“La noche está pa’ un
philly…la noche está pa’ wippy, pa’ fumal creppy”, canto, e inevitablemente trato de aguantar
los deseos incontrolables de contorsionar las caderas al ritmo cadencioso de
una música que empezó en cuartos oscuros como perros ocultos, pero ahora gana Grammys, aunque ya no venda
discos. Al pensar en la marihuana, el philly, el creepy, el gallo o lo como le
quieran llamar, recuerdo la canción del regguetonero Don Omar en la que se
invita a pasarla bien en una noche de guerra, en una buena disco.
A decir verdad, nuestra música siempre refleja
caras que no queremos admitir de nuestra historia y que pretendemos ocultar
tildándolos de cafres. Lo descartamos como si eso tapara el cielo con la
mano. Pasó igual con el sonero mayor,
Ismael Rivera en su oda a la violencia doméstica cuando cantaba “Si te cojo coqueteándole a otro, ya verás
que trompada te vo’ a pegar,”, canción que tantos entonaban quizás
golpeando a sus parejas en el Puerto Rico que dice ser pacífico pero es
profundamente violento.
Será vulgar y cafre, pero ese regguetón de Don
Omar relata una verdad indiscutible y que las estadísticas confirman: Hay
muchos a los que les gusta la marihuana en Puerto Rico y por eso es un mercado
estimado en $409 millones al año.
No se puede negar el efecto que tiene el uso de
drogas en nuestro país, donde las estadísticas de ASSMCA apuntan a que cerca
del cinco por cierto de nuestra población es adicta y dependiente a una droga
ilegal. Tampoco se puede negar que hay una vinculación estrecha entre el uso de
drogas, la industria del narcotráfico y la violencia que esto crea. En la
última década sobre 15,000 personas han sido asesinadas, en su mayoría por el
negocio de las drogas. En lo que va de
año vamos por casi 600 asesinatos y muchos eran en casos de drogas. Yo comparo
lo que pasa en Puerto Rico como con un alcohólico que no quiere reconocer su
problema como primer paso para poder solucionarlo.