Maggie Bobb.
Mi amiga Maggie Bobb murió esta madrugada.
Me enteré hoy. Me enteré al leer un comunicado en la Internet.
Fue como recibir un golpe en el pecho, de esos que te dejan sin aire. Las lágrimas no dejaron de brotar. Mucha tristeza invadió mi alma.
Inmediatamente llamé a la presidenta del OPC y directora de El Vocero, Aiolla Virella, para confirmarlo. Y acto seguido, a mi amiga y también ex compañera de labores de Maggie, Eneid Routté para que me explicara y me oyera llorar.
Y también llamé a Pepo García, y a Manny Suárez, y a Luis Dávila Colón. Distintos, sí, pero, de una forma u otra, gente allegada para que me ayudaran a tratar de consolarme.
Sí, porque lloré y sigo llorando. No puedo evitarlo.
Me duele en el alma reconocer que el periodismo puertorriqueño está de luto.
Me duele porque veo que una era del periodismo se nos escapa de las manos.
Ella es de esa generación en la que la búsqueda de la verdad era la esencia diaria.
Era de ese grupo de periodistas americanos, "los gringos" como yo le decía a ella, que llegaron a Puerto Rico a trabajar y hacer periodismo, enseñando muchas veces a los locales, y muchas veces, con más pasión por la búsqueda incesante de la verdad y amor por este País que algunos de los de aquí. Muchos de esos "gringos" venían para agencias de noticias. Otros para el San Juan Star.
Los Manny Suárez de la vida. Los Loreai Albanese. Los Bob Friedman. Los Gino Ponti. Los Eneid Routté-Gómez. Tal parece que ya no hay espacio en la prensa para ese tipo de periodista, bueno, incisivo.
Maggie….
Estuvo enferma hace mucho tiempo. Desde el verano estuvo el hospital entrando y saliendo por complicaciones relacionadas a su diabetes. Pero ella sabía que su sistema se iba apagando, y al final, estaba en paz.
Así que opté por recordarla como era. Cómica. De caminar pausado, con su usual sombrero, ropa estrafalaria y la usual bolsita ziplock con frutas o alguna merienda porque se le olvidaba comer a las horas adecuadas y comía cuando se acordaba. En realidad no se cuidaba bien. Prefería ponerse a escribir. Es que ella era todo un personaje. Siempre le decía que era ella y sus circunstancias porque a veces, ni la entendía, pero siempre me hacía reír.
Su carrera periodística duró 45 años e hizo historia. Una historia que los periodistas actuales y las nuevas generaciones tienen que conocer, valorar y tratar de emular.
Natural de Chicago y viuda de Herbert Bobb, llegó a Puerto Rico en 1960 cuando aún era estudiante universitaria. Llevaba 43 años en el periodismo puertorriqueño.
Comenzó en The San Juan Star, de esa cepa de excelentes periodistas que hacían de todo, sin aspavientos ni personalismos. Ella era, en esencia, una periodista no un “personality”. En el Star comenzó con temas livianos. Su talento y olfato de la noticia fueron reconocidos y más tarde la asignaron cubrir el Capitolio.
Desde crímenes de cuello blanco hasta entrevistas con testigos de los asesinatos en el Cerro Maravilla, la carrera de Maggie deja una estela de logros en el periodismo isleño.
Maggie Bobb laboró en el desaparecido periódico El Mundo, donde dio sus primeros pasos en el periodismo investigativo con la sección Línea Directa. Más tarde, trabajó una serie de reportajes sobre el tema ambiental y desde entonces se dedicó a destapar situaciones que aquejaban a las comunidades.
Por 20 años trabajó con en El Vocero desde donde conducía la página “Mascotas” y la columna “La noticia detrás del titular”. De hecho, entiendo que fue la pionera en tener esas secciones dedicadas a las mascotas.
Quizás por eso algunas de las nuevas generaciones de periodistas desconocían la perspicaz investigadora que se escondía detrás del sombrero que siempre usaba, el acento americano y las notas de perros y gatos. Quizás no le prestaban la atención que verdaderamente merecía.
Maggie es una de las mejores periodistas investigativas que ha pasado por Puerto Rico. Y una de las más nobles, colaboradoras y buenas personas que he conocido.
El año pasado a Maggie se le otorgó el premio por su trayectoria de excelencia a lo largo de su vida, que otorgó el Overseas Press Club, entidad de la que fue una de las fundadoras. En ese momento ella mostró cuál es la esencia de este oficio, que es dar la noticia tal cual es, clara, diáfana. De hecho, el OPC la honrará póstumamente durante la próxima juramentación de la nueva Junta de Directores pautada para el próximo miércoles 15 de diciembre.
“Una cosa es la importancia de la noticia tal cual es y otra es el estilo. Por años hice en El Vocero los informes del Contralor, y muchos casos legales. Lo más importante en términos del estilo, es hacer todo sencillo. La burocracia tiene la tendencia de inventar sus palabras y los abogados también; y hay que simplificar eso. La otra cosa es conocer qué es lo que preocupa a la gente. El periodismo tiene una función para descifrar qué es lo que realmente pasó con una noticia, cómo eso afecta la vida de la gente, cómo se puede liberar a gente inocente que están perseguidos; y el por qué no se dice a la gente que el dinero de los contribuyentes lo está gastando el gobierno de una forma estúpida”, expresó en la entrevista relacionada con esa premiación.
En su extensa carrera, Bobb fue galardonada en innumerables ocasiones por el Overseas Press Club, la Fundación Scripps Howard, el Premio del Fideicomiso de Conservación en Puerto Rico, el Premio José Joaquín Chamorro de la Sociedad Interamericana de Prensa y la Dog Writers Association of America.
Los lectores voraces de prensa escrita saben quién es Maggie. Es una pena que el público tiende a identificar más a los periodistas de TV y quizás de radio. Pero los que verdaderamente escriben la historia, a veces los olvidan y los verdaderamente buenos, puede que pasen inadvertidos.
Y ella era de las buenas.
No tenía agendas políticas. Se apegaba a la verdad.
Yo espero que las nuevas generaciones de periodistas se preocupen por averiguar de esta gente, y que la recuerden como lo haré yo.
En lo personal, diré que Maggie me ayudó mucho cuando yo dirigía el Overseas Press Club. Fue una de mis más cercanas colaboradoras en la Junta de Directores y en el Comité de Libertad de Prensa.
Ella tenía un sentido del humor fantástico. Siempre se reía. Ella era la estrella en los shows de comedia, los “lampoons” del OPC. Cuando le tocaba hacer las bromas, no se le entendía, pero hacía a uno reír.
Tengo que confesar que me afectó mucho conocer esta noticia. Fue como un golpe en el pecho. Pensé en otros que como ella siempre estuvieron ahí, de manera incondicional, para enseñarme. Era de los que nunca se cansó en corregirme, en darme ideas, en ayudarme.
Yo nunca trabajé en el mismo medio con Maggie, pero fue una de las periodistas que más me impactó en la vida y en la carrera periodística.
Como periodista me ayudó. Fue una de mis mentoras y siempre, siempre, le estaré bien agradecida.
Maggie te voy a extrañar mucho.
Por Sandra D. Rodríguez Cotto
10 de diciembre de 2010
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