Su mensaje ante el Congreso es claro: él es el dueño y señor de la opinión publica a nivel internacional, y Puerto Rico no cuenta ni para pool ni para banca en este momento.
Anoche Donald Trump estaba en su salsa. No era oficialmente un discurso sobre el Estado de la Unión, pero el mensaje que dio anoche ante el Congreso el presidente de los Estados Unidos lo parecía. Llenó a capacidad el reciento, generó audiencias internacionales, atrajo la atención del planeta entero que estuvo esperando a ver con qué barrabasada salía y de nuevo, dejó prácticamente en la desidia cualquier cosa que pudieran decir los demócratas.
Ni la protesta que intentó hacer el congresista Al Green antes de que lo sacaran del hemiciclo, ni los cartelitos que decían “falso”, “Musk roba” (Musk steals) o “Salva al Medicaid” (Save Medicaid), surtieron efecto. Ni siquiera las mujeres vestidas de color fucsia protestando por el sexismo desviaron la atención. Trump lo dominó todo.
“Estados Unidos ha vuelto”, dijo Trump, abriendo el discurso y sentando las bases para decir que él lo controla todo, como si fuera un dictador de la opinión pública. Algo que, en efecto, es. Su dominio es tal que fue la noticia de primera plana en los medios de todos los continentes.
Su mensaje fue claro y contundente: Trump es el dueño y señor de la opinión pública a nivel internacional, y en ese escenario, Puerto Rico no cuenta ni para pool ni para banca en este momento.
Pero vamos al mensaje. Trump defendió su imposición de aranceles que tienen al planeta en ascuas. Sus dos socios y vecinos más fuertes – Canadá y México – están al borde de las tensiones. Igual está China. Esos tres países dijeron que impondrían aranceles a Estados Unidos, y empezaron a salir noticias de voceros del gobierno de Trump diciendo que él podría negociar, pero en el mensaje, el presidente mantuvo la mano dura.
A pesar de la caída del mercado, en el mensaje Trump prometió medidas "recíprocas" para contrarrestar lo que describe como prácticas comerciales desleales por parte de naciones extranjeras. También dedicó mucho rato a hablar de los inmigrantes. Por un lado, habló de su programa “tarjeta dorada” para los inmigrantes ricos que vengan a dejar dinero, y por otro, seguirá con las deportaciones de los que asoció a gangas, violadores, narcotraficantes y criminales.
Trump pidió eliminar impuestos sobre propinas, horas extras y beneficios del Seguro Social, a la vez que criticó lo que catalogó como despilfarros, fraudes y abusos con fondos. Agradeció al multimillonario Elon Musk por las acciones que hace desde el nuevo “Department of Government Efficiency (DOGE), pero no habló de los despidos de empleados federales ni de lo que ya se anticipa, que será la sustitución de empleados por programas de Inteligencia Artificial en el gobierno federal.
En gran parte del mensaje Trump se dedicó a atacar a su antecesor, Joe Biden, a quien, francamente cogió de punto. Lo llamó “el peor presidente de la historia”, mientras sus fanáticos aplaudían frenéticos desde el público. Llegó al punto de acusar a Biden y no a la gripe aviar por el alza en los precios de los huevos, que se anticipa, puede dispararse hasta más de un 40%.
Trump también fue duro contra puntos álgidos en la cultura popular, como fue su oposición a la política de Acción Afirmativa, los programas de diversidad y los derechos de las personas transgénero. Exageró en el nivel de su victoria electoral, y en ocasiones, parecía como si todavía estuviera en medio de la campaña, en vez de ser ya el presidente.
Además, se apuntó una victoria frente al presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskyy, quien después de la polémica reunión de la semana pasada en la Casa Blanca, ahora pidió cacao. Echó hacia atrás y en una carta, pidió ayuda de los americanos. Hay que recordar que a los Estados Unidos lo que le interesa no es la paz, sino el acceso a los depósitos ucranianos de titanio, litio, manganeso y más.
Y mientras los ojos del mundo estaban en Trump, la pregunta que queda en el tintero es ¿dónde queda Puerto Rico? Para él fue más importante hablar de Canal de Panamá, o de Groenlandia y Canadá, a los que quiere unir como estado 51 o 52, y ni siquiera mencionó a Puerto Rico. La colonia no importa a nivel público, pero si a nivel privado hay movidas.
Múltiples fuentes aseguraron que ayer en Washington hubo una reunión con personal del Congreso y la Casa Blanca donde se discutió la independencia o soberanía para Puerto Rico, y no la estadidad, que no vislumbra como opción. La pregunta entonces es ¿Qué hicieron los lideres estadistas que estaban de viaje ayer por Washington? ¿Lo sabían?
La gobernadora Jennifer González y un grupo de legisladores y ayudantes que fueron a Washington a gastar fondos públicos para intentar promover la estadidad tienen la palabra. Consiguieron reuniones con algunos legisladores, pero de ahí nada significativo.
De hecho, la inmensa mayoría de los legisladores puertorriqueños ni tan siquiera pudo articular palabra alguna porque no saben inglés. Para eso llevaron de supuesto “traductor” al contratista que testificó en el juicio del productor Sixto George y de milagro no está preso, Anthony Maceira. Y la gobernadora, paseó a su esposo Yovin y posó con una foto que le regalaron de Wonder Woman. Pero…¿se logró algo concreto? La respuesta es no.
El pueblo de Puerto Rico estamos ante un presidente Trump partidista y divisivo. Que aplastó a la oposición y exigió una lealtad casi robótica de todos los empleados federales. Estamos ante un nuevo gobierno americano que cada día se separa mas de la democracia y se parece más a una dictadura oligárquica. La pregunta que queda es si en algún momento, Puerto Rico será parte del mensaje. ¿Le importará en algo a Trump? Hasta ahora, la respuesta es no.
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