En Puerto Rico parece que somos hijos del morbo y disfrutamos el dolor ajeno, la desgracia ajena. Es que el morbo y la muerte, así como pasa con el sexo, venden. Dan ratings, tweets, comentarios, reportajes, visitas. En fin, generan opinión pública. Y la prensa y los periodistas, ¿dónde quedan es esto?
Esa ha sido la pregunta de la semana en diversos foros cibernéticos, en paneles radiales y hasta en la misma prensa, a raíz de la difusión en televisión e Internet de las imágenes de un decapitado.
El suceso, sin lugar a dudas, quedará marcado como uno de los eventos noticiosos y mediáticos de mayor impacto en lo que va del 2001. Impacto por la crudeza de la imagen, pero también por el valor noticioso, el interés público y la necesidad de difundir una imagen que para muchos resultó irrespetuosa del dolor humano, pero para otros, una grotesca representación de la lucha por los ratings y la audiencia.
El lunes 12 de septiembre, en el programa SuperXclusivo de Kobbo Santarrosa, se difundió la foto de comerciante Agustín Arreiza Cordero, quien fue decapitado por unos parientes en el pueblo de Moca. Durante la transmisión, Santarrosa por medio de su personaje de La Comay, pedía al director técnico que acercara el tiro de la cámara o lo alejara, mientras hacía comentarios.
La imagen y la noticia fueron recogidas y publicadas fielmente en horas de la noche por el periódico El Vocero en su versión cibernética, que luego de las amplias críticas tanto en esa misma página como en las redes sociales, quitó el reportaje. También fue recogida por el periódico Primera Hora en su versión online, aunque la imagen fue distorsionada. En este último la cobertura se enfocó en las críticas al programa de Santarrosa y el malestar del público por la difusión de la imagen.
Y mientras todo es ocurría, se suscitó una controversia entre diversas personas, incluyendo periodistas, abogados y comunicadores, en la red social Facebook, sobre lo ético, la moral y la responsabilidad de la prensa al permitir que en un programa donde se difunde información, se presenten esas imágenes. Hubo incluso reclamos para que los gremios periodísticos como la Asociación de Periodistas de Puerto Rico y el Overseas Press Club radiquen querellas o pleitos contra Santarrosa.
Una querella se radicó, aparentemente, ante la Comisión Federal de Comunicaciones, razón por la cual el canal tomó acción. Al día siguiente, siguiente Santarrosa entrevistó a una cuñada de la víctima, quien dijo que vio las imágenes, mientras que en Primera Hora, hermanos de la víctima quienes atacaron a Santarrosa por haberse atrevido a publicar la foto.
La fotografía muestra la cabeza del contratista sobre el counter de la cocina de su residencia y las fotografías familiares que los asesinos pusieron alrededor. La imagen no deja lugar a dudas sobre la dantesca escena del crimen.
Eric Cordero Barreto y Octavio Salas Cordero, ambos menores y parientes de la vícitima, fueron acusados de asesinato, violación a la ley de armas y robo, luego de decapitar al contratista de 45 años, en un suceso registrado el domingo 4 de este mes en su residencia en el sector Lomas del barrio Voladoras, del pueblo de Moca.
“Toda la familia está indignada, incluyendo los que están fuera de Puerto Rico que vieron esa foto en la televisión (a través de Wapa América). Eso no estuvo bien. No esperábamos algo así porque eso me hizo revivir la escena. Fue muy traumatizante para mí, me puse muy nervioso’’, dijo a Primera Hora Mariano, uno de los 11 hermanos de Agustín.
El morbo vende
El diccionario describe el morbo como una enfermedad, como un interés malsano por personas o por las cosas, o una atracción hacia acontecimientos desagradables. ¿Es esto lo que proponemos en los medios noticiosos? Todo el mundo criticó la imagen, pero a muchos les dio curiosidad por verla. ¿Quiere o no quiere morbo el público? ¿O es que se le da porque es lo más fácil de dar amparándose en aquello de que un pueblo que se entretiene no conspira?
Resulta lógico e incluso normal y justificable, el criticar de inmediato a Santarrosa por haber publicado la imagen dantesca sin tener la precaución de distorsionar la imagen, considerando el hecho de que se transmite en un horario – las 6:00 de la tarde – cuando hay muchos niños sintonizando la televisión. Sin embargo, hay que preguntarse si es Santarrosa y su personaje de La Comay los únicos que viven del morbo en Puerto Rico. La respuesta es no.
