Mientras terminaba de quitar hoy mi árbol de Navidad del medio de la sala (sí, dije el árbol de Navidad), reflexionaba sobre la intolerancia y la censura que está abrumándonos en el país. Pensé que por desgracia, se dio el pronóstico que di en diciembre pasado cuando anticipé que con el boicot al programa de chismes vendrían otras censuras so pretexto de que no hablan igual a los que dominan la opinión en los medios de comunicación, más no necesariamente la opinión pública.
Y me convencí de la idea que siempre he tenido
de que en Puerto Rico no existe la libertad de prensa porque la libertad es de
los dueños del país mientras el pueblo duerme, abobado, pensando en irse de
shopping o en cualquier sandez. Mientras destruyen lo que queda del país esos
que nos mandan nos tienen pensando en tonterías y a los que opinan distinto,
los callan. El ataque va a la yugular, y parece que nadie se da cuenta de eso
que siempre ha ocurrido.
Ha pasado con muchos pero ahora lo que veo me
recuerda lo que escucho de repúblicas latinoamericanas en las que los gobiernos
cierran aquellos medios que no les son afines. Aquí pasó con tantos. Pasó con
El Mundo (el original). Pasó con El Reportero. Pasó con Claridad, aunque
siempre ha seguido en pie de lucha pero hasta bombas le pusieron. Pasó con personas
como Juan Angel Silén u otras más recientes, como Roberto Ramos Perea. Los
tildaban de anarquistas o problemáticos por cantarlas como las ven y dar sus
opiniones, o por ser independentistas. Sin comparar los estilos – que van del
cielo a la Tierra – pasó con el programa de chismes de La Comay en las que el
boicot buscó un pretexto para desquitarse de los años de prejuicios y vejámenes
en la expresión de Kobbo Santarrosa. Pasó con Katherine Angueira que se silenció
con el pretexto de que su estilo no gusta, pero yo sé que es porque siempre
ella sabe poner el dedo en la llaga de los corruptos e inmorales y eso no le
gusta a muchos. Pasa ahora con el estadista Luis Dávila Colón a quien me unen
lazos de amistad, más no ideológicos.
Y pensé que quizás la próxima sea yo. Que
aunque quiero la independencia de mi Patria no puedo amarrarme a movimiento ni
partido alguno porque ninguno me representa, que además soy libre pensadora, no
le tengo miedo a los gringos pero tampoco me molestan, pero detesto a los “happy colonialists”, y no me importa
decir lo que pienso porque no tengo miedo ni dedos amarrados. Pues sí, pienso
que ya mismo me toca el tapabocas. Me toca pero no, no me pienso callar.
Seguiré escribiendo. Es más, creo que cambiaré el tema de la columna del
miércoles y en vez de población creo que hablaré de libertad. Deja ver si me
inspiro.