generalizado y que pretendan ocultar. Por eso hay que agradecer a la prensa que cuestionó, publicó estas noticias y les dio seguimiento.
Pero los medios también tienen la responsabilidad de educar. Parte de esa educación es dar a conocer que la pederastia no ocurre sólo en el ambiente religioso, sino muchas veces en el mismo seno del hogar. Por lo tanto, es imprescindible que la prensa reporte y dé información a los padres y cuidadores de niños sobre cómo identificar posibles víctimas, cómo ayudarlos a protegerse, y más que nada, a que sepan que no pueden mantener silencio. Todos, como sociedad, no podemos tolerar más abusos a puertas cerradas, vengan de quien venga. Basta ya.
(Esta columna fue publicada en El Vocero  el 2/4/14 - http://elvocero.com/sexo-y-silencio/ )

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