Igualmente de morbosas han sido las fotos que han recorrido el mundo y que publicaron todos los medios locales sobre los muertos parados, en motora o en ambulancia. Las fotos de los médicos puertorriqueños y sus víctimas o pacientes en Haití, también fueron cuestionablemente indecentes. Asimismo de morbosas y vulgares son las fotos que supuestamente son del ex senador Roberto Arango, o los casos de los cadáveres tiroteados que salen todos los días en los noticiarios, aunque no sean en “close-ups” o en tiros cerca como fue el caso del decapitado.
No se comenta la moralidad o la ética de esas fotos o vídeos que salen a diario en los noticiarios o periódicos, ni el impacto de las mismas en las familias de las víctimas. En ese sentido, ciertamente hay un elemento de hipocresía al criticar a Kobbo Santarrosa y no al resto de la prensa cuando hace lo mismo.
Obviamente hubo unos errores en la forma en que se presentó la información que denotan la crasa diferencia entre lo que es el entretenimiento burdo y las reglas básicas que debe regir la ética del periodismo. Aunque Kobbo Santarrosa publica noticias y da seguimiento a temas medulares para el país, no es periodista.
En ese sentido, los periodistas fallaron en cuestionarle por qué Santarrosa se proyecta con “alta moralidad” para unos asuntos, aunque denote total amoralidad en otros. Le da seguimiento y mete presión para que se aclare el asesinato del niño Lorenzo González, pero no le importa si destruye una familia cuando “tira al medio” al que tiene una amante o se burla de un homosexual.
La prensa ni los gremios tampoco aprovecharon la coyuntura para dar la voz de alerta y educar al país sobre la diferencia en ambos estilos informativos. Todavía hoy se puede educar al país sobre la diferencia entre lo que es o debe ser el periodismo serio y ético, y lo que es el entretenimiento. Se puede explicar que esto precisamente es uno de los grandes retos de la prensa. Que mientras el periodismo se debe regir por unos estilos que velen por la verdad, por edificar e informar, la prensa combate a diario contra mordazas, presiones de los dueños de los medios y las amenazas que muchas veces dificultan ese proceso.
Santarrosa usó todos los elementos del morbo para llamar la atención y captar ratings. Indicó que publicó la imagen porque las autoridades no están haciendo su función. Eso es cierto. Alegó que las fotos tienen que haber sido puestas en la Internet por miembros de la Policía o de Justicia, lo cual, aparenta ser real. Sin embargo, ¿justifica eso el publicar la imagen? A todas luces, no. Entonces, ¿por qué lo hizo? Evidentemente por ratings, y porque sabía que al público le llama la atención lo morboso.
Queda por ver en esta controversia en derecho. Santarrosa está protegido por la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos que protege la libertad de prensa, aunque esa libertad no es infalible. De hecho, está altamente limitada. Incluye también el derecho del público a ver lo que quiera. Este ángulo de la noticia todavía tiene tiempo para desarrollarse en la medida en que se puedan radicar posibles demandas contra los medios que difundieron esta imagen, si surge.
¿Puede la prensa tener legitimación activa y demandar o ese rol lo debe tener la familia de la víctima que está sufriendo doblemente, primero con el asesinato y ahora con estas fotos? ¿Tiene la prensa el poder o la obligación de dar la voz de alerta, cuando son los dueños de los medios los que determinan lo que publican? ¿Es la libertad de empresa (nótese que no puse libertad de prensa) responsable por mantener la moral? Son algunas de las preguntas que quedan sobre el tintero.
Otros decapitados y la prensa
La imagen del decapitado quizás es novel en Puerto Rico, pero es parte de una tendencia que tristemente, se ve en muchos otros países del mundo.
En países que enfrentan crisis sociales como lo fue el narcotráfico en Colombia o en México, este tipo de noticias abundan. Igualmente, en países del Medio Oriente y en cadenas como AlJazeera, ver este tipo de imagen sin editar es común.
En los Estados Unidos se habla del tema, se cubren las noticias, pero rara vez se publican masivamente en los medios tradicionales. Es en la Internet donde estas imágenes surgen. En ese sentido, el caso de Moca me recordó el asesinato del reportero de The Wall Street Journal, Daniel Pearl, quien fue decapitado por miembros de AlQaeda en el 2002. Esta noticia provocó consternación entre los periodistas norteamericanos no sólo por los peligros que enfrenta la prensa, sino por el dolor que dejó su muerte en su viuda y su bebé.
¿Es más triste esa decapitación porque se trató de un periodista que la de un ciudadano común en Moca, como fue Arrieiza? No. Ambas son igual de tristes o así deben serlo. Lo que nos debe hacer pensar a todos es si nuestra fascinación con la muerte, la morbosidad de ver las imágenes y comentarlas, nos hace a todos cómplices de otro tipo de crimen: el de destruir nuestro sentido de humanidad.
